Color: BLANCO
28 de abril de 2019
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5,12-16):
Palabra de Dios
Te Alabamos Señor
Salmo
Sal 117,2-4.22-24.25-27a
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.
Segunda lectura
Lectura del libro del Apocalipsis (1,9-11a.12-13.17-19):
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra, Dios, y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: «Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.» Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del pecho. Al verlo, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: «No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde.»
Palabra de Dios
Te Alabamos Señor
Lectura del santo Evangelio según san Juan (20,19-31):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús
REFLEXIONANDO LA PALABRA
¡PAZ A VOSOTROS!
La fiesta de la Pascua de Resurrección es la más importante de la Iglesia. No sólo se dedican cincuenta días a su celebración, los que van del Domingo de Resurrección al de Pentecostés. Además, los ocho primeros días son como si cada uno fuese el primero. Es la Octava de Pascua, que va del Domingo de Resurrección al que hoy celebramos. La noticia, la gran noticia, sigue siendo la misma: Jesús ha resucitado.
Si el domingo pasado eran las mujeres las que recibían la noticia, ahora son los hombres, un grupo de apóstoles y discípulos, los que tienen la experiencia de encontrarse con Jesús Resucitado. En realidad, todos esos encuentros con el Resucitado sirven básicamente para confirmarlos en todo lo que habían vivido con Jesús a lo largo del tiempo que le siguieron hasta su muerte en la cruz.
Durante aquellos años, Jesús les había enseñado muchas cosas. Les había hablado del Reino y de Dios, al que llamaba su “Abbá”, su “papá”. Frente a la imagen de un Dios arrogante y vengativo, justiciero y castigador, les había hablado de un Dios Padre de misericordia y amor que desea la felicidad y la libertad en fraternidad de todos sus hijos e hijas. Habían visto como se acercaba a todos y hablaba a todos pero que tenía un especial cariño para los necesitados, los oprimidos, los abandonados. Había hablado de la justicia y de compartir los bienes de la tierra. Había comido con ellos muchas veces y les había enseñado que vale más servir y amar que dominar, poseer y controlar. Les había prometido el Reino pero también les había dicho que el Reino estaba dentro de ellos.
Todo eso se confirma en sus apariciones. Si la Resurrección podía ser vista como un signo del poder sin límites de Dios, cuando Jesús se presenta a sus discípulos, lo primero que hace es desearles la paz. “Paz a vosotros”. La presencia de Jesús no inquieta, no destruye, no oprime sino que es portadora de paz, paz para los corazones y paz para todos. Los que habían visto como la violencia del odio, de la venganza, de la muerte, destruían –y parecía que para siempre– la vida y el sueño de Jesús, ven ahora como la fuerza de Dios es capaz de crear Vida y Paz más allá de la muerte que creamos los hombres.
No es un sueño, como le hace ver a Tomás en la segunda aparición. Es el mismo Jesús que conoció, el que murió en la cruz. Tampoco era un sueño su mensaje. Ni era un sueño su forma de hablar de Dios. Ante nosotros se abre un futuro de esperanza porque, como dice la lectura del Apocalipsis, “el que vive” está vivo en medio de nosotros y nos invita a seguir el camino de la vida, de la verdadera vida, de la vida plena.
PARA REFLEXIONAR
¿Cuándo pienso en Dios, cuando rezo, o quizá cuando me siento pecador, siento miedo o temor? ¿Por qué? ¿Qué siento cuando hoy escucho en el evangelio a Jesús decir: “Paz a vosotros”? ¿Cómo puedo ser portador de paz a los que me rodean?
Tu hermano en la Fe José Alirio Lagarejo Palomeque
"Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10).✍
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