domingo, 12 de mayo de 2019

Lunes, IV Semana de Pascua

(Ntra. Sra. de Fátima)
Color: BLANCO
13 de mayo de 2019

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,1-18):

En aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le dijeron en son de reproche:
«Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos».
Pedro entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo:
«Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: una especie de recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo que era descolgado del cielo sostenido por los cuatro extremos, hasta donde yo estaba. Miré dentro y vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y pájaros del cielo. Luego oí una voz que me decía: “Levántate, Pedro, mata y come”. Yo respondí:
«De ningún modo, Señor, pues nunca entró en mi boca cosa profana o impura”. Pero la voz del cielo habló de nuevo: «Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”. Esto sucedió hasta tres veces, y de un tirón lo subieron todo de nuevo al cielo.
En aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados desde Cesarea en busca mía. Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía: “Manda recado a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro; él te dirá palabras que traerán la salvación a ti y a tu casa”.
En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; entonces me acordé de lo que el Señor había dicho: “Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo”. Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?».
Oyendo esto, se calmaron y alabaron a Dios diciendo:
«Así pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida».

Palabra de Dios
Te Alabamos Señor

Salmo
Sal 41,2-3;42,3.4

R/. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R/.

Me acercaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría, y te daré gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío. R/.


Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús

REFLEXIONANDO LA PALABRA

Después de los millones de páginas que la Historia ha escrito fijando en Él los ojos, Jesús permanece en su misterio, que es a la vez inefable y revelador. Ninguna palabra pronunciada por Él o sobre Él agota su persona, pero todas sus palabras dejan ver su corazón. El Hijo de Dios es el mejor exégeta de sí mismo y, por extensión, en Él hallamos el acceso más directo al Padre. Los evangelios de esta cuarta semana de Pascua insisten de muchos modos en esta verdad. Jesús se dice en todo lo que dice; en todo lo que habla, habla del Padre. Escuchar a Cristo es tanto como conocerlo; conocer a Cristo, el punto de partida para amar a Dios.

«Yo soy la Puerta», dice el Señor en el evangelio de Juan. La Puerta del aprisco. Una comparación osada y extraña, oscura incluso para quienes lo seguían más de cerca, que «no entendieron de qué les hablaba». Jesús habla de puertas y tapias, de ladrones y pastores, de entrar y salir en el aprisco, de «las suyas» y «los extraños», de «los que vinieron» y «los que vendrán». Habla del pueblo y de su historia pasada, del pueblo y de su historia futura. Y de Él mismo como eterno presente para todos los que quieren encontrarse con Dios o darlo a conocer. Antes de presentarse a sí mismo como «Buen Pastor», Jesús hace notar a su rebaño que el redil tiene una puerta y que solo quien es capaz de descubrirla y de pasar por ella tiene acceso a la Vida, ya como oveja, ya como pastor. Dicha Puerta es Él mismo ofrecido de una vez para siempre por sus hermanos. No se puede entrar a la casa del Padre si no es por el umbral del Hijo; no se puede salir a los pastos de Dios si no es por la divina humanidad de Cristo.

La imagen es a la vez hermosa y retadora. Seguramente lo ha sido siempre, pero en un mundo tan plural como el nuestro suena incluso escandalosa. Al fin y al cabo, apenas quedan ya apriscos en pie y los que hay se han llenado de puertas y ventanas: cada oveja, con más o menos acierto, campa por sus fueros. ¿Cabe sostener, hoy como ayer, que existe solo un camino, una verdad, una vida? ¿Qué significa para nuestra fe y nuestro anuncio que solo Cristo sea la Puerta de la Vida abundante?

Una cosa parece clara: nadie que haya conocido la Puerta puede obviar la invitación a atravesarla, nadie que haya escuchado al Pastor puede sustraerse a su palabra. Aun cuando nosotros caminemos a tientas, «como busca la cierva corrientes de agua», lo cierto es que Puerta de Dios ha quedado abierta para todos y para siempre. Por tanto, toda búsqueda será cabal si no prescindimos de quien nos ha buscado primero, aunque esto implique –como para Pedro en la lectura de Hechos- abrirse a una verdad que no siempre sabemos o queremos reconocer.

No hay por qué angustiarse: dicen que, de hecho, ningún redil de los que conoció Jesús tenía puerta. La puerta era el mismo pastor que, ya tumbado, ya de pie, guardaba al rebaño en su descanso o lo acompañaba en su itinerancia. ¡Entremos por la Puerta que es Pastor de todos! ¡Sigamos al Pastor que es Puerta de la Vida!

Fraternalmente tu hermano en la Fe Jose Alirio Lagarejo Palomeque

"Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10).✍

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