Santa Eduviges, Santa Margarita de Alacoque y San Gerardo
Mayela (Misionero Redentorista)
Color: VERDE/BLANCO
16 de octubre de 2016
Al que me reconozca, lo reconoceré ante el Padre
Lectura de la carta del apóstol san Pabl a los cristianos de
Roma 2, 1-11
Tú que pretendes ser juez de los demás -no importa quién
seas- no tienes excusa, porque al juzgar a otros, te condenas a ti mismo, ya
que haces lo mismo que condenas. Sabemos que Dios juzga de acuerdo con la
verdad a los que se comportan así.
Tú que juzgas a los que hacen esas cosas e incurres en lo
mismo, ¿acaso piensas librarte del Juicio de Dios? ¿O desprecias la riqueza de
la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, sin reconocer que esa
bondad te debe llevar a la conversión? Por tu obstinación en no querer
arrepentirte, vas acumulando ira para el día de la ira, cuando se manifiesten
los justos juicios de Dios, que retribuirá a cada uno según sus obras. El dará
la Vida eterna a los que por su constancia en la práctica del bien, buscan la
gloria, el honor y la inmortalidad. En cambio, castigará con la ira y la
violencia a los rebeldes, a los que no se someten a la verdad y se dejan
arrastrar por la injusticia.
Es decir, habrá tribulación y angustia para todos los que
hacen el mal: para los judíos, en primer lugar, y también para los que no lo
son. Y habrá gloria, honor y paz para todos los que obran el bien: para los
judíos, en primer lugar, y también para los que no lo son, porque Dios no hace
acepción de personas.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor
SALMO Sal 61, 2-3.
6-7. 9 (R.: 13b)
R. Tú, Señor,
retribuyes a cada uno según sus acciones.
Sólo en Dios descansa
mi alma,
de él me viene la salvación. Sólo él es mi Roca salvadora,
él es mi baluarte: nunca vacilaré. R.
Sólo en Dios descansa mi alma, de él me viene la esperanza.
Sólo él es mi Roca salvadora, él es mi baluarte: nunca vacilaré. R.
Confíen en Dios constantemente,
ustedes, que son su pueblo, desahoguen en él su corazón,
porque Dios es nuestro refugio. R.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 42-46
« ¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la
menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor
de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer
asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven
y sobre los cuales se camina sin saber!»
Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo:
«Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros.»
El le respondió: « ¡Ay de ustedes también, porque imponen a
los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un
dedo!»
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús
REFLEXIONANDO LA PALABRA
Ayer el apóstol San Pablo desautorizaba a los paganos por no
haber llegado al conocimiento de Dios, a pesar de sus huellas claras, en la
creación de este mundo. Hoy se dirige a los judíos que no han sabido estar a la
altura de su elección y misión en el mundo. Esto parece escandalizarlo más que
el pecado de los paganos.
No hay ningún privilegio ante Dios. No basta pertenecer al
pueblo de Abrahán para ser agradable a Dios. Hay que responder a ese don con
una conducta coherente con la Alianza. El judío ha visto la elección como
privilegio y no como vocación para una tarea; como si Dios fuera un padre que
ama a unos hijos y repudia a otros. Y eso no es verdad: Dios da a cada hombre
una función diversa, pero, en la hora definitiva los hombres no son
recompensados por la «categoría» de la función asignada, sino por la fidelidad
con que han cumplido su papel.
Tampoco el conocimiento más o menos perfecto de Dios será
decisivo en la hora del juicio. Lo decisivo no es el conocimiento, sino la
búsqueda. Tampoco el conocimiento de la ley será decisivo en aquella hora. El
pagano puede salvarse, y Pablo indica el modo de salvarse el pagano: «seguir su
conciencia», «la ley inscrita en su corazón».
Si el don de Dios es para todos, el juicio también lo será
para cada uno “según sus obras”. Será juicio de “gloria, honor y paz”, de “vida
eterna” para todos si han sabido responder al don de Dios. Pero será “de
castigo implacable” si se han rebelado contra la verdad.
Lo importante y necesario es hacer el bien, conformando la
vida al Evangelio, que es Cristo; revistiéndonos de Cristo, de modo que
perseverando en la práctica del bien, recibamos, finalmente, Vida Eterna de
manos de Dios, nuestro Padre.
La ley estaba hecha para permitir una convivencia social
armoniosa y para que se evitara el crecimiento descontrolado de la brecha entre
ricos y pobres, ignorantes e instruidos, piadosos y pecadores. Pero esta ley,
muchas veces manipulada por autoridades inescrupulosas religiosas judías y
romanas, se convirtió en una carga pesada e inútil, que oprimía al pueblo en
nombre de Dios. Los fariseos quieren aparecer como irreprochables, para ser
honrados y estimados como piadosos.
Lucas nos presenta tres acusaciones muy duras de Jesús
contra los fariseos, y una contra los doctores de la ley, que se la buscaron
metiéndose en la conversación: pagan los diezmos hasta de las verduras más
baratas, pero luego descuidan: “el derecho y el amor de Dios”; “les encantan
los asientos de honor”, “son como tumbas sin señal” que por fuera, parecen
limpias, y por dentro sólo tienen la corrupción de la muerte.
Jesús se rebela contra este modo de presentar la ley;
confrontándolos con lo central de la palabra de Dios que son la justicia y la
misericordia. No hay convivencia posible entre el cumplimiento de la ley y la
práctica de la injusticia. No se puede ser un hombre religioso siendo
inmisericorde con el humilde.
Si Jesús echa en cara a fariseos y escribas su pecado, es
para moverlos a conversión. El discípulo de Jesús, debe valorar las cosas según
el querer de Dios y dar importancia a las cosas, más allá de su propia
conveniencia. Debe centrar su esfuerzo y preocupación en lo fundamental: el
amor a Dios y el amor al hermano manifestados en una vida justa.
La verdadera justicia no consiste en el conocimiento
puntilloso de la ley, echando cargas sobre los hombros de los demás, sino en
ayudar a los “pobres” a llevar su propia carga.
Desde muchos lugares en nuestra sociedad se viven estas
mismas contradicciones. Muchas leyes sólo benefician a unos pocos y dejan caer
a los más débiles. Los enfermos, ancianos, los niños son los que tiene menos
derechos y más exigencias. La explotación desmedida, el lucro como idea madre
de toda relación, y la manipulación que se ejerce a partir de la necesidad, son
una clara muestra. Sin una justicia que se sustente en la misericordia y el
bien común, el camino de humanización que propone el reino queda sólo en buenas
intenciones y palabras irrealizables.
Es necesario que el discípulo, viva en una constante
purificación de sus motivaciones, para que el encuentro con Dios, se realice en
la autenticidad de una existencia, vivida conforme al querer de Dios.
Los intereses personales y egoísmos, bajo el manto de la
religiosidad vician la raíz de la propia vida, y nos colocan a nosotros y a los
que toman contacto con nosotros, en un camino que, en lugar de acercar a Dios,
aleja de Él.
Además de obras de caridad, es necesario que el discípulo no
olvide la justicia y el amor de Dios. La fe no es un concepto bellamente dicho
para hacer comprender a los demás; sino la responsabilidad de ayudar a vivir al
hermano. No podemos creer que ya estamos salvados por haber ayudado
ocasionalmente a nuestro prójimo, o por haber anunciado el Nombre del Señor,
sin un compromiso real en la transformación del mundo.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
"Yo he venido para que tengan vida y vida en
abundancia" (Jn 10,10)✍
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