Lunes, 6 de
enero de 2020
Primera
lectura
Lectura del
libro de Isaías 60, 1-6
¡Levántate y
resplandece, Jerusalén,
porque llega
tu luz;
la gloria
del Señor amanece sobre ti!
Las
tinieblas cubren la tierra,
la oscuridad
los pueblos,
pero sobre
ti amanecerá el Señor,
y su gloria
se verá sobre ti.
Caminarán
los pueblos a tu luz,
los reyes al
resplandor de tu aurora.
Levanta la
vista en torno, mira:
todos esos
se han reunido, vienen hacia ti;
llegan tus
hijos desde lejos,
a tus hijas
las traen en brazos.
Entonces lo
verás, y estarás radiante;
tu corazón
se asombrará, se ensanchará,
porque la
opulencia del mar se vuelca sobre ti,
y a ti
llegan las riquezas de los pueblos.
Te cubrirá
una multitud de camellos,
dromedarios
de Madián y de Efá.
Todos los de
Saba llegan trayendo oro e incienso,
y proclaman
las alabanzas del Señor.
Salmo
Sal 71,
1bc-2. 7-8. 10-11. 12-13 R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de
la tierra
Dios mío,
confía tu juicio al rey,
tu justicia
al hijo de reyes,
para que
rija a tu pueblo con justicia,
a tus
humildes con rectitud. R/.
En sus días
florezca la justicia
y la paz
hasta que falte la luna;
domine de
mar a mar,
del Gran Río
al confín de la tierra. R/.
Los reyes de
Tarsis y de las islas
le paguen
tributo.
Los reyes de
Saba y de Arabia
le ofrezcan
sus dones;
postrense
ante él todos los reyes,
y sirvanle
todos los pueblos. R/.
Él librará
al pobre que clamaba,
al afligido
que no tenía protector;
él se
apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la
vida de los pobres. R/.
Segunda
lectura
Lectura de
la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 2-3a. 5-6
Hermanos:
Habéis oído
hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de
vosotros, los gentiles.
Ya que se me
dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los
hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus
santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros
del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el
Evangelio.
PALABRA DE
DIOS
TE ALABAMOS
SEÑOR
Lectura del
santo evangelio según san Mateo 2, 1-12
Habiendo
nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de
Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está
el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y
venimos a adorarlo».
Al enterarse
el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes
y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.
Ellos le
contestaron:
«En Belén de
Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú,
Belén, tierra de Judá,
no eres ni
mucho menos la última
de las
poblaciones de Judá,
pues de ti
saldrá un jefe
que
pastoreará a mi pueblo Israel”».
Entonces
Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que
había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«Id y
averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme,
para ir yo también a adorarlo».
Ellos,
después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que
habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde
estaba el niño.
Al ver la
estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño
con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus
cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo
recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a
su tierra por otro camino.
PALABRA DEL
SEÑOR
GLORIA A TI
SEÑOR JESÚS
REFLEXIONANDO
LA PALABRA
“Al ver la
estrella, se llenaron de inmensa alegría”
Durante las
tres primeras semanas de Adviento la liturgia de las horas propone el conocido
invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle. A
partir del 17 de diciembre el invitatorio es el siguiente: El Señor está cerca,
venid, adorémosle.
Esta
“adoración” fue la que llevaron a cabo los Magos de Oriente, que preguntaban al
rey Herodes: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto
su estrella y venimos a adorarlo.
Como bien
sabemos la adoración consiste en
“reverenciar con sumo honor o respeto a un ser, considerándolo como divino”. El
Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, cita en primer
lugar “la adoración que hicieron los Reyes Magos al Niño Jesús en el portal de
Belén”.
Ahora bien,
la Epifanía tiene el sentido de “aparición”, de “manifestación”. El sentido de
la Epifanía del Señor no es una aparición ni una manifestación cualquiera, sino
que reviste el significado de algo que trasciende los límites del pueblo de
Israel, dando a indicar que el nacimiento del Hijo de Dios no es un hecho que interese solamente al pueblo de
Israel, sino que su manifestación tiene que ver con todo el mundo, significado
precisamente en “los Magos de Oriente”. Sea, pues, claro que la aparición del
Hijo de Dios, su “epifanía”, es un hecho que interesa a toda la humanidad.
“Caminarán
los pueblos a tu luz”
La dimensión
universal de la obra que Jesús de Nazaret realizará a lo largo de su vida,
incluyendo su muerte y su resurrección, es lo que hemos de tomar en
consideración. Jesucristo no ha nacido para sí mismo ni siquiera para un pueblo
determinado, sino que su obra salvadora tiene como destinataria a la humanidad
entera e incluso al universo, recordando lo que en su tiempo puso de manifiesto
la sensibilidad de Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), que se refería al
“Cristo cósmico”.
Esta
perspectiva es la que aparece claramente en la liturgia de la solemnidad de la
Epifanía del Señor. El profeta Isaías (siglo VI a.C.) expresa con alegría el
cambio que llega al pueblo de Israel, donde se manifestará la “gloria del
Señor”, de modo que los pueblos de la tierra (universalismo) caminarán al
resplandor de la aurora. El horizonte se ensancha para abarcar a Madián y Efá y
Saba, es decir, los pueblos importantes conocidos en Israel. Tal universalismo
se repite en el Salmo responsorial, que presenta el estribillo: Se postrarán
ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra. En esa totalidad de los
“pueblos de la tierra” estamos incluidos también nosotros, los del siglo XXI.
“También los
gentiles son coherederos… partícipes de la misma promesa”
Este es el
grito de profunda alegría que san Pablo proclama por toda la tierra, hablando
de “la distribución de la gracia de Dios… a favor de los gentiles”, es decir,
de todos los pueblos, y es que la salvación tiene color universal, se extiende
más allá de los límites del pueblo de Israel, insistiendo en la obra salvadora
de Jesucristo, que es para toda la humanidad.
Esta sí que
es una “buena noticia”, esto sí que es “evangelio”, encarnado en Jesucristo y
ofrecido a todos para que todos lo acojamos y lo adoremos con corazón
agradecido.
La
contemplación de la solemnidad de la Epifanía debiera tocarnos muy profundamente,
en el corazón y la mente, más allá del aspecto folclórico, externo y pasajero,
para dejarnos la convicción de que tal celebración va mucho más allá de lo
puramente anecdótico, buscando calar en cada uno de nosotros de tal manera que
suscite una respuesta consecuente, una respuesta del tipo de los Magos de
Oriente, que “se pusieron en camino”, es decir, salieron de sus casas, de su
seguridad, de su ambiente, para ir en busca de lo indicado por la “estrella”.
También
nosotros necesitamos levantar la vista o recogernos en nuestro interior para
descubrir la “estrella” que nos oriente, que nos guíe hacia aquel que es el
único Salvador del mundo, es decir, Jesucristo.
Ahora bien,
y volvemos a encontrarnos con el desconcertante modo de obrar de Dios: el único
Salvador del mundo no se presenta en la grandeza de un personaje humano,
sorprendiendo por su poder y su fuerza o por otros atributos mundanos y
pasajeros. Jesucristo se presenta en la humildad de un recién nacido,
necesitado de cuidados y atenciones desde el primer momento, precisamente él,
que viene para ponerse al servicio de todos, hasta el punto de entregar su vida
por todos.
La figura de
los Magos de Oriente encarna perfectamente la esencia de la vida cristiana,
entendida como “camino”. Los Magos se presentaron a Herodes diciéndole que
“venían” para adorar al rey de los judíos. Herodes, tal como sugieren los sumos
sacerdotes y los escribas, encamina a los Magos hacia Belén y ellos se pusieron
en camino y la estrella los guió “hasta pararse encima de donde estaba el
niño”. Después de adorarlo y de ofrecer sus dones, los Magos regresaron a su
tierra. Algo así tiene que ser nuestra vida cristiana, y de manera especial
sabiendo que Jesucristo se ha presentado como “el camino y la verdad y la vida”
(Jn 14,6).
La alegría
de los Magos ha de ser también la nuestra, ante el hecho inaudito de
encontrarnos con el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, presentado por los
brazos de María, que nos ofrece a su Hijo, el Hijo de Dios, para ser nuestro
compañero de viaje, porque la vida continúa.
José Alirio
Lagarejo Palomeque
Sacerdote
Que Dios
llene de paz tu casa y bendiga tu vida✍
Por Alberto Linero✍
Hechos que
son Noticias
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