Color: MORADO
20 de marzo de 2020
REFLEXIONANDO LA PALABARA
Más de una vez, el pueblo de Dios
le dio la espalda al mismo Dios, se alejó de Él. El Señor pide a su pueblo que
lo primero que tienen que hacer es reconocer su pecado, que hizo lo contrario
de lo que Él le había pedido, y rompiendo su alianza de amor con Él, adoró a
ídolos, a falsos dioses. ¿Qué va a hacer Dios ante el arrepentimiento de su
pueblo? Dios, que es Amor, no puede más que amar. Y su amor le llevará a
perdonar a su pueblo y a seguirles bridándoles su amor, su amistad, incluso sin
que lo merezcan. “Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan” y,
según este pasaje de Oseas, les
demostrará su amor haciéndoles disfrutar del mundo natural, recordando el
paraíso. “Seré rocío para Israel, florecerá como azucena, arraigará como un
álamo”.
Los que vivimos después de Jesús,
el amor desbordante de nuestro Dios expresado a través de su Hijo, nos tiene
que llenar de gozo y de su paz. Hagamos lo que hagamos, demos la espalda a
nuestro Dios, sabemos que nuestro Dios que es Amor nos seguirá amando, nos
seguirá ofreciendo su amor, su perdón. Nunca nos rechaza para siempre. Su amor
se lo impide.
Siempre el amor
Estamos ante el pasaje en que
Jesús corrobora cuál es el primer mandamiento de todos. De sobra conocemos
su respuesta. “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón… amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Todo en el seguidor
de Jesús se resume en el amor. La razón es bien clara: estamos hechos a imagen
de Dios, que es Amor, por lo que también nosotros en nuestra entraña más íntima
somos amor. La diferencia está en que nuestro Dios es Amor al cien por cien. No
hay mezcla de desamor en él. En nosotros, lo notamos, lo experimentamos, aunque
el amor sea lo más potente, descubrimos que la tendencia al desamor, al odio, a
la venganza ronda por nuestro corazón.
Para cumplir “el mandamiento
primero”, el mandamiento del amor, insistentemente hemos de pedir a Jesús, que
es nuestro Dios, que nos convenza de lo mucho que nos ama y apoyándonos en su
amor podremos cumplir el mandamiento primero. Podemos pedirle, en unión con san
Pablo, que nos haga caer en la cuenta de cuál es “la anchura, la longitud, la
altura y la profundidad” del amor que Jesús nos tiene. Lo más importante de la
vida divina y de la vida humana es el amor.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí. El Señor se ha hecho mi
auxilio (Sal 29,11) ✍
Hechos que son Noticias
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