1 de mayo de 2020
El Evangelio de hoy en AUDIO
REFLEXIONANDO LA PALABRA
“¿Quién eres, Señor?”
Esta primera lectura relata el acontecimiento más
importante y más entrañable de la vida de san Pablo. Jesús no solo le tira a
tierra sino que le cambia el corazón. Pablo, ferviente judío, pensando que los
que andan por “el nuevo camino”, el de Cristo, son un auténtico peligro para la
religión judía, les persigue para conducirlos a la cárcel. Es lo que iba a
hacer en Damasco. Pero Jesús sale a su encuentro de una manera especial. Le
pregunta por qué le persigue a él, a Jesús, porque persiguiendo a sus
seguidores le persigue a él. Jesús se identifica con los cristianos. Quien
persigue a un cristiano, persigue a Jesús.
El mismo Jesús, ayudado por Ananías, le curó de su
ceguera, le abrió los ojos, le explicó quién era y le llenó del Espíritu Santo.
A partir de este acontecimiento, Pablo fue otro. Ya no sabía vivir sin Cristo.
“Para mí la vida es Cristo”. Y gastó y desgastó su vida, que no fue nada fácil
como sabemos, en predicar a Jesús, su buena noticia, y el gran amor que Jesús nos tiene y cuál es su
“anchura y largura, altura y profundidad”
sabiendo que “nada ni nadie” nos podrá apartar del amor de Cristo.
“El que me come
vivirá por mí… y vivirá para siempre”
Los cristianos, como María en su Magnificat, podemos
proclamar que el Señor ha hecho maravillas en todos nosotros. Aunque se lo
hemos oído muchas veces a Jesús, lo que nos dice en el evangelio de hoy entra
ciertamente en el terreno de lo grandioso, de lo maravilloso.
Adelantándose a lo que va a hacer en la última cena,
nos asegura que “mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”.
Pero no se queda ahí, sigue en su línea de maravillas: “El que come mi carne y
bebe mi sangre, habita en mí y yo en él… el que me come vivirá por mí… y vivirá
para siempre”.
Jesús, que es Amor y no puede más que amar, sabe que
el que ama siente la necesidad de estar con el amado, de vivir en unión con el
amado. La eucaristía, instituida por Jesús en el primer Jueves Santo de la
historia, es la prueba clara de lo mucho que nos ama Jesús. Ahí nos regala su
presencia, su cuerpo entregado y su sangre derramada. Podemos pedirle que
creamos sus palabras, sus hechos, y que le correspondamos amándole con toda la
intensidad de nuestro corazón. Que no sepamos vivir sin él, el amor primero de
nuestra vida.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
““La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra
alegría y nuestro gozo” (Sal 117)✍
Hechos que son Noticias
Covid-19 o el desvelador silente
Cristian
Peralta, SJ
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