2 de mayo de 2020
El Evangelio de hoy en AUDIO
REFLEXIONANDO LA PALABRA
"La Iglesia se multiplicaba con el consuelo del
Espíritu Santo"
Según nos relatan los Hechos de los Apóstoles, tras la
conversión de Pablo y el revuelo consiguiente, la Iglesia pasó a gozar de unos
días de paz. En esos días Pedro recorría el país y se acercó a visitar a los
cristianos que residían en Lida, allí encontró a Eneas, paralítico desde hacía
8 años, a quien le dijo: “Jesucristo te da la salud, levántate”, este se
levantó y los vecinos, al ver el prodigio, se convirtieron al Señor.
Cerca de Lida esta Jafa, donde vivía una discípula que
se llamaba Tabitá (Gacela), mujer bondadosa y muy generosa para con la
comunidad, falleció y los creyentes, sabiendo que Pedro estaba cerca, le
mandaron aviso para que se acercara a Jafa; cuando llegó le informaron de todo
lo bueno que hacía Tabitá y cuanto lloraban su muerte. Pedro ante el cadáver,
mandó salir a todos y arrodillándose rezó al Señor y mirando al cadáver dijo:
“Tabitá, levántate” esta lo hizo y Pedro llamó a la gente y se la presentó
viva, lo que fue motivo para que muchos creyeran.
En este relato vemos como la fuerza de la oración es
capaz de conseguir que paralíticos anden, o que muertos resuciten. Ya lo había
dicho Jesús: “lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá”.
Estos signos no hacían más que reforzar como se iba
expandiendo la doctrina del Nazareno, y como cada vez aumentaban los que creían
en la Buena Noticia, y ese crecimiento se veía arropado con el consuelo que el
Espíritu Santo infundía a la Iglesia.
Los apóstoles, como representantes de Jesús eran
llamados, no solo para instruir a los nuevos creyentes, también para que con su
testimonio y hechos excepcionales, sirvieran de acicate para aumentar la fe en
Jesús. Muchas veces no bastaba con su palabra, sino que tenían que atestiguar,
también, con sus obras.
El salmista nos hace recapacitar: “¿Cómo pagaré al
Señor todo el bien que me ha hecho?”. Siempre es mayor el bien que nos hace
Dios que todos los agradecimientos que le podamos ofrecer.
"Nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo
de Dios"
Este fragmento del capítulo sexto del evangelio de
Juan, es uno de los más sorprendentes.
El día anterior Jesús había realizado la
multiplicación de los panes y los peces y la gente, entusiasmada, lo buscaba
para proclamarlo rey, pero Él se había retirado a orar; los discípulos habían
embarcado tomando rumbo a Cafarnaún, con el mar encrespado y, cuando se
encontraban mar a dentro, ven a Jesús andando sobre el agua. Al amanecer la
gente buscaba al Maestro y lo encuentran en la sinagoga enseñando, dirigiéndose
a ellos les dice que le buscan, no porque han visto signos sorprendentes, sino
porque han comido pan hasta saciarse, les indica que no busquen el alimento
perecedero, sino aquel que permanece hasta la vida eterna.
Se establece una discusión, pues los judíos insistían
que sus padres habían comido pan bajado del cielo en el desierto gracias a Moisés,
Jesús les responde que no fue Moisés, sino su Padre el que les proporcionó el
pan bajado del cielo. “Yo soy el verdadero pan bajado del cielo, el que coma de
este pan no morirá”. “El que crea en el Hijo del Hombre, tendrá vida eterna”.
Jesús se define a sí mismo como enviado por el Padre a
quien Él ha visto y da testimonio. “El que no coma la carne del Hijo del Hombre
y no beba su sangre, no tendrá vida en sí mismo”.
Todo esto hace que muchos se escandalizaran, lo
abandonaran y despreciaran, porque en realidad no creían en Jesús, y más aún
cuando les dice: “nadie puede venir a mi si el Padre no lo concede”.
Al ver que muchos se van, se dirige a los doce y les
pregunta si ellos también lo van a abandonar; Pedro, en nombre de todos, le
responde: “¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna y creemos
que Tú eres el Santo de Dios”.
Que frecuente y qué fácil es seguir a aquellos que nos
sorprenden con cosas maravillosas y poco frecuentes, que nos ofrecen cantos de
sirena, pero que cuando lo analizamos vemos que no tienen fundamento y se caen
por sí mismos, decepcionando al personal. En este caso Jesús, al contrario,
vemos que sus palabras son espíritu y vida, es consecuente con aquello que
pregona y que, efectivamente, el Padre lo ha enviado y el que quiera seguirlo
debe asumir su procedencia divina y, aunque sepan su origen humano, deben
aceptar que se trata del verdadero Hijo de Dios.
Mucha gente sigue a los líderes porque dicen lo que
ellos quieren oír, pero cuando el discurso cambia o se endurece y se hace más
exigente, el ánimo comienza a decaer y, ante el más mínimo reproche, se van por
donde han venido.
Seguir a Jesús no es un camino de rosas, más bien es
una decisión exigente y, muchas veces dura, pero, indudablemente, satisfactoria.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
““La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el Señor: sea
nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal 117)✍
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