domingo, 21 de julio de 2019

Santa María Magdalena

Color: BLANCO

22 de julio de 2019

Primera lectura
Lectura del libro del Cantar de los Cantares (3,1-4a):

Así dice la esposa: «En mi cama, por la noche, buscaba al amor de mi alma: lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la ciudad: "¿Visteis al amor de mi alma?" Pero, apenas los pasé, encontré al amor de mi alma.»

Palabra de Dios
Te alabamos Señor

Salmo
Sal 62,2.3-4.5-6.8-9

R/. Mi alma está sedienta de ti, mi Dios

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R/.

Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene. R/.


Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1.11-18):

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús

REFLEXIONANDO LA PALABRA

En la tristeza, qué difícil se nos hace ver, incluso lo evidente. Qué poco dispuestos estamos para ver lo que ocurre a nuestro alrededor, cuando nos sentimos aplastados, cegados por la melancolía.

A María Magdalena le resulta natural ver a los ángeles de Dios, custodios del Sepulcro. Es tal su aflicción, que no repara en su presencia extraordinaria. Tampoco logra ver a Jesús hasta que Él mismo se hace notar.

Que el Señor ha resucitado, tal como nos lo prometió, es algo que debemos tener presente siempre, toda nuestra vida. En aquellos momentos de oscuridad, de desesperanza, de dolor y melancolía es precisamente cuando más presente debemos tenerlo. No permitamos que nos ciegue la desesperanza.

«No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes»

A propósito de la lectura de hace algunos días en la que el Señor se refería a su madre y sus hermanos (Mateo 12,46-50), la lectura de hoy ratifica aquél concepto tan amplio y Bendito que tiene el Señor sobre el Padre y sus hermanos.

Estamos frente a Jesucristo Resucitado en quien adquiere un significado acabado, completo, pleno, aquello de Dios Padre. Por eso mismo, pocas veces como ahora –que recordemos, la única-, la palabra hermanos brota de sus labios con tanta naturalidad, lógica y cariño.

Que el mismo Señor Jesucristo se refiera a todos nosotros como hermanos, debía ser suficiente para creer en la categoría a la que hemos sido elevados por el amor y la Gracia de nuestro mismísimo Señor Jesucristo.

«No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes»

El Señor ha comprado a un precio muy alto, al precio de Su sacrificio, de su sangre y su muerte dolorosa en la cruz, nuestra hermandad. Él nos ha elevado a esta categoría, borrando todo aquel pecado que nos alejaba de Dios. Él lo ha convertido en realidad, del único modo que según los Planes de Dios era posible.

El Señor ha cumplido su promesa. Como María Magdalena, tendríamos que dejar de lado toda ofuscación, toda tristeza, todo luto, para alegrarnos ante esta incomparable noticia.

Nada hay ya que nos separe de las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Todo lo que Él nos dijo y reveló es Verdad y se irá cumpliendo a su tiempo. Hemos sido salvados. Y, alcanzaremos la Vida Eterna si hacemos lo que nos manda. Estas son las Primicias del Reino.

«No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes»

Fraternalmente tu hermano en la fe José Alirio Lagarejo Palomeque

"Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10).✍

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