miércoles, 7 de agosto de 2019

Jueves, XVIII Semana. Tiempo Ordinario

Color: BLANCO

Jueves, 8 de agosto de 2019

Primera lectura

Lectura del libro de los Números (20,1-13):

En aquellos días, la comunidad entera de los israelitas llegó al desierto de Sin el mes primero, y el pueblo se instaló en Cadés. Allí murió María y allí la enterraron.
Faltó agua al pueblo, y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo riñó con Moisés, diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor! ¿Por qué has traído a la comunidad del Señor a este desierto, para que muramos en él, nosotros y nuestras bestias? ¿Por qué nos has sacado de Egipto para traernos a este sitio horrible, que no tiene grano ni higueras ni viñas ni granados ni agua para beber?»
Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad y se dirigieron a la tienda del encuentro y, delante de ella, se echaron rostro en tierra.
La gloria del Señor se les apareció, y el Señor dijo a Moisés: «Coge el bastón, reúne la asamblea, tú con tu hermano Aarón, y, en presencia de ellos, ordenad a la roca que dé agua. Sacarás agua de la roca para darles de beber a ellos y a sus bestias.»
Moisés retiró la vara de la presencia del Señor, como se lo mandaba; ayudado de Aarón, reunió la asamblea delante de la roca, y les dijo: «Escuchad, rebeldes: ¿Creéis que podemos sacaros agua de esta roca?»
Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y brotó agua tan abundantemente que bebió toda la gente y las bestias.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar.»
(Ésta es la fuente de Meribá, donde los israelitas disputaron con el Señor, y él les mostró su santidad.)

Palabra de Dios
Te alabamos Señor

Salmo
Sal 94,1-2.6-7.8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón.»

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R/.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.

Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-23):

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.»

Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús

REFLEXIONANDO LA PALABRA

Jesús va con sus discípulos hacia a la región de Cesarea de Filipo. En el camino les hace dos preguntas muy importantes. La primera qué opina la gente de Él y, la otra, quién dicen ellos que es.

Aquí se produce un momento hermoso y trascendente, es Pedro que toma la palabra y su respuesta se hace movilizante en nuestra oración de hoy:

“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.”
Y es así, sus palabras despiertan interiormente, un deseo de tener esa fe de Pedro y un propósito de también querer confesar y manifestar nuestra fe en todos los ambientes en que nos movemos.

¿Quién es Jesús para nosotros hoy? Qué buen momento ahora en nuestra oración para responder:  ¡Cristo! Y no como algo puramente formal, sino como fe profesada y vivida profundamente.


Pedro es un hombre con un corazón enorme y una fe, de alguna manera poco sobrenatural, una fe humana. Sin embargo, su fe manifestada será el fundamento sobre el que se asentará su Iglesia, el pueblo que Jesús quiere reunir.

La fe profesada por Pedro y por nosotros exige que el poder de la muerte no pueda vencerla ni destruirla, a pesar de saber que somos pecadores y poca cosa.

Lo importante es poner la fe en primer lugar y que ella sea autenticada en nuestra propia historia personal. Creer es adherir, de modo que exige la decisión de seguir los pasos del Señor en su amor y en su servicio generoso a todos.

Al acercarnos a la Palabra de hoy, que bueno pedir al Señor, que renueve en nosotros, nuestra fe en su persona.

No hacen falta la elocuencia, ni las grandes capacidades. Lo que hace falta, es algo infinitamente más importante, el saberse asistido por el Espíritu de Dios, que nos permite tener una respuesta creyente, cada día, frente a las cosas que nos suceden.

Dios te bendiga y haga crecer tu fe y amor a Dios y al prójimo.

Fraternalmente tu hermano en la fe José Alirio Lagarejo Palomeque

"Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10).✍

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