12 de marzo de 2020
REFLEXIONANDO LA PALABRA
Bendito aquel que pone su confianza en el Señor
He titulado este comentario con el segundo oráculo del
texto que Jeremías nos ofrece hoy, ya que nos presenta el mensaje en positivo.
Me cuesta mucho comenzar escuchando la negatividad del mensaje, ese ¡Maldito el
hombre…! Y afirmar que así habla Dios. Cuánto dolor le debe producir ver su
obra creadora, y recordar lo que fue en el principio. “Vio entonces Dios todo
lo que había hecho, y todo era muy bueno” (Gn 1,31)
¿Qué le ha ocurrido a ese ser humano y a nosotros hoy
día que nos hace buscar apoyo, fuerza en algo o alguien que es finito y que
nunca podrá llenar nuestro corazón de felicidad definitiva? ¿No es capaz
nuestro corazón de confiar al mismo tiempo en Dios y en los hombres? La clave
de ese primer oráculo está en la enseñanza que nos da el profeta “el apoyo en lo humano se da mientras su
corazón se aparta de Dios”.El drama es dejar de lado a Dios, Él, que nos conoce
y a quien no podemos engañar. Él, que es el único que puede obrar una
transformación en el corazón del ser humano.
Si hemos fallado podemos mendigar su gracia, con la
certeza de que no nos negará el perdón y que su Espíritu permanentemente
ilumina nuestros pasos para que encontremos el camino de vuelta “a casa, a Su casa .y nuestra casa”
Ya tienen a Moisés y los profetas, ¡qué los escuchen¡
Hoy, la Buena Noticia nos llega por medio de una
parábola. La narración desarrolla un intenso contraste, rayando lo
trágico, Se dan los dos extremos de una sociedad.
En dos tiempos: antes y después, en vida y muerte.
En dos situaciones: un hombre rico, sin nombre que
banquetea diariamente y un hombre pobre Lázaro que deseaba saciar su hambre con
lo que se tiraba de la mesa del rico y ni eso le era posible.
En doslugares separados por una puerta cerrada, dentro
de la casa el rico tiene abundancia, y fuera
en el portal de su morada se encuentra
el pobre cubierto de llagas con la sola compañía de perros.
Fácilmente podemos imaginarnos y contemplar la escena.
A poco que paseemos por nuestras ciudades con los ojos abiertos también
encontramos escenas muy parecidas. La condición humana no ha variado tanto a
pesar de los siglos.
Hay un momento en la narración dónde un mismo hecho
iguala a estos dos hombres, es la muerte. Los dos mueren, y tras ese instante
se invierten las formas. El pobre Lázaro
es llevado por los ángeles a un lugar de
consuelo y el rico cae al abismo donde le espera una vida de tormentos. Dios cumple siempre su Palabra.
Aquí termina la parábola y comienza la revelación
del sentido, a través de un diálogo, -no
entre estos dos hombres-, sino a través de un tercero al que los dos reconocen
como Padre Abrahán. El rico habla, el pobre calla.
Orar con este texto me ha llevado a encontrar un
nombre para el hombre rico. Al inicio le s llamo, el que “no ve”.El texto no
dice que sea un malvado sino que vivió distraído, en su mundo. ¡Es un toque de
atención para nuestra vida!
Siguiendo con el diálogo, encontramos una luz en las
mismas palabras del hombre rico, dice así:: “el rico levantó los ojos y vio a
lo lejos a Abrahán y a Lázaro “, ahora ve hasta de lejos, podemos llamarle: “el
que ve”.Y es más, no se para ahí, sino que ruega, suplica a Abrahán que sea el
mismo Lázaro, a quién él nunca auxilió ni tocó, el que baje hasta él trayendo agua en sus dedos
y refresque su lengua. ¡Qué paradoja!
Ahora el hombre rico,
llega hasta olvidarse de él, reconoce
su equivocación e intercede por
sus hermanos, pero es demasiado tarde. Pide un milagro, una intervención
divina, y Dios vino y sigue presente en nuestro mismo caminar, solo necesitamos
fe para ver, para escuchar, para amar… Dejemos resonar en nuestro corazón la respuesta de Abrahán, breve y clara:” Ya
tienen a Moisés y a los profetas, ¡qué los escuchen!Un buen compromiso para
este tiempo de cuaresma.
JOSÉ ALIRIO LAGAREJO PALOMEQUE
SACERDOTE
El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí. El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11) ✍
Hechos que son Noticias
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