Color: MORADO
5 de marzo de 2020
Primera lectura
Lectura del libro de Ester (14,1.3-5.12-14):
EN aquellos días, la reina Ester, presa de un temor
mortal, se refugió en el Señor.
Y se postró en tierra con sus doncellas desde la
mañana a la tarde, diciendo:
«¡Bendito seas, Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios
de Jacob! Ven en mi ayuda, que estoy sola y no tengo otro socorro fuera de ti,
Señor, porque me acecha un gran peligro.
Yo he escuchado en los libros de mis antepasados,
Señor, que tú libras siempre a los que cumplen tu voluntad. Ahora, Señor, Dios
mío, ayúdame, que estoy sola y no tengo a nadie fuera de ti. Ahora, ven en mi
ayuda, pues estoy huérfana, y pon en mis labios una palabra oportuna delante
del león, y hazme grata a sus ojos. Cambia su corazón para que aborrezca al que
nos ataca, para su ruina y la de cuantos están de acuerdo con él.
Líbranos de la mano de nuestros enemigos, cambia
nuestro luto en gozo y nuestros sufrimientos en salvación».
Palabra de Dios
Te alabamos Señor
Salmo
Sal 137,1-2a.2bc.3.7c-8
R/. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor
V/. Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R/.
V/. Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.
V/. Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,7-12):
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y
se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que
llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará
una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros,
aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro
Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con
vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».
Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús
REFLEXIONANDO LA PALABARA
Protégeme, que estoy sola… Tú, que lo sabes todo
Escuchamos en la primera lectura una oración. Sin
ninguna alusión a la “historia” que se está desarrollando, con tintes de drama.
¿Qué mensaje nos puede hacer llegar hoy esta Palabra?
Ester es reina. Se le supone, en consecuencia, un
cierto grado de poder, además de unas condiciones de vida muy fáciles.
Pero percibe el peligro y tiene miedo. Se siente
desvalida, a pesar de su condición privilegiada. No tiene a quien acudir. Y se
vuelve hacia el Dios de sus padres, de quien ha escuchado que viene la
salvación.
La situación límite le lleva a la conciencia de que no
tiene otro auxilio que el Señor. Y, aterrorizada, se dirige a Él con fuerza,
pasión, atrevimiento, como aquellos que saben que sus minutos están contados…
“protégeme, que estoy sola” “no tengo otro auxilio que tú…”.
El Señor como ancla, roca, refugio, salvación… para
Ester y para cada uno de nosotros. En la situación que sea, activar la
conciencia de que Él es el primero y el último, el definitivo, la única
esperanza auténtica.
Eso no significa que en las diversas situaciones de la
vida no tengamos que actuar, buscar caminos… pero ¿acaso no nos distraemos
persiguiendo -exclusivamente desde nuestras propias fuerzas y recursos- la
solución a nuestras necesidades? ¿Se nos queda Dios al margen?
Apunte final. Como en otros lugares del Antiguo
Testamento, la oración de Ester nos muestra la infinita distancia entre la
mentalidad del pueblo de Israel durante largos periodos de su historia y la
propuesta de Jesús: la concepción de que mi salvación está vinculada a la
destrucción de mi enemigo legitimando además la venganza, frente a la
invitación a amar a nuestros enemigos. ¿Dónde nos encontramos nosotros?
Pidan, busquen, llamen…
El texto evangélico que nos presenta la liturgia de
hoy es muy conocido, en sus diferentes versiones. Pedir y que te den, buscar y
encontrar, llamar y que te abran resulta fuertemente deseable al ser humano.
Y puestos a ello se nos ocurren mil cosas que podemos
pedir, buscar, y que en nuestra opinión merecen la pena como para “tocar a la
puerta” de Dios. Conocemos muchas de las peticiones que con frecuencia se
dirigen a Dios: la salud, el dinero, que nos toque la lotería, aprobar los
exámenes, encontrar un trabajo, ganar un partido de béisbol, conseguir novia o
novio, que nuestra familia y amigos estén siempre bien… la lista es
interminable. Y para que Dios vea nuestro interés y buena intención le
prometemos cosas a cambio, acabando por establecer un comercio con Él, en el
que le hacemos una variedad importante de ofertas: peregrinar a santuarios,
caminar descalzos, subir escaleras de rodillas, hacer limosnas… hasta las
asombrosas promesas en las que quien se compromete lo hace por otro. He
conocido el caso de una mujer que prometió a Dios que su hija sería monja (no
sé si alentada por el ejemplo de Ana, la madre de Samuel)…
Jesús nos dice sencillamente que Dios nos va a dar
cosas buenas (el Espíritu, en el texto paralelo de Lucas). ¿Coincidirán
nuestros criterios y el de Dios sobre qué cosas son buenas?
Y detrás de esta propuesta está la invitación a la
confianza total. “Vivirnos” colgados de Dios, desde el reconocimiento de
nuestra condición de criaturas. Como podría decirnos Timothy Radcliffe, no le
pedimos cosas a Dios para recordarle nuestras necesidades (Él las conoce), sino
para recordarnos a nosotros mismos que todo lo recibimos de Él. Un antídoto
contra los ataques de vanidad que pueden asaltarnos…
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí. El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11 ✍
Hechos que son Noticias
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