3 de marzo de 2020
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 55, 10-11
Esto dice el Señor:
«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
así será mi palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que cumplirá mi deseo
y llevará a cabo mi encargo».
PALABRA DE DIOS
TE ALABAMOS SEÑOR
Salmo
Sal 33, 4-5. 6-7. 16-17. 18-19
R/. Dios libra a los justos de sus angustias
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R/.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 7-15
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los
gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como
ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis.
Vosotros orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también
os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres,
tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
PALABRA DEL SEÑOR
GLORIA A TI SEÑOR JESÚS
REFLEXIONANDO LA PALABRA
La Palabra de Dios, lluvia que empapa la tierra
El pueblo que está en el exilio ha decaído en su
esperanza. Al evocar la Palabra de Dios con la imagen de la lluvia o de la
nieve que empapan la tierra, el profeta quiere alentar a los desterrados.
Nosotros también podemos percibir ese estímulo.
Esa lluvia viene del cielo, es decir, “desciende” de
Dios sobre una tierra, en principio, acogedora (piénsese paralelamente en la
semilla que el sembrador lanza sobre el campo). La iniciativa siempre es
divina, motivada por el amor y, como tal, bienhechora. Es también Dios el
destinatario final, en cuya gloria revierte el bien que ha beneficiado a sus
criaturas: todo ha sido creado para gloria de Dios.
¿En qué consiste ese beneficio de la Palabra de Dios?
Lo dice el texto: fecunda la tierra y la hace germinar. La tierra encierra
gérmenes de vida, pero sin el agua permanecen inertes y, en consecuencia,
estériles. El ser humano posee valiosas capacidades para vivir intensamente y
hacer el bien; todo hombre ha recibido preciosos dones para ello de su creador.
Pero, si permanece ajeno o impermeable a la Palabra de Dios, su vida será
lánguida y su influjo mediocre.
Sin el riego de la Palabra seremos como “tierra
reseca, agostada, sin agua”, no disfrutaremos con gratitud de la vida que Dios
nos ha dado ni podremos hacerla fructificar generosamente en bien de los demás.
Prestemos, pues, atención a esa Palabra para experimentar su vitalidad, y
pongámosla en práctica para que otros se beneficien también de ella y puedan
“dar gloria a nuestro Padre que está en los cielos”.
La oración del Señor, aliento que sube hasta el cielo
Uno de los regalos más valiosos que Jesús hizo a sus
discípulos fue enseñarles a rezar el Padrenuestro. En estas pocas palabras les
enseñó varias cosas fundamentales: a tratar a Dios como Padre y pedirle que se
dé a conocer en la tierra; a sentirse hermanos de todos, invocándolo juntos; a
confiar cada día en su misericordia que nos sustenta y nos perdona; a contar
con su fuerza en nuestra lucha contra el mal.
Es una oración sencilla, que va a lo esencial: nadie
puede decir, si la conoce, que sea difícil orar o saber qué hemos de pedir. Es,
además, expresión de la libertad y la confianza con que podemos dirigirnos a
Dios: Jesús nos enseñó a sentirnos como él en la presencia del Padre. En esta
oración se acentúa también nuestra fraternidad: Padre NUESTRO, DANOS,
PERDÓNANOS, LÍBRANOS.
Su contenido abarca, dentro de su brevedad, todo lo
que es importante para un creyente. Tiene siete peticiones: número bíblico de
plenitud. Las tres primeras hacen referencia a la acción de Dios para llevar a
cabo su proyecto de salvación:
que todos te reconozcan como el único santo;
que se haga realidad, cada vez más, entre nosotros el
reino que anunció Jesús;
que, al aceptar tus planes, lo hagamos a semejanza de
los que están contigo en el cielo.
Las otras cuatro peticiones se refieren a nuestras
necesidades esenciales (Dios ya las conoce, pero desea que, al solicitar su
ayuda, manifestemos nuestra confianza en él):
danos hoy sólo lo necesario para nuestro sustento de
este día;
que tu misericordia nos perdone y nos mueva a
perdonar;
que logremos superar las ocasiones de pecado;
que el mal que nos acecha no pueda con nosotros.
Preguntémonos, en síntesis: ¿Nos dejamos empapar y
fecundar por la Palabra de Dios? ¿Oramos con la sencillez y la confianza que
Jesús nos enseñó en el Padrenuestro?
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí. El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11 ✍
Hechos que son Noticias
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