En este Santo Evangelio es posible que la primera vez que leímos esta parábola de Jesús nos chocó mucho, pues da la impresión de que alaba la injusticia del administrador. Pero no es así. Lo que alaba es su astucia, su sagacidad para salir del trance en que se había metido.
Jesús, que tenía los ojos bien abiertos, ya se daba cuenta de que en su tiempo “los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”. Y animaba a “los hijos de la luz”, y nos anima también a nosotros sus seguidores del siglo XXI, no a que seamos injustos, sino astutos y sagaces a la hora de vivir nuestro cristianismo, a la hora de predicar su evangelio, su buena noticia.
Nos pide que empleemos todas nuestras fuerzas, todos nuestros esfuerzos, todos nuestros talentos, todos los dones que él nos ha dado para vivir como cristianos con todo lo que eso significa. “Somos hijos de la luz”, extendámosla ante un mundo muchas veces en tinieblas.
Que Dios nuestro Señor, sea siempre prioridad en nuestras vidas.
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