domingo, 3 de marzo de 2019

Lunes, VIII Semana. Tiempo Ordinario

(San Casimiro)
Color: VERDE
4 de marzo de 2019

Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (17,20-28):

A los que se arrepienten Dios les permite volver,
y consuela a los que han perdido la esperanza,
y los hace partícipes de la suerte de los justos.
Retorna al Señor y abandona el pecado,
reza ante su rostro y elimina los obstáculos.
Vuélvete al Altísimo y apártate de la injusticia
y detesta con toda el alma la abominación.
Reconoce los justos juicios de Dios,
permanece en la suerte que te ha asignado
y en la oración al Dios altísimo.
En el abismo ¿quién alabará al Altísimo
como lo hacen los vivos y quienes le dan gracias?
Para el muerto, como quien no existe, desaparece la alabanza,
solo el que está vivo y sano alaba al Señor.
¡Qué grande es la misericordia del Señor
y su perdón para los que retornan a él!

Palabra de Dios
Te Alabamos Señor

Salmo
Sal 31,1-2.5.6.7

R/. Alegraos, justos, y gozad con el Señor

V/. Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no hay engaño. R/.

V/. Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

V/. Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará. R/.

V/. Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R/.


Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,17-27):

EN aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús le contestó:
«Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
Él replicó:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¿Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».
Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:
«Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».
Ellos se espantaron y comentaban:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús



REFLEXIONANDO LA PALABRA
                 
En la primera lectura de hoy el autor del libro del Eclesiástico nos invita a vivir dos actitudes vitales: el arrepentimiento y el perdón. Para ello, nos hace una llamada a la conversión. Como podemos ver en el texto, el sentido bíblico de la palabra conversión implica un movimiento de retorno, se trata de dejar el camino equivocado para orientarse de nuevo al camino del Señor y restablecer con Él una relación armónica.

Este “volver al Señor”, convertirse, es lo que genera consuelo en el corazón del creyente que ha perdido la esperanza. El autor sagrado describe este retorno al Señor con una serie de acciones: abandonar el pecado, rezar ante su rostro, eliminar los obstáculos, apartarse de la injusticia. Esto nos habla del carácter procesual de la conversión que nace cuando tomamos conciencia de que nos hemos equivocado de camino. Para el Eclesiástico, el pecador es como un muerto que está en el lugar de la no-vida donde no se puede alabar a Dios. De ahí, el imperativo: «Retorna al Señor y abandona el pecado» (v. 25). El que vive este retorno experimenta que la misericordia y el perdón del Señor son grandes.

El pasaje del Evangelio de Marcos se nos presenta un relato sorprendente. Un hombre rico se acerca a Jesús por el camino para preguntarle sobre la vida eterna. Desde la perspectiva judía es un hombre correcto porque observa todo lo que manda la ley desde su juventud. Sin embargo, este hombre tiene sed de algo mas, siente que no le basta eso. Aquí se da un salto de novedad: «Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme» (v. 21).

Jesús lo llamó para una vida en plenitud, pero aquel hombre se marchó entristecido. Es de los pocos personajes en el Evangelio que se marcha triste después de encontrarse con Jesús. Esta radicalidad de la llamada de Jesús sigue teniendo la misma vigencia para nosotros hoy, no ha perdido su frescura después de dos mil años. Lo que define nuestra vida cristiana es el seguimiento de Jesús. No se trata solamente de observar unas normas o de mantener una conducta ética intachable. Se trata de encontrarnos con Jesús que nos mira con amor y nos invita a seguirlo. Esto suscita un nuevo estilo de vida, libre de ataduras, que nos hace entrar en el Reino de Dios donde lo que parece imposible se vuelve un don. ¿Qué me esta impidiendo volver al Señor? ¿Vivo mi vida cristiana como seguimiento de Jesús o como un cumplimiento?

Sacerdote José Alirio Lagarejo Palomeque

"Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10).✍

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