Color: VERDE/BLANCO
22 de octubre de 2019
Estén prevenidos y oren incesantemente
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma
5, 12. 15b. 17-21
Hermanos: Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado
en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los
hombres, porque todos pecaron.
Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos,
la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre,
Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos.
En efecto, si por la falta de uno solo reinó la muerte, con
mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo,
aquellos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia.
Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó la
condenación de todos, también el acto de justicia de uno solo producirá para
todos los hombres la justificación que conduce a la Vida. Y de la misma manera
que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores,
también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos.
Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Porque así
como el pecado reinó produciendo la muerte, también la gracia reinará por medio
de la justicia para la Vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor
SALMO Sal 39, 7-8.
9. 10. 17 (R.: cf. 8a y 9a)
R. Aquí estoy,
Señor, para hacer tu voluntad.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy.» R.
«En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón.» R.
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
tú lo sabes, Señor. R.
Que se alegren y se regocijen en ti
todos los que te buscan
y digan siempre los que desean tu victoria:
« ¡Qué grande es el Señor!» R.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 35-38
Jesús dijo a sus discípulos: «Estén preparados, ceñidos y
con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su
señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando
a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la
mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o
antes del alba y los encuentra así!»
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús
REFLEXIONANDO LA PALABARA
Pablo presenta una humanidad totalmente pecadora a la que se
ofrece una justificación totalmente gratuita, por la fe. Así desarrolla su
afirmación inicial de que el evangelio es “fuerza de salvación de Dios”.
Por Adán vino el pecado, la desobediencia, la condenación,
la muerte. Por Cristo vino el don gratuito, la obediencia, la justificación, la
vida. Entre Adán y Jesús, dice, no hay medida común. No hay similitud entre
ambos; hay oposición.
Por el delito de uno solo, Adán, murieron todos, entra en
acción el poder del mal y se extiende a toda la humanidad. Pero ha sucedido
otra cosa más importante: “gracias a Jesucristo vivirán y reinarán todos los
que han recibido como un derroche de gracia el don de la salvación”. La vida de
Dios, también es comunicada por un hombre a toda la humanidad.
La gracia sobrepasa al pecado. La solidaridad en el mal no
es nada frente a la superabundancia de solidaridad en el bien. En el plan de
los designios divinos, el mal es incomprensible si no está destinado a ser
salvado en Jesús.
El cumplimiento de la justicia por uno solo, condujo a todos
los hombres a la justificación que da la vida.
Por eso el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino
por creer en Cristo Jesús. Efectivamente, la salvación no es consecuencia de
nuestras obras, sino un don gratuito de Dios, ofrecido a nosotros por medio de
su Hijo, hecho uno de nosotros.
La imagen de los lomos ceñidos evoca el traje de trabajo,
también la ropa de viaje que se ponían los judíos para celebrar la Pascua. De
este modo esperaban al Mesías, procurando que las lámparas estuvieran siempre
encendidas, como aparece en parábola de las vírgenes prudentes.
La lectura de ayer nos hablaba del carácter del juicio, el
Señor precisa hoy su contenido. Se tratará de algo inaudito, del don por
excelencia, el mismo Señor que se da. El amo que encuentra a sus servidores
vigilando y se pone el traje de trabajo, haciéndolos sentar a la mesa para
servirlos, es el mismo Jesús, que en la víspera de su muerte, se ciñe la toalla
para lavar los pies a los suyos. “El Hijo del hombre no ha venido a ser
servido, sino a servir”. Lo que aquí se evoca es la nueva Pascua, la del don
total de Jesús, la Pascua de las “bodas” del Cordero.
El discípulo podrá compartir la vida del maestro, la vida
plena, “teniendo puesta la ropa de trabajo y con las lámparas encendidas a la
espera, para abrir la puerta”. Teniendo una disposición incesante al servicio.
Hacerse siervo es el camino que mostró Jesús a lo largo de su vida, manifestó
claramente en la cena y ratificó son su sangre en la cruz. Ése es el servicio
de Jesús: morir en rescate por todos.
Jesús abajándose para servir y al llamarlos amigos acaba con
todo tipo de servidumbre. Servir es el único camino para llegar a compartir la
vida de Jesús.
Velar teniendo la lámpara encendida, es estar siempre listo,
incluso durante la noche. Velar, es renunciar al sueño de la noche, para
terminar un trabajo urgente, o para no ser sorprendido por un enemigo. En un
sentido más simbólico, es luchar contra el entorpecimiento, la negligencia,
para estar siempre en estado de disponibilidad.
Jesús nos llama para estar al servicio del Reino, trabajando
para que su amor llegue a todos, especialmente al que tiene hambre, sed, está
desnudo, huérfano, enfermo o encarcelado. La Iglesia que tiene como misión
estar al servicio de toda la humanidad debe tener siempre el traje de trabajo,
la cintura ceñida y la lámpara encendida; siempre dispuesta a servir, siempre
dispuesta a hacer el bien, siempre dispuesta a dar su voz a los que no tienen voz,
siempre dispuesta a defender la vida y los derechos de todos los hombres. En su
corazón debe conservar y cuidar la luz de Dios que brota de la Pascua de Jesús.
Es a la luz del amor de Cristo que podremos realizar nuestra
acción evangelizadora y de servicio a los demás, como una acción salvadora que
procede de Dios. Cristo nos llama a ser un signo del Evangelio de su amor,
desde el honor más grande, que es: identificarnos con Jesús desde un estilo de
vida servidor como el suyo.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
"Yo he venido para que tengan vida y vida en
abundancia" (Jn 10,10)✍
https://web.facebook.com/tocando.puertas.75
No hay comentarios.:
Publicar un comentario