Color: VERDE
29 de octubre de 2019
El grano creció y se convirtió en un arbusto
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma
8, 18-25
Hermanos:
Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no
pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros. En efecto,
toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios. Ella
quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la
sometió, pero conservando una esperanza. Porque también la creación será
liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa
libertad de los hijos de Dios.
Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y
sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las
primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la
redención de nuestro cuerpo. Porque solamente en esperanza estamos salvados.
Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no se espera
más: ¿acaso se puede esperar lo que se ve? En cambio, si esperamos lo que no
vemos, lo esperamos con constancia.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor
SALMO Sal 125,
1-2b. 2c-3. 4-5. 6 (R.: 3a)
R. ¡Grandes cosas
hizo el Señor por nosotros!
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones. R.
Hasta los mismos paganos decían:
« ¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!»
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones. R.
El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas. R.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 18-21
Jesús dijo:
«¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas.»
Dijo también: «¿Con qué podré comparar el Reino de Dios? Se
parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina,
hasta que fermentó toda la masa.»
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús
REFLEXIONANDO LA PALABRA
Pablo nos presenta hoy nuestra filiación destinada a una plenitud
mucho mayor de la que podríamos imaginar.
Esto incluye también al mundo, a la naturaleza creada,
llamada a verse un día “liberada de la esclavitud de la corrupción”. Pablo nos
presenta una unidad de destino entre la humanidad y el cosmos: no es mera
yuxtaposición lo que nos une a este mundo, sino que estamos enraizados
profundamente en él.
Pero esta «filiación» divina, la grandiosa “adopción de
amor” de la que somos objeto no suprime todo sufrimiento en este mundo. Ahora
gemimos, “como con dolores de parto”, “aguardando la hora de ser hijos de Dios”,
“la redención de nuestro cuerpo”.
Hemos recibido las primicias del Espíritu Santo, pero
esperamos nuestra adopción y la liberación de nuestro cuerpo. Fuimos salvados
en esperanza: Dios nos va a dar una vida más gloriosa. Resulta que sólo tenemos
“las primicias del Espíritu” y todavía no somos hijos en plenitud, ni estamos
totalmente liberados de la esclavitud. Caminamos hacia esa “libertad gloriosa
de los hijos de Dios”.
La Iglesia, la humanidad y toda la naturaleza cósmica
preñadas, con dolores de parto, están en espera de alumbrar un mundo nuevo.
A Jesús en este momento de su vida, cada vez más próximo a
Jerusalén, le interesa que el reino que Él anuncia, sea comprendido por
aquellos que quieran entrar en él.
Estas dos parábolas nos enseñan que el aparente fracaso
forma parte del crecimiento del Reino de Dios. En una sociedad que no concede
el mínimo de importancia a lo pequeño, a lo ínfimo, Jesús desconcierta;
diciendo que es desde esta dimensión desde donde tiene que comenzar a germinar
la realidad del reino de Dios. En su andar evangelizador Jesús revela que el
reino está abierto y se construye con los que no cuentan, con los marginados,
con los que la sociedad y su sistema político, económico y religioso descarta.
En línea con esta parábola donde no importa lo grande, Jesús
propone que lo menos importante es la velocidad, el apuro. Así como la levadura
en cantidades pequeñas puede fermentar con su tiempo toda la masa, así tienen
que vivir quienes están comprometidos con la causa de Jesús; como la levadura
deben ir fermentando lentamente, transformando poco a poco, toda la masa de la
sociedad.
Jesús garantiza su palabra con su propia vida; el pequeño
grano fue puesto en el huerto, fue sembrado, la levadura fue introducida en las
tres medidas de harina. El cuerpo de Jesús insignificante para los hombres:
será puesto en el sepulcro, pero al cabo de tres días resucitará. En la
dinámica del Reino, de la muerte brota la vida.
El proyecto de Dios se realiza bajo los signos de la semilla
y la levadura. El verdadero crecimiento es invisible a los ojos de los hombres.
La abundancia del Reino es un don totalmente gratuito de Dios; pero no se puede
recibir sin hacer nada. Exige una tarea que hay que cumplir y se realiza en un
proceso de crecimiento. Decir que participamos de la abundancia, es afirmar que
todo se cumplió en Jesucristo Resucitado, pero al mismo tiempo es afirmar que
todo está por cumplirse. El Reino escatológico es una obra por hacer, un
edificio por construir, un proyecto de catolicidad que se ha de realizar
progresivamente.
Si se mira externamente el crecimiento de la Iglesia,
podemos llegar a la conclusión de que es un fracaso. Aún hoy, existe la
intolerancia, la persecución, el martirio. Se acrecienta en muchos ambientes la
increencia que deshumaniza. La violencia y la pobreza siguen cobrándose
víctimas. Pero el verdadero fracaso sería que la Iglesia estuviera a la altura
o en pie de igualdad con las potencias de este mundo y que la eficacia que
esperan los cristianos tomara los recursos y modelos de este mundo.
No es la capacidad de influencia, ni la presencia masiva en
los medios de comunicación; ni las notas externas que causan admiración lo que
da fecundidad a la Iglesia. En la presencia silenciosa y cotidiana transformará
e impregnará de sentido la vida de los hombres. Con paciencia y constancia
podrá empapar de la fuerza del Espíritu las estructuras humanas. Con amor
generoso y sacrificado transformará toda la comunidad, para que alcance los
niveles de servicio y de compromiso que reclama la realidad de los más
necesitados. Lo más importante de la enseñanza de Jesús queda formulado con los
rasgos más sencillos y menos estridentes; como todo lo importante según la
escala de valores del Reino.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
"Yo he venido para que tengan vida y vida en
abundancia" (Jn 10,10)✍
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