Color: VERDE
28 de noviembre de 2019
Levanten la cabeza porque llega la liberación
Lectura de la profecía de Daniel 6, 12-28
Unos hombres acudieron precipitadamente y encontraron
a Daniel orando y suplicando a su Dios. Entonces se presentaron ante el rey y,
refiriéndose a la prohibición real, le dijeron: «¿Acaso no has escrito una
prohibición según la cual todo el que dirija una oración dentro de los próximos
treinta días, a cualquier dios u hombre que no seas tú, rey, debe ser arrojado
al foso de los leones?»
El rey tomó la palabra y dijo: «Así es, en efecto,
según la ley de los medos y de los persas, que es irrevocable.»
Entonces ellos tomaron la palabra y dijeron en
presencia del rey: «Daniel, uno de los deportados de Judá, no te ha hecho caso,
rey, ni a ti ni a la prohibición que tú has escrito, y tres veces al día hace
su oración.»
Al oír esto, el rey se apenó profundamente y puso todo
su empeño por salvar a Daniel: hasta el atardecer se esforzó por librarlo. Pero
esos hombres acudieron precipitadamente al rey y le dijeron: «Tienes que saber,
rey, que según la ley de los medos y de los persas, ninguna prohibición o edicto
promulgado por el rey puede ser modificado.»
Entonces el rey mandó traer a Daniel y arrojarlo al
foso de los leones. El rey tomó la palabra y dijo a Daniel: «Tu Dios, al que
sirves con tanta constancia, te salvará.» Luego trajeron una piedra y la
pusieron sobre la abertura del foso; el rey la selló con su anillo y con el
anillo de sus dignatarios, para que no se cambiara nada en lo concerniente a
Daniel.
El rey se retiró a su palacio; ayunó toda la noche, no
hizo venir a sus concubinas y se le fue el sueño. Al amanecer, apenas
despuntado el día, el rey se levantó y fue rápidamente al foso de los leones.
Cuando se acercó a él, llamó a Daniel con voz angustiosa. El rey tomó la
palabra y dijo a Daniel: «Daniel, servidor del Dios viviente, ¿ha podido tu Dios,
al que sirves con tanta constancia, salvarte de los leones?»
Daniel dijo al rey: «¡Viva el rey eternamente! Mi Dios
ha enviado a su Angel y ha cerrado las fauces de los leones, y ellos no me han
hecho ningún mal, porque yo he sido hallado inocente en su presencia; tampoco
ante ti, rey, había cometido ningún mal.»
El rey sintió una gran alegría a causa de Daniel, y
ordenó que lo sacaran del foso. Daniel fue sacado del foso, y no se le encontró
ni un rasguño, porque había confiado en su Dios.
Luego el rey mandó traer a los hombres que habían
acusado a Daniel y los hizo arrojar al foso de los leones, con sus hijos y sus
mujeres. Y no habían llegado aún al fondo del foso, cuando ya los leones se
apoderaron de ellos y les trituraron todos los huesos.
Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos,
naciones y lenguas que habitan sobre la tierra: «¡Tengan ustedes paz en
abundancia! Yo ordeno que en todo el dominio de mi reino se tiemble y se sienta
temor ante el Dios de Daniel, porque él es el Dios viviente y subsiste para
siempre; su reino no será destruido y su dominio durará hasta el fin. El salva
y libera, realiza signos y prodigios en el cielo y sobre la tierra. El ha
salvado a Daniel del poder de los leones.»
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor
SALMO Dn 3,
68. 69. 70. 71. 72. 73. 74
Rocíos y escarchas, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo
y glorifíquenlo eternamente!
Hielos y fríos, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo
y glorifíquenlo eternamente!
Heladas y nieves, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo
y glorifíquenlo eternamente!
Noches y días, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo
y glorifíquenlo eternamente!
Luz y tinieblas, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo
y glorifíquenlo eternamente!
Rayos y nubes, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo
y glorifíquenlo eternamente!
Que la tierra bendiga al Señor.
R. Que lo
alabe y glorifique eternamente.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 21, 20-28
Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos,
sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las
montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en
los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que
todo lo que está escrito deberá cumplirse.
¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de
pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios
pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos
a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo
de los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las
estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el
rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo
por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una
nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y
levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.»
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús
REFLEXIONANDO LA PALABRA
El libro de Daniel no se trata de un relato histórico,
sino de una historia edificante. Darío el persa, sucesor de Ciro y de Cambises
aparece como un rey meda. Esta vez el motivo de acusación del justo no es
negarse a comer ciertos alimentos, sino la prohibición de orar al Dios de los
judíos.
Los cortesanos, envidiosos de la ascensión de Daniel,
le tienden una trampa y obtienen de Darío un decreto por el que prohíbe a todo
el mundo orar, durante un mes, a otro dios que no sea el rey divinizado. Esto
obligaba a todos sus súbditos, incluidos los judíos, a rendir culto a Baal,
identificado con Zeus. El soberano se consideraba como la manifestación del
dios griego.
Daniel fue sorprendido orando a su Dios y es acusado
de no adorar al rey como único dios. Daniel, lanzado al foso, es custodiado por
un ángel de Dios.
La providencia
del Señor se encarga, según el relato, de apaciguar a las fieras, para que de
ese modo hasta el rey Darío tenga que confesar su error y reconocer la grandeza
del Dios de Daniel, del Dios de Israel.
La actitud de Daniel constituye una exhortación a
preferir el martirio a la apostasía. Daniel aparece como el símbolo de la
«fidelidad a Dios, que triunfa de todos aquellos que conspiran contra él». La
intriga, aunque sea astuta, no logra otra cosa que poner de relieve la virtud
de Daniel, ya que él no irá contra Dios. Daniel ahora es salvado de la boca de
los leones. Lo que los envidiosos ignoran es que Dios es sobradamente poderoso
para salvar de todo.
El Dios de Daniel es el Dios vivo, permanece siempre.
Los que permanecen fieles a la ley de Dios, a pesar de las persecuciones y
tentaciones del mundo, nunca quedan abandonados. Vale la pena mantener la fe,
porque es el único camino para la felicidad verdadera.
Es la tercera vez que Jesús anuncia, con pena, la
destrucción de Jerusalén. Lucas mezcla dos planos: el de la caída de Jerusalén
que probablemente ya había sucedido cuando él escribe este evangelio y la
segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas, el
estruendo del mar, el miedo y la ansiedad “ante lo que se avecina”.
Los discípulos habían preguntado por la señal que
daría paso a la restauración de Israel. Jesús les responde ahora hablándoles de
señales cósmicas que ya, en los profetas, eran símbolo de la caída de un orden
social injusto y la inauguración de un mundo distinto. La caída del régimen
opresor judío, vendrá seguida de la caída sucesiva de los opresores paganos.
La caída de la ciudad santa es entendida como la
consecuencia de haber rechazado la salvación que se le ofrecía en Jesús.
Jesús expresa
su compasión por las víctimas. Y pone en guardia a los discípulos para que no
perezcan. Lo visto y experimentado en la caída de la ciudad se convierte en
urgente invitación a aceptar aquella propuesta.
Por otro lado, el tiempo que se inaugura a partir de
ese acontecimiento, deberá ser leído en clave positiva. La visión profética
trata de descubrir en el desarrollo de la historia las oportunidades de
salvación que se presentan, por eso, tanto la destrucción de Jerusalén y del
poder de los paganos que los oprimía es también ocasión de la proclamación del
anuncio de salvación.
Por eso la perspectiva ante la venida con poder del
Hijo del Hombre es optimista: el anuncio no quiere entristecer, sino animar
invitando a alzar la cabeza porque se acercan los tiempos nuevos marcados por
la liberación.
Sea en el momento de nuestra muerte, que no es final,
sino comienzo de una nueva manera de existir mucho más plena; sea en el momento
del final de la historia, con la venida de Cristo no en humildad y pobreza,
como en Belén, sino en gloria y majestad; sea en cada acontecimiento del
presente donde descubrimos el paso de Dios somos llamados a alzar la cabeza y
levantarnos, porque son tiempos de salvación. Somos nuevamente invitados a
tener confianza en la victoria de Cristo Jesús: el Hijo del Hombre viene a
salvar a los hombres y a renovar la creación.
Nos hace bien en este tiempo pensar que la meta es la
victoria final, junto al Hijo del Hombre: Él ya atravesó en su Pascua la
frontera de la muerte e inauguró para sí y para nosotros la nueva existencia,
los cielos nuevos y la tierra nueva. Nos toca ahora trabajar, para alcanzarlos,
llevando a cabo la misión que inició Cristo y que nos confió a nosotros.
Esperar activamente, levantar la cabeza y no bajar los brazos: esto es caminar
en esperanza.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
Yo he venido para que tengan vida y vida en
abundancia" (Jn 10,10)✍
Hechos
que son Noticias
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