Color: VERDE
29 de
noviembre de 2019
El Reino de
Dios está cerca
Lectura de
la profecía de Daniel 7, 2-14
Yo miraba en
mis visiones nocturnas, y vi los cuatro vientos del cielo que agitaban el gran
mar. Y cuatro animales enormes, diferentes entre sí, emergieron del mar. El
primero era como un león y tenía alas de águila. Yo estuve mirando hasta que
fueron arrancadas sus alas; él fue levantado de la tierra y puesto de pie sobre
dos patas como un hombre, y le fue dado un corazón de hombre. Luego vi otro
animal, el segundo, semejante a un oso; él estaba medio erguido y tenía tres
costillas en su boca, entre sus dientes. Y le hablaban así: « ¡Levántate,
devora carne en abundancia!»
Después de
esto, yo estaba mirando y vi otro animal como un leopardo; tenía cuatro alas de
pájaro sobre el dorso y también cuatro cabezas, y le fue dado el dominio.
Después de esto, yo estaba mirando en las visiones nocturnas y vi un cuarto
animal, terrible, espantoso y extremadamente fuerte; tenía enormes dientes de
hierro, comía, trituraba y el resto lo pisoteaba con las patas. Era diferente
de todos los animales que lo habían precedido, y tenía diez cuernos. Yo
observaba los cuernos, y vi otro cuerno, pequeño, que se elevaba entre ellos.
Tres de los cuernos anteriores fueron arrancados delante de él, y sobre este
cuerno había unos ojos como de hombre y una boca que hablaba con insolencia.
Yo estuve
mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su
vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana
pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego
brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y centenares de
miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos
unos libros.
Yo miraba a
causa de las insolencias que decía el cuerno: estuve mirando hasta que el
animal fue muerto, y su cuerpo destrozado y entregado al ardor del fuego.
También a los otros animales les fue retirado el dominio, pero se les permitió
seguir viviendo por un momento y un tiempo.
Yo estaba
mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo
como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta
él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los
pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y
su reino no será destruido.
Palabra de
Dios.
Te alabamos
Señor
SALMO Dn 3, 75. 76. 77. 78. 80. 81
Montañas y
colinas, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Todo lo que
brota sobre la tierra, bendiga al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Manantiales,
bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Mares y
ríos, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Cetáceos y
todo lo que se mueve en las aguas, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Todas las
aves del cielo, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Todas las
fieras y animales, bendigan al Señor.
R. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Lectura del
santo Evangelio según san Lucas 21,
29-33
«Miren lo
que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes,
ustedes se dan cuenta que se acerca el verano. Así también, cuando vean que
suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca.
Les aseguro
que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.»
Palabra del
Señor.
Gloria a ti
Señor Jesús
REFLEXIONANDO
LA PALABRA
Por la
deslumbrante riqueza de las imágenes, por la fuerza profética y por la
profundidad teológica de los temas el capítulo VII de Daniel, que meditamos hoy
y mañana sábado, es el más importante de toda la apocalíptica bíblica. Ahora es
Daniel quien tiene una “visión nocturna”, llena de simbolismos extraños.
El mar, en
la Escritura es símbolo del abismo, del caos, de la maldad. De él surgen cuatro
bestias que detentarán el poder en el mundo. Estos cuatro animales describen
los cuatro imperios sucesivos: el babilónico, el de los medos, el de los persas
y el griego, de Alejandro y sus sucesores seléucidas, con sus “diez cuernos”,
tantos como reyes de aquella dinastía. Pero de esas bestias no puede esperarse
ni la salvación ni la paz. Lo único que hacen es destruir, pisotear, triturar a
las naciones. Pero a una bestia, que además de hacer todos esos males profiere
blasfemias, se ordena matarla, descuartizarla y echarla al fuego. También aquí
se detiene más el vidente en el reinado último, el de Antíoco, su
contemporáneo, al que describe como más cruel y feroz que nadie.
Pero lo
importante es la visión del trono de Dios, los miles y miles de seres que le
aclaman y, finalmente, la aparición de “una especie de hombre que viene entre
las nubes del cielo: a él se le dio poder, honor y reino. Su reino no
acabará”. Todo poder viene de Dios, de
lo alto, no de lo bajo, de la maldad. Y ha sido puesto por Dios para regir al
pueblo y no para destruir a los suyos. Todo reino es pasajero; sólo “Una
especie de hombre”, “uno con la apariencia de hombre”. “un hijo de hombre”, que
no viene del abismo sino entre las nubes del cielo, Aquel que procede de Dios y
ha puesto su morada entre nosotros, posee un Reino que jamás será destruido,
pues no actuará sino bajo la guía del Espíritu del mismo Dios.
Jesús, el
Mesías, es el que sabe interpretar la historia, el que recibe el reino perpetuo
y aparecerá al final como Juez supremo de la humanidad.
La lectura
de Daniel es una invitación a tener una mirada profética hacia el futuro, al
final de los tiempos, con el reinado universal y definitivo de Cristo, el
Triunfador de la muerte.
El pueblo se
congrega en torno a Jesús para escucharlo.
En el pasaje que hoy quiere mostrarles de qué modo se debe leer la
realidad. Usando una metáfora fácilmente comprensible para su audiencia
campesina muestra que del mismo modo que un árbol anuncia sus frutos por medio
de las flores y los retoños, de la misma manera, la realidad muestra signos de
lo que vendrá. Se trata de descubrir en el presente los signos de los
acontecimientos que están por venir.
Jesús
inauguró ya hace dos mil años el Reino de Dios. Cayó Jerusalén. Luego cayó Roma.
Más tarde otros muchos imperios e ideologías. La comunidad de discípulos de
Jesús, generación tras generación, intenta transmitir al mundo sus valores,
evangelizarlo, para que el árbol dé frutos y la salvación alcance a todos. El reino de Dios todavía está madurando, y no
ha alcanzado su plenitud. El reino de Dios se trata de una realidad que no
irrumpe abruptamente sino que se va abriendo paso como la savia que hace brotar
hojas nuevas en los árboles después de los fríos del invierno.
La
comparación que Jesús propone advierte al pueblo sobre los peligros que lleva
el asegurarse únicamente en las garantías que ofrece un gran templo, la
provisión económica, las conveniencias políticas y la solidez de unas grandes
murallas. Estas seguridades los volverán ciegos ante los signos del Reino que
Dios suscitaba en medio de ellos.
La
realización plena del Reino de Dios, puede ser desde ahora adelantada cada vez
que vivimos algo de ese Reino, en el hoy de nuestra historia. Lo que se nos
exige es estar atentos a los signos de los tiempos, donde se hace visible esa
cercanía del Reino de Dios en una actitud de discernimiento permanente.
Nuestra vida
se mueve entre una historia y un proyecto. La invitación del Señor es a
aprender de las lecciones del pasado, con deseo de superación. Pero, sobre
todo, a vivir intensamente el presente, el único instante que tenemos en
nuestras manos para construir. No podemos estancarnos por nostalgia del pasado,
ni por miedo a lo que puede llegar en el porvenir. El mejor camino para
afrontar el futuro es viviendo intensamente el momento presente. La vida eterna
se construye hoy.
Es necesario
comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones. En el
fondo, no debemos esperar encontrar la fecha de cumplimientos de profecías
viejas o premoniciones cabalísticas: es la cercanía o lejanía del Reino lo que
nosotros podemos y debemos discernir de entre los signos de los tiempos.
Vivimos
muchas veces bajo el peso de las pruebas y de las incomprensiones, del dolor y
del mismo pecado; sin embargo Jesús nos invita a levantarnos, a alzar la
cabeza.
Lo que
aparentemente puede aparecer como destrucción y dolor, para los creyentes, por
el contrario, se nos presenta como el comienzo de una nueva posibilidad que
Dios está ofreciendo. Permanezcamos vigilantes porque cada momento de nuestra
vida puede ser un paso de Dios, un tiempo de gracia y de encuentro con el Dios
que nos salva.
José Alirio
Lagarejo Palomeque
Sacerdote
Yo he venido
para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10)✍
Hechos que
son Noticias
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