lunes, 4 de noviembre de 2019

Martes, XXXI Semana. Tiempo Ordinario




Color: VERDE

5 de noviembre de 2019

Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma    12, 5-16a

Hermanos:

Todos nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo, y en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los otros. Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe. El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe. El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría.

Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el bien. Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos. Con solicitud incansable y fervor de espíritu, sirvan al Señor. Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración. Consideren como propias las necesidades de los santos y practiquen generosamente la hospitalidad.

Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca. Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes.

Palabra de Dios.
Te alabamos Señor

SALMO    Sal 130, 1. 2. 3

R.    Señor, guarda mi alma en la paz, junto a ti.

Mi corazón no se ha ensoberbecido, Señor,
ni mis ojos se han vuelto altaneros.
No he pretendido grandes cosas
ni he tenido aspiraciones desmedidas. R.

No, yo aplaco y modero mis deseos:
como un niño tranquilo en brazos de su madre,
así está mi alma dentro de mí. R.

Espere Israel en el Señor,
desde ahora y para siempre. R.


Lectura del santo Evangelio según san Lucas    14, 15-24


Uno de los invitados le dijo: « ¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!»

Jesús le respondió: «Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente. A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: “Vengan, todo está preparado.” Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: “Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes.” El segundo dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes”. Y un tercero respondió: “Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir.”

A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: “Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos.”

Volvió el sirviente y dijo: “Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar.”

El señor le respondió: “Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa. Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena.”»

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús

REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO DE HOY MARTES 5 DE NOVIEMBRE DE 2019

Pablo termina la exposición «doctrinal», y pasa a las «aplicaciones prácticas» de orden más moral: hay que sacar conclusiones concretas que permitan vivir de acuerdo al designio de Dios. La primera consecuencia concreta es la «unidad» de la comunidad cristiana.
Los primeros cristianos venían de ambientes muy diferentes, con usos y costumbres diametralmente opuestos los unos a los otros. El peligro de escisión, amenazaba siempre.

San Pablo da el «principio» de la unidad: todos nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte, los unos miembros de los otros.
Pablo también insiste sobre la diversidad de los dones recibidos de Dios. Fundamental que nos sintamos un único cuerpo eclesial, el cuerpo de Cristo. Y que unos a otros nos apoyemos y ayudemos, como los miembros de un cuerpo trabajan para el bien del conjunto. Cada uno con lo que pueda.

Pablo hace una enumeración de actitudes para que vaya bien la vida de la comunidad: caridad, cariño, diligencia en el trabajo, esperanza alegre, firmeza, acogida y hospitalidad, solidaridad con los que ríen y con los que lloran, humildad…
Como base para la fraternidad, Pablo urge a no tener grandes pretensiones, sino a ponerse al nivel de la gente humilde.

Debido a las leyes religiosas de la época, una inmensa mayoría del pueblo quedaba excluida del culto y la religión. La exclusión también se extendía a causa de la procedencia, las posibilidades económicas, la posición social. Los jefes del pueblo mantenían a toda costa aquellas diferencias. Jesús las ignora completamente, y comienza por hacer presente el reino de Dios, invitando a entrar en él a todos los marginados y excluidos.

Por medio de Jesús, en la parábola, Dios “se cuenta a Sí mismo”. Dios es como un rey que ha preparado las bodas de su hijo, con la ansiedad propia de los días que preceden a esa fiesta.
La idea del “banquete del reino de Dios” también llamado “banquete mesiánico”, la encontramos por primera vez en el profeta Isaías, dando así origen a las expectativas sobre una futura era mesiánica; caracterizada por la reunión que hace Dios de todas las naciones en un gran banquete. Ese banquete ya está siendo ofrecido por el Padre al pueblo israelita precisamente en Jesús.

Sin embargo, los que van a gozar de ese banquete son aquellos que menos lo esperan. Los que pusieron los propios intereses por encima del reino de Dios, quedan excluidos. Los tres ejemplos de este pasaje evangélico resumen la respuesta de todos los que viven para sí y no aceptan la invitación porque las preocupaciones, las riquezas y los placeres, son más importantes.
Ante el desprecio, el dueño de la casa muestra su indignación pero no se resigna. El plan de salvación universal manifestado con la presencia del reino de Dios, se realizará, aunque Israel, el primer invitado, lo rechace.

La gratuidad absoluta es el gran signo; se invita entonces a los que no poseen nada, como figura de los paganos. Como no se consideran dignos, tienen que ser persuadidos a entrar.
Hoy, Dios sigue recorriendo las plazas. Hoy, nosotros estamos invitados a la cena salvífica de Dios, a las bodas del hijo del rey, a la mesa pascual. La humanidad coja, lisiada, ciega; es esa humanidad a la que Dios invita a las bodas, no a una humanidad ideal. La alegría será a la medida del asombro de encontrarnos en la sala de bodas, a pesar de nuestros defectos y de nuestras miserias.
El cristiano tiene por regla la vida de Jesús. El amor se hace servicio. Y la Iglesia, reunión de cojos, de lisiados, de miserables y de mediocres, participa del servicio que le brinda su Maestro. Sabe que debe su ser a la gracia, y que ha sido hecha para la comunión con Dios. Cuando vive la humildad del servicio desinteresado, cueste lo que cueste, del Hijo Único, sabe que participa ya de la victoria pascual.

José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote

"Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10)


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