4 de noviembre de 2019
No invites a quienes pueden devolverte..
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma 11, 29-36
Hermanos:
Los dones y el llamado de Dios son irrevocables.
En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero
ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia.
De la misma manera, ahora que ustedes han alcanzado
misericordia, ellos se niegan a obedecer a Dios. Pero esto es para que ellos
también alcancen misericordia. Porque Dios sometió a todos a la desobediencia,
para tener misericordia de todos.
¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la
ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus
caminos! ¿Quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero?
¿Quién le dio algo, para que tenga derecho a ser retribuido? Porque todo viene
de él, ha sido hecho por él, y es para él. ¡A él sea la gloria eternamente!
Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor
SALMO Sal 68,
30-31. 33-34. 36-37 (R.: 14c)
R.
Respóndeme, Dios mío, por tu gran amor.
Yo soy un pobre desdichado, Dios mío,
que tu ayuda me proteja:
así alabaré con cantos el nombre de Dios,
y proclamaré su grandeza dando gracias. R.
Que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan al Señor:
porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a sus cautivos. R.
Porque el Señor salvará a Sión
y volverá a edificar las ciudades de Judá:
el linaje de sus servidores la tendrá como herencia,
y los que aman su nombre morarán en ella. R.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 14, 12-14
Jesús dijo al que lo había invitado: «Cuando des un
almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así
tengas tu recompensa.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los
pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte,
y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús
REFLEXIONANDO LA PALABRA
La lectura de la carta a los Romanos de este lunes nos
recuerda el proyecto salvífico de Dios, abierto a todos. En esa perspectiva se
sitúa el himno de alabanza con el que termina este texto, conclusión de la
sección doctrinal de la carta.
Tanto los paganos como los judíos han caído en
desobediencia. Unos y otros han necesitado la misericordia de Dios. Todos son
pecadores y todos han sido perdonados. Ése es el punto de partida del plan de
salvación.
Esto hace exclamar a Pablo un himno de admiración a la
generosidad y a la sabiduría de Dios. Insondable la profundidad de la riqueza,
de la sabiduría, de la ciencia de Dios. Es él, Dios, quien nos ha dado todo
gratuitamente, tanto a judíos como a paganos.
La iniciativa la ha tenido Dios, encerró a todos los
hombres en la rebeldía, para usar con todos ellos de misericordia.
Dios permite que cada hombre pase por el pecado de la
desobediencia para que experimente la vanidad, el vacío y la incapacidad de su
voluntad… a fin de abrirlo entonces a la única salida de la gratuidad del amor
divino.
La misericordia tiene la última palabra.
Jesús ya recomendó no ir buscando los primeros puestos
al ser invitados. Ahora, en el marco de una gran cena en casa de uno de los
jefes de los fariseos, anuncia de una manera radical algunas de las exigencias
del Reino de Dios.
Al que lo había invitado le dice “Cuando des una
comida o una cena, no invites a tus “amigos”, ni a tus “hermanos” ni a tus
“parientes”, ni a tus “vecinos ricos” si lo hacemos así, lo que estamos
buscando en el fondo, es que luego ellos nos inviten.
Si seguimos el criterio de Jesús y la nueva lógica del
reino, si invitamos “a pobres, lisiados, cojos y ciegos”, no podrán pagarnos, y
entonces el que nos premiará será Dios.
El evangelio se nos presenta muchas veces opuesto a
nuestros criterios espontáneos y a las directrices de este mundo. En el mundo
todo se calcula y se mide, la rentabilidad es la norma y alcanzar el éxito es
el valor supremo. Los importantes son los que saben manejarse, “todos trepan” y
muchos sólo cuentan cuando sirven a intereses personales y satisfacen los
deseos y necesidades de los que alcanzaron el primer lugar.
A pesar de esto, las palabras del evangelio de hoy,
desvelan el fondo del corazón de Dios y son una invitación a nuestra
conversión. Jesús invierte el orden de valores, o los pone en su verdadero
lugar: grande es el que sirve; vive el que muere a sí mismo; rico es el que se
desprende de todo para ser colmado con lo que recibe y recoge.
Dios llama gratuitamente; y los destinatarios serán
todos aquellos a quienes los hombres atribuyen los últimos lugares. Sin
embargo, a los ojos de Dios son los más queridos, porque no tienen nada de qué
presumir y no tendrán con qué pagar.
El discípulo de Jesús no se mueve por el egoísmo que
busca la recompensa de sus servicios. Da, ama, sin buscar nada a cambio. Por
eso sirve a los pobres, a los excluidos; hasta a los enemigos. Sólo así se
asegurará la única recompensa, la del Padre, la que tiene valor definitivo.
Esta nueva actitud surge de una profunda experiencia
de la misericordia de Dios, que gratuitamente se ha acercado a los hombres.
Sólo, con esa manera de vivir el creyente se hace en el mundo signo del amor
del Dios bueno, que hace salir el sol sobre justos e injustos. Sólo el Padre es
recompensa auténtica para el servicio desinteresado del creyente.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
"Yo he venido para que tengan vida y vida en
abundancia" (Jn 10,10)✍
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