3 de
diciembre de 2019
Primera
lectura
Lectura del
libro de Isaías (11,1-10):
AQUEL día,
brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz
florecerá un vástago.
Sobre él se
posará el espíritu del Señor:
espíritu de
sabiduría y entendimiento,
espíritu de
consejo y fortaleza,
espíritu de
ciencia y temor del Señor.
Le inspirará
el temor del Señor.
No juzgará
por apariencias
ni
sentenciará de oídas;
juzgará a
los pobres con justicia,
sentenciará
con rectitud a los sencillos de la tierra;
pero
golpeará al violento con la vara de su boca,
y con el
soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia
será ceñidor de su cintura,
y la
lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el
lobo con el cordero,
el leopardo
se tumbará con el cabrito,
el ternero y
el león pacerán juntos:
un muchacho
será su pastor.
La vaca
pastará con el oso,
sus crías se
tumbarán juntas;
el león como
el buey, comerá paja.
El niño de
pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente,
y el recién
destetado extiende la mano
hacia la
madriguera del áspid.
Nadie
causará daño ni estrago
por todo mi
monte santo:
porque está
lleno el país del conocimiento del Señor,
como las
aguas colman el mar.
Aquel día,
la raíz de Jesé
será elevada
como enseña de los pueblos:
se volverán
hacia ella las naciones
y será
gloriosa su morada.
Palabra de
Dios
Te alabamos
Señor
Salmo
Sal
71,1-2.7-8.12-13.17
R/. Que en
sus días florezca la justicia
y la paz
abunde eternamente.
V/. Dios
mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia
al hijo de reyes,
para que
rija a tu pueblo con justicia,
a tus
humildes con rectitud. R/.
V/. En sus
días florezca la justicia
y la paz
hasta que falte la luna;
domine de
mar a mar,
del Gran Río
al confín de la tierra. R/.
V/. Él
librará al pobre que clamaba,
al afligido
que no tenía protector;
él se
apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la
vida de los pobres. R/.
V/. Que su
nombre sea eterno,
y su fama
dure como el sol;
él sea la
bendición de todos los pueblos,
y lo
proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Lucas (10,21-24):
En aquella
hora Jesús se llenó de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy
gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas
cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre,
porque así te ha parecido bien.
Todo me ha
sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni
quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y,
volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados
los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y
reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros
oís, y no lo oyeron».
Palabra del
Señor
Gloria a ti
Señor Jesús
REFLEXIONANDO
LA PALABARA
La paz es
uno de los bienes más grandes, constantemente implorados en el Antiguo
Testamento. La verdadera paz llegará a la tierra recién con la venida del
Mesías. Isaías, un profeta de la corte y amante de la dinastía davídica,
esperaba al rey Mesías del linaje de David. Y esperaba que el reinado de este
descendiente sea en verdad un reinado de fidelidad a la Ley de Dios.
La imagen
del tronco y del renuevo le sirve a Isaías, para anunciar que, a pesar de que
el pueblo de Israel parece un tronco seco y sin futuro, Dios le va a infundir
vida y de él va a brotar un retoño que traerá a todos la salvación.
Jesé era el
padre del rey David. Por tanto el «tronco de Jesé» hace referencia a la familia
y descendencia de David, que será la que va a alegrarse de este nuevo brote. La
«raíz de Jesé» se erguirá como enseña y bandera para todos los pueblos.
Esta página
del profeta fue siempre interpretada como un anuncio de los planes salvadores
de Dios para los tiempos mesiánicos aunque la profecía no se dispara hacia un
“más allá” celestial. El profeta espera que en verdad un rey reine de esta
manera.
Y el modo de
reinar y de impartir la justicia ha de ser a favor de los pobres.
El Espíritu
de Dios reposará sobre el Mesías y lo colmará de sus dones. Por eso su juicio
será siempre justo, doblegará a los violentos y en su tiempo reinará la paz.
La salvación
que Jesús viene a traer recuperará el orden querido por Dios en la creación, en
donde ni los animales, ni los hombres se causarán daño entre sí. Esa paz será
garantizada por la experiencia de Dios y por la justicia con los pobres.
Jesús se
estremece de júbilo en el Espíritu por lo que ha sido revelado a los pobres y
sencillos. Y lo hace utilizando una fórmula de bendición que es familiar a los
judíos. A lo largo del día los judíos piadosos eran invitados a dar gracias a
Dios por todo diciéndole: ” Bendito Tú eres por…” Este es un tipo de plegaria
que Jesús hacía a menudo.
En este
momento su acción de gracias surge de la contemplación del trabajo que el Padre
está haciendo en el corazón de los hombres. En una sociedad, hija del poder y
de la sabiduría de los grandes, no era normal que los sencillos, los
ignorantes, los sin poder, los que experimentaban todo tipo de pobreza,
tuvieran una participación activa. Los fuertes y poderosos les quitaban todo
protagonismo, los anulaban y los convertían en vasallos pasivos. Era peligroso
que los pobres y sencillos tuvieran iniciativa o participación en las
decisiones, porque eso se traduciría, tarde o temprano, en conciencia crítica,
en autonomía, en rebelión, en búsqueda de justicia.
Por eso,
cuando Jesús ve actuar a los que hasta ese momento habían sido dejados de lado,
su corazón rompe en alegría incontenible.
Si a partir de la aceptación de la Palabra de
vida, el miedo de los excluidos se transforma en valentía, la exclusión en
inclusión, la marginación en participación activa, hay esperanzas de un mundo
nuevo.
Jesús en su
modo de anunciar el Reino abrió un camino nuevo para el conocimiento de Dios.
Ya no será por los caminos de la ciencia o de la sabiduría humana, sino por los
caminos de la sencillez y la humildad que podremos abrirnos al don de Dios y
alegrarnos de su salvación. El conocimiento de Dios pasará por una práctica de
la justicia, según el Evangelio, que lleva a una existencia más solidaria,
fraterna, de entrega, comunicación, comunión con otros, y destronamiento de
toda clase de egoísmos que dominen al hombre y la creación.
Esta nueva
sabiduría, los prudentes, los sabios, los autoritarios, los autosuficientes no
la necesitan. En cambio, para los pobres, una palabra de consuelo, una mano
tendida, son más valorados que muchos tratados de paz. Saben descubrir lo
aparentemente invisible, porque están habituados a vivir de lo esencial. Éste
será el camino de Jesús y el nuestro. Su misión pasará por el aparente fracaso
y sólo algunos pocos serán fieles.
Esta nueva
sabiduría que viene de un corazón pobre, acepta que la acción de Dios está
mediada por la vida e historia de una persona concreta que es Jesús, el que
venía de Galilea y murió en Jerusalén. “Nadie sabe quién es el Hijo sino el
Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo”.
Conocimiento
del Padre por la familiaridad y el amor. La verdadera felicidad del discípulo
será participar en esta familiaridad que lo hace vivir con gozo y certeza la
presencia de la salvación. Y esta es la esperanza. Para vivirla se necesita
pequeñez y pobreza.
Dejar que el espíritu se pose en nosotros para
ser contados entre aquellos que son dichosos por ver lo que ven. Comienza así
el tiempo tan esperado de la paz verdadera.
Celebrar el
Adviento no es otra cosa que dejarnos modelar interiormente por la presencia del
Espíritu, crear espacio en nuestra vida para que podamos recibir sus dones de
sabiduría, de discernimiento y fortaleza… todos ellos necesarios para descubrir
los senderos por donde El quiere que camine nuestra Iglesia en este tiempo.
José Alirio
Lagarejo Palomeque
Sacerdote
"Yo he
venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10)✍
Hechos
que son Noticias
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