Color: MORADO/BLANCO
11 de diciembre de 2019
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (40,25-31):
«¿CON quién podréis compararme,
quién es semejante a mi?», dice el Santo.
Alzad los ojos a lo alto y mirad:
¿quién creó esto?
Es él, que despliega su ejército al completo
y a cada uno convoca por su nombre.
Ante su grandioso poder, y su robusta fuerza,
ninguno falta a su llamada.
¿Por qué andas diciendo, Jacob,
y por qué murmuras, Israel:
«Al Señor no le importa mi destino,
mi Dios pasa por alto mis derechos»?
¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?
El Señor es un Dios eterno
que ha creado los confines de la tierra.
No se cansa, no se fatiga,
es insondable su inteligencia.
Fortalece a quien está cansado,
acrecienta el vigor del exhausto.
Se cansan los muchachos, se fatigan,
los jóvenes tropiezan y vacilan;
pero los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas,
echan alas como las águilas,
corren y no se fatigan,
caminan y no se cansan.
Palabra de Dios
Te alabamos Señor
Salmo
Sal 102,1-2.3-4.8.10
R/. Bendice, alma mía, al Señor
V/. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
V/. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.
V/. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestro pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,28-30):
«Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo los
aliviaré.
Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso
y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es
llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús
REFLEXIONANDO LA PALABRA
El destierro se prolonga y el pueblo no deja de repetir que
ya no hay futuro ni salvación posible.
Todo se pone en tela
de juicio y a Dios se lo acusa de haberse olvidado de su pueblo. En esa
circunstancia se alza el profeta que no tolera semejantes reproches. La certeza
de la fidelidad de Dios tiene que seguir siendo la piedra angular de la fe de
Israel. Por eso los invita a poner la vista más allá: Dios es el dueño del
mundo, es el único, el incomparable, el santo y por lo tanto tiene que rendir
cuentas a nadie. Él es el fiel y no abandona su obra de salvación.
El profeta acaba con un acto de fe: «Los que esperan en
Yahvé renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas». Si el pueblo se había
sentido abandonado en el exilio, y estaba cansado de esperar, el Señor nunca se
cansa y está atento a las súplicas de su pueblo.
Con la multiplicación de leyes y preceptos, la dependencia
agobiante de la estructura religiosa se había convertido en una carga
insoportable; era el “yugo” que pesaba sobre la gente. El aparato religioso que
se había montado, en lugar de proporcionar el espacio sagrado para el encuentro
con Dios, lo reducía a un ámbito al que sólo podían acceder algunos
privilegiados. El legalismo fariseo había creado en torno suyo una moral sin
alegría, ni paz.
Jesús se presenta como humilde y sencillo. Con esta
afirmación se contrapone, en general, a “los sabios y entendidos”, y, en particular,
a los autosuficientes maestros de la ley.
Las palabras de Jesús son una invitación a la esperanza.
Jesús ofrece en contraposición a todo el peso de la ley que sofocaban el
espíritu, el yugo y la carga de su ley, que por ser “el amor” resulta suave y
fácil de llevar. De allí nace la invitación a deshacer lazos esclavizantes y
establecer un nuevo tipo de relación religiosa aprendiendo del Él,
identificándonos con Él; viviendo con Él y desde Él.
Para poder cargar con su yugo nos invita a ir a Él, porque
nos quiere cercanos, discípulos en la escuela del amor, en la que se aprende
por la gratuidad del compartir. Sólo en esta escuela se puede aprender el
verdadero sentido liberador de la ley. Jesús no exige menos que los demás
rabinos; exige de otra manera. Abre primero la puerta del reino de la
misericordia a los “pobres” y a los “mansos”; después los invita a una nueva
“justicia”.
Jesús hoy pide que nos acerquemos a Él porque su yugo es el
más liviano. Y no es que no implique luchas, desalientos, y hasta
persecuciones. La carga ligera que nos ofrece es la experiencia del Evangelio
que nos enseña a amar y a perdonar, a ser solidarios con los que sufren, a
compartir lo que tenemos. A crear un mundo más justo y más humano en el que
podamos vivir como hermanos, como amigos.
Para eso nace Jesús y para eso nos preparamos en este
Adviento: para recibirlo en nuestras vidas, para comprometernos con Él a llevar
el peso de los que están abrumados o caídos bajo el peso de sus angustias y
dolores.
En la liturgia de hoy, si bien, tanto el profeta como Jesús,
nos hablan de los que están cansados, nos asegura que Dios quiere ayudar a los
desfallecidos comunicándoles su fuerza.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia"
(Jn 10,10)
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