miércoles, 8 de enero de 2020

Feria de Navidad 9 de enero



Color: BLANCO

Jueves, 9 de enero de 2020

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 4, 19–5, 4

Queridos hermanos:
Nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.
Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.
Todo el que cree que Jesús es el cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él.
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.

Salmo
Sal 71, 1-2. 14 y 15bc. 17 R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

Él resacatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.
Recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día. R/.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.


Lectura del santo evangelio según San Lucas 4, 14-22a

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca.
Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.

Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús
REFLEXIONANDO LA PALABRA

San Juan, en su Primera Carta, sin miedo a ser reiterativo, insiste en el amor. En el amor de Dios y a Dios. Y, como garantía de ese amor a Dios, amor a los hermanos. Porque, «si alguien dice que ama a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso: pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve».

La escena evangélica tiene lugar en Nazaret, donde Jesús, siguiendo su costumbre, acude en el sábado a la sinagoga. Allí le pidieron que se encargara de la lectura sagrada, y así lo hizo, completándola con la correspondiente homilía sobre el párrafo del Profeta Isaías que acababa de proclamar.

La Palabra, en la sinagoga de Nazaret.
Lucas 4, 14-22ª
En Navidad, cuyo eco todavía nos resuena, la Palabra de Dios, el Verbo de Dios, hizo su presencia entre nosotros. Después de dos mil años todavía lo recordamos, lo vivimos y lo celebramos. Pero, lo de Nazaret no fue un mero recuerdo y celebración, fue mucho más. No se atuvo a lo que le pidieron –aquello podía hacerlo cualquiera-, y se explayó con sus paisanos como lo que era aunque ellos todavía no lo creyeran. “Hoy se cumple –aquí, entre vosotros- esta Escritura que acabáis de oír”. ¿Y qué era lo que acababan de oír? “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”.

¿Os acordáis de la respuesta de Jesús a los discípulos de Juan Bautista sobre su identidad? “Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados” (Lc 7,22). Así se identificó Jesús en Nazaret, ante Juan y ante todos cuantos necesitaron de él. Eso es lo que hizo a lo largo de su vida.

La Palabra hoy, aquí y ahora
Como los paisanos de Jesús en Nazaret, nosotros escuchamos su Palabra y comprendemos la convergencia entre Palabra de Dios y envío a dar la buena noticia a los hombres, a anunciar la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos y el año de gracia para todos. Porque la Palabra de Dios hay que escucharla, pero no es para solamente escucharla, sino para convertirla en hechos, para realizarla, para encarnarla.

“No todo el que me dice ‘Señor’, ‘Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21). O sea, Jesús pide hoy a sus seguidores que escuchen la Palabra y, haciéndola vida, la cumplan. Y a los que la cumplan, los conocerá; a los que sólo la oigan o sólo la sepan, no.

En la práctica, quizá hoy más que nunca necesitemos acudir al Espíritu en busca de claves de interpretación de esta Palabra proclamada de Dios. Como en el caso de Jesús, ésta siempre tiene que ser buena noticia, evitando miedos, tristezas y, sobre todo, desconfianzas. Tiene que ayudarnos a encontrar y mantener el sentido de la vida mediante una actitud de conversión continua. Que, sin necesidad de decirlo, todos los que nos escuchen o contacten con nosotros, noten el “hoy se cumple en nosotros” lo que estamos oyendo.

José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote

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