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BLANCO
Jueves, 9 de
enero de 2020
Primera
lectura
Lectura de
la primera carta del apóstol san Juan 4, 19–5, 4
Queridos
hermanos:
Nosotros
amemos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y
aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien
ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.
Y hemos
recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.
Todo el que
cree que Jesús es el cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el
ser ama también al que ha nacido de él.
En esto
conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus
mandamientos.
Pues en esto
consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos
no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha
conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.
Salmo
Sal 71, 1-2.
14 y 15bc. 17 R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra
Dios mío,
confía tu juicio al rey,
tu justicia
al hijo de reyes,
para que
rija a tu pueblo con justicia,
a tus
humildes con rectitud. R/.
Él
resacatará sus vidas de la violencia,
su sangre
será preciosa a sus ojos.
Recen por él
continuamente
y lo
bendigan todo el día. R/.
Que su
nombre sea eterno,
y su fama
dure como el sol;
él sea la
bendición de todos los pueblos,
y lo
proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.
Lectura del
santo evangelio según San Lucas 4, 14-22a
En aquel
tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se
extendió por toda la comarca.
Enseñaba en
las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a
Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los
sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del
profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu
del Señor está sobre mí,
porque él me
ha ungido.
Me ha
enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar
a los cautivos la libertad,
y a los
ciegos, la vista;
a poner en
libertad a los oprimidos;
a proclamar
el año de gracia del Señor».
Y,
enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la
sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha
cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le
expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de
su boca.
Palabra del
Señor
Gloria a ti
Señor Jesús
REFLEXIONANDO
LA PALABRA
San Juan, en
su Primera Carta, sin miedo a ser reiterativo, insiste en el amor. En el amor
de Dios y a Dios. Y, como garantía de ese amor a Dios, amor a los hermanos.
Porque, «si alguien dice que ama a Dios y aborrece a su hermano, es un
mentiroso: pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a
quien no ve».
La escena
evangélica tiene lugar en Nazaret, donde Jesús, siguiendo su costumbre, acude
en el sábado a la sinagoga. Allí le pidieron que se encargara de la lectura
sagrada, y así lo hizo, completándola con la correspondiente homilía sobre el
párrafo del Profeta Isaías que acababa de proclamar.
La Palabra,
en la sinagoga de Nazaret.
Lucas 4,
14-22ª
En Navidad,
cuyo eco todavía nos resuena, la Palabra de Dios, el Verbo de Dios, hizo su
presencia entre nosotros. Después de dos mil años todavía lo recordamos, lo
vivimos y lo celebramos. Pero, lo de Nazaret no fue un mero recuerdo y
celebración, fue mucho más. No se atuvo a lo que le pidieron –aquello podía
hacerlo cualquiera-, y se explayó con sus paisanos como lo que era aunque ellos
todavía no lo creyeran. “Hoy se cumple –aquí, entre vosotros- esta Escritura
que acabáis de oír”. ¿Y qué era lo que acababan de oír? “El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia
a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista.
Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”.
¿Os acordáis
de la respuesta de Jesús a los discípulos de Juan Bautista sobre su identidad?
“Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan,
los pobres son evangelizados” (Lc 7,22). Así se identificó Jesús en Nazaret,
ante Juan y ante todos cuantos necesitaron de él. Eso es lo que hizo a lo largo
de su vida.
La Palabra
hoy, aquí y ahora
Como los
paisanos de Jesús en Nazaret, nosotros escuchamos su Palabra y comprendemos la
convergencia entre Palabra de Dios y envío a dar la buena noticia a los
hombres, a anunciar la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos y el año
de gracia para todos. Porque la Palabra de Dios hay que escucharla, pero no es
para solamente escucharla, sino para convertirla en hechos, para realizarla,
para encarnarla.
“No todo el
que me dice ‘Señor’, ‘Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que
hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21). O sea, Jesús pide hoy a sus seguidores
que escuchen la Palabra y, haciéndola vida, la cumplan. Y a los que la cumplan,
los conocerá; a los que sólo la oigan o sólo la sepan, no.
En la
práctica, quizá hoy más que nunca necesitemos acudir al Espíritu en busca de
claves de interpretación de esta Palabra proclamada de Dios. Como en el caso de
Jesús, ésta siempre tiene que ser buena noticia, evitando miedos, tristezas y,
sobre todo, desconfianzas. Tiene que ayudarnos a encontrar y mantener el
sentido de la vida mediante una actitud de conversión continua. Que, sin necesidad
de decirlo, todos los que nos escuchen o contacten con nosotros, noten el “hoy
se cumple en nosotros” lo que estamos oyendo.
José Alirio
Lagarejo Palomeque
Sacerdote
Que Dios
llene de paz tu casa y bendiga tu vida✍
Hechos que
son Noticias
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