Color: BLANCO
17 de enero de 2020
Primera
lectura
Primera lectura
Lectura
del primer libro de Samuel 8, 4-7. 10-22a
En
aquellos días, se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Ramá, donde
estaba Samuel.
Le
dijeron:
«Tú eres
ya un anciano, y tus hijos no siguen tus caminos. Nómbranos, por tanto, un rey,
para que nos gobierne, corno se hace en todas las naciones».
A Samuel
le pareció mal que hubieran dicho:
«Danos un
rey para que nos gobierne».
Y oró al
Señor.
El Señor
dijo a Samuel:
«Escucha
la voz del pueblo en todo cuanto te digan. No es a ti a quien rechazan, sino a
mí, para que no reine sobre ellos».
Samuel
transmitió todas las palabras del Señor al pueblo que le había pedido un rey.
Samuel
explicó:
«Este es
el derecho del rey que reinará sobre vosotros: se llevará a vuestros hijos los
para destinarlos a su carroza y a su caballería, y correrán delante de su
carroza. Los destinará a ser jefes de mil o jefes de cincuenta, a arar su
labrantío y segar su mies, a fabricar sus armas de guerra y los pertrechos de
sus carros. Tomará a vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. Se
apoderará de vuestros mejores campos, viñas y olivares, para dárselos a sus
servidores. Cobrará el diezmo de vuestros olivares y viñas, para dárselo a sus
eunucos y servidores. Se llevará a vuestros mejores servidores, siervas y
jóvenes, así como a vuestros asnos, para emplearlos en sus trabajos. Cobrará el
diezmo de vuestro ganado menor, y vosotros os convertiréis en esclavos suyos. Aquel
día os quejaréis a causa del rey que os habéis escogido: Pero el Señor no os
responderá».
El pueblo
se negó a hacer caso a Samuel y contestó:
«No
importa. Queremos que haya un rey sobre nosotros. Así seremos como todos los
otros pueblos. Nuestro rey nos gobernará, irá al frente y conducirá nuestras
guerras».
Samuel
oyó todas las palabras del pueblo y las transmitió a oídos del Señor.
El Señor
dijo a Samuel:
«Escucha
su voz y nómbrales un rey».
PALABRA
DE DIOS
TE
ALABAMOS SEÑOR
Salmo
Sal 88,
16-17. 18-19
R/. Cantaré eternamente tus misericordias,
Señor
Dichoso
el pueblo que sabe aclamarte:
caminará,
oh, Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre
es su gozo cada día,
tu
justicia es su orgullo. R/.
Porque tú
eres su honor y su fuerza,
y con tu
favor realzas nuestro poder.
Porque el
Señor es nuestro escudo
y el
Santo de Israel nuestro rey. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos 2, 1-12
Acudieron
tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y
vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían
presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba,
abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo
Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
«Hijo,
tus pecados te son perdonados».
Unos
escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
«¿Por qué
habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?».
Jesús se
dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:
«¿Por qué
pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son
perdonados” o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”?
Pues,
para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para
perdonar pecados -dice al paralítico-:
“Te digo:
levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se
levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se
quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
«Nunca
hemos visto una cosa igual».
PALABRA
DEL SEÑOR
GLORIA A
TI SEÑOR JESÚS
REFLEXIONANDO LA PALABRA
“No te rechazan a ti, sino a mí; no me quieren por
rey”
Esta primera lectura refleja una de las tentaciones
contantes de los hombres de cualquier tiempo ante Dios. Nos situamos en el
Antiguo Testamento, en la época de Samuel: ver a Dios como un enemigo, como
alguien que le roba su libertad y no le deja ser él. Así lo reconoce Dios ante
Samuel: “No te rechazan a ti, sino a mí; no me quieren por rey”. En esa
tentación caen los que piensan que Dios, bien a través de los profetas, bien a
través de su Hijo Jesús, con sus indicaciones sobre cómo debe ser nuestra
conducta, lo que hace es robarnos la libertad. Si nos dice todo lo que debemos
de hacer ¿dónde queda nuestra libertad?
Una vez más, hay que aclarar esta situación. Dios no
quiere robarnos nuestra libertad, que él mismo nos ha dado. Lo que quiere,
porque nos ama, y porque sabe más que nosotros, es señalarnos el verdadero
camino que conduce a vivir con gozo y sentido nuestra vida. Sobre todo, a
través de su Hijo Jesús trata de convencernos de que libremente aceptemos lo
que él nos dice. De que aceptemos vivir el amor, la verdad, la justicia, el
perdón, la sencillez… que él nos índica
y no sus contrarios, porque es el único camino que conduce a nuestro bien.
Todas las sendas contrarias a las de Jesús nunca nos llevan a la felicidad que
prometen. A estas alturas de nuestra vida, hemos experimentado que Jesús tiene
razón, que no nos roba nuestra libertad, sino que nos indica el verdadero
camino de nuestra felicidad.
“¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?”
Jesús, poco a poco, se fue dando a conocer cuando
empezó a predicar su mensaje. Poco a poco, con todo lo que decía y hacía,
quería que sus oyentes cayesen en la cuenta de que además de ser hombre era
Dios, era el Hijo de Dios.
El evangelio de hoy es una buena prueba de ello. Ya se
ha corrido la fama de que cura a los enfermos que acuden a él. Por eso, los
amigos de un paralítico se lo acercan a Jesús, evidentemente para que le cure
de su dolencia física. Pero Jesús, despistando a los presentes, empieza curando
el corazón del enfermo, perdonando sus pecados: “Hijo, tus pecados quedan
perdonados”.
La reacción interna de unos letrados allí presentes es
la correcta: “¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados
fuera de Dios?”. Dieron en el calvo: Solo Dios puede perdonar nuestros pecados.
Si Jesús lo hizo es porque es Dios, es el Hijo de Dios. Y para corroborarlo
curó al paralítico: “levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”.
Sigamos acudiendo a Jesús, el Hijo de Dios. Es capaz
de curar las enfermedades de nuestro cuerpo y de nuestro interior, de nuestro
corazón.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
Que Dios llene de paz tu casa y bendiga tu vida✍
Hechos
que son Noticias
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