sábado, 1 de diciembre de 2018

I Domingo de Adviento - Ciclo C

2 de diciembre de 2018

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (33,14-16):

YA llegan días
—oráculo del Señor—
en que cumpliré la promesa
que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.
En aquellos días y en aquella hora,
suscitaré a David un vástago legítimo
que hará justicia y derecho en la tierra.
En aquellos días se salvará Judá,
y en Jerusalén vivirán tranquilos,
y la llamarán así:  “Es Señor es nuestra justicia”.

                                                                                                               Palabra de Dios
                                                                                                            Te Alabamos Señor

Salmo
Sal 24

R/. A ti, Señor, levanto mi alma

V/. Señor, enséñame tus camino, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

V/. El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

V/. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (3,12–4,2)

Hermanos:
Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguir adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.

Palabra de Dios
Te Alabamos Señor

Evangelio

Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36), del domingo, 2 de diciembre de 2018


Lectura del santo Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús

REFLEXIONANDO LA PALABRA

De la espera a la esperanza

Comienza el Adviento. Es tiempo de preparación para la Navidad,
cuando celebraremos el nacimiento de Jesús
Comienza el Adviento. Es tiempo de preparación para la Navidad, cuando celebraremos el nacimiento de Jesús. A todos nos sale en ese tiempo a flote el corazón de niño, a veces demasiado hundido entre las muchas preocupaciones, problemas y trabajos. Pero las cuatro semanas de Adviento son algo más que un tiempo de preparación para esa celebración. La espera del aniversario del nacimiento de Jesús, nos sitúa en la misma tensión en que vivió el mundo y la creación entera ante el nacimiento del Mesías. Hace dos mil años es como si un escalofrío hubiese recorrido el mundo. El Salvador estaba a punto de llegar. Nos gustaría que la salvación prometida en Jesús se hubiese manifestado ya del todo. Y ésta es precisamente la tensión en que vamos a vivir estas cuatro semanas. La espera de la celebración del nacimiento se nos mezcla con la esperanza que el Señor Jesús venga definitivamente a nuestros corazones y a nuestro mundo.

Las lecturas que la liturgia nos propone estos domingos, sobre todo los dos primeros, se dirigen a alentar esa esperanza. Porque sabemos que vivimos en el ya sí de la fe pero en el todavía no de su manifestación plena. Porque sabemos que creemos pero que no somos capaces de llevar a la práctica de una forma total esa fe que tenemos. Porque creemos que Jesús, al resucitar, nos ha liberado de la muerte, pero nosotros todavía tenemos que pasar por ese trago amargo. Y hay demasiado dolor y sufrimiento en este mundo. Por todo ello deseamos vivamente que se cumpla la palabra de Jesús, que su reino llegue a nosotros. De nuestro corazón sale continuamente un “¡Ven, Señor Jesús!”. Eso es vivir en la esperanza.

La primera lectura de este domingo y el Evangelio nos ponen en esa tesitura. Viene el Señor y con él trae la justicia y el derecho. La paz será una realidad para todos (primera lectura). En el Evangelio resuena todavía el eco de los anuncios apocalípticos que escuchábamos hace pocos domingos, pero hay un mensaje nuevo que cierra el ciclo y da sentido a todo lo que se ha dicho en esos mensajes: “Cuando empiece a suceder esto, levanten, alcen la cabeza, se acerca su liberación”. De esa forma la esperanza supera al temor.

Pero hay que ir a la segunda lectura para encontrar la clave que nos diga como se debe vivir este tiempo de esperanza. Nos pide Pablo que rebosemos de amor mutuo. Ésa será la forma como, cuando llegue Jesús, nos encontrará santos e irreprochables. Una vez más es el amor la característica que ha de llenar la vida del cristiano. Su esperanza se ha de manifestar en una especial capacidad de amar a los que viven cerca de él. Porque el que espera a un Dios que es amor y reconciliación vive ya bajo la ley del amor y de la reconciliación. Si no es así, es que su esperanza no es auténtica.

Para reflexionar

¿Siento como míos los dolores y sufrimientos de mis hermanos y hermanas en este mundo? ¿Cómo podría irme preparando para la celebración del nacimiento de Jesús? ¿Qué signos de esperanza podríamos ofrecer en nuestra comunidad o parroquia?

(Pbro José Alirio Lagarejo Palomeque)

"Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10).✍

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