martes, 12 de febrero de 2019

Miércoles, V Semana. Tiempo Ordinario

Color: VERDE
Miércoles, 13 de febrero de 2019

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (2,4b-9.15-17):

El día en que el Señor Dios hizo tierra y cielo, no había aún matorrales en la tierra, ni brotaba hierba en el campo, Porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre que cultivase el suelo; pero un manantial salía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo.
Entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo. Luego el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.
El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara.
El Señor Dios dio este mandato al hombre: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir».

Palabra de Dios
Te Alabamos Señor

Salmo
Sal 103,1-2a.27-28.29be-30

R/ Bendice, alma mía, al Señor

Bendice, alma mía, al Señor, ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. R/

Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes. R/

Les retiras el aliento, y expiran, y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. R/

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,14-23):

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre».
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: «También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina». (Con esto declaraba puros todos los alimentos).
Y siguió: «Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».

Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús



REFLEXIONANDO LA PALABRA

Quienes participamos diariamente en la Eucaristía, habremos podido observar que hoy se nos ofrece una nueva narración de la creación, que hemos meditado hace un par de días. Hoy se nos dice en prosa, bajo el género de hermosa leyenda, lo que antes se nos dijo en un solemne poema. Los Santos Padre hablaban de la admirable condescendencia de Dios, que nos transmite su verdad en lenguaje humano y con las formas y géneros usuales entre nosotros.

Además el autor bíblico echa mano de leyendas ya existentes en el Oriente Medio, pero pedagógicamente purificadas para nosotros. Un mito muy conocido hablaba de una guerra entre los dioses buenos y los dioses malos; los primeros habrían vencido, y con la sangre de los malos habrían amasado el barro para crear al hombre. Omitiendo estos datos politeístas y burdos, el Génesis nos enseña, con gran sencillez y profundidad, que somos terrenos y supraterrenos: barro modelado por Dios y vivificado por su aliento. Debemos comprometernos con la materia, con el planeta, sin olvidar que somos más que materia.

Y a esa antropología se añade una teología de la creación, como algo hermoso, útil y puesto al servicio del hombre. Dios desea un mundo harmónico, bello y fértil, y un hombre feliz como centro de la creación. Lo uno y lo otro tan excelente que Dios mismo bajará a “pasear con el hombre a la hora de la brisa”.

Pero junto a ello está la historia del “árbol misterioso”, que no se debe tocar. También figuraba en leyendas corrientes, a las que el autor del Génesis da un nuevo contenido. El hombre de todas las épocas ha pretendido dominar lo divino, manipular a Dios; ha practicado magia y brujería, adivinación por cuantos medios se ha imaginado, nigromancia; se ha negado a respetar el misterio de Dios. Y esto continúa: por ahí están los autodenominados “videntes”, los echadores de cartas, los brujos, los que dicen que tienen “poderes”… Quizá incluso se han multiplicado en nuestro tiempo, como contrapeso al secularismo que ha pretendido negar todo espacio a Dios. Pero la increencia no se combate con superstición, sino con auténtica fe, que implica “respeto” a Dios; “ahora ya sé que temes a Dios”, se le dice a Abrahán. Seamos admiradores y buenos cuidadores de la creación, y agradecidos y respetuosos con el Creador.

Y no podemos concluir sin hacer un subrayado en el evangelio. A propósito del joven David, a quien Dios elegía para ser rey de Israel y prefiguración del futuro mesías, dice el anciano Samuel que “los hombres ven la apariencia, mientras que el Señor se fija en el corazón” (2Samuel 16,7). Si algo fustigó Jesús fueron las exterioridades que no iban acompañadas de la correcta actitud interior; ¿qué sentido tienen purificaciones externas, “lavarse las manos”, cuando lo que está sucio es el corazón? Hagamos hoy nuestro el conocido cántico: “Danos, Señor, un corazón nuevo; derrama en nosotros un espíritu nuevo”.

Pbro José Alirio Lagarejo Palomeque

"Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10).✍

VI Domingo. Tiempo Ordinario Ciclo C



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