sábado, 3 de agosto de 2019

XVIII Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo C

Color: VERDE

  4 de agosto de 2019

Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiastés (1,2;2,21-23):

¡Vanidad de vanidades!, —dice Qohélet—. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!
Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia.
Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?
De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.

Palabra de Dios
Te alabamos Señor

Salmo
Sal 89

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

V/. Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna. R/.

V/. Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. R/.

V/. Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?
Ten compasión de tus siervos. R/.

V/. Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-5.9-11):

Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.
En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.
¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos.

Palabra de Dios
Te alabamos Señor


Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):

EN aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».

Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús

REFLEXIONANDO LA PALABRA

Las estadísticas comprueban que una de las principales causas de conflictos y discusiones entre las familias son los problemas de herencias. En el Evangelio de hoy Jesucristo es interrogado en una de estas discusiones de herencias. El Maestro aprovecha para dejar clara su enseñanza sobre los bienes materiales.

1. Es bueno tener
Jesucristo no le reprocha a este buen hombre que se preocupe por los bienes de la herencia. Es más, en la parábola tampoco reprocha al que ha pasado a la historia como «el insensato» por tener una buena cosecha. Cristo sabe, con un sano realismo, que los hombres necesitamos bienes materiales. Cuando el demonio le tentó en el desierto, responde: «No sólo de pan vive el hombre», pero también de pan. El hombre necesita bienes, por lo normal, menos de los que él cree, y es lícito trabajar por aumentar el propio patrimonio. El problema clave, tengamos muchos o pocos bienes, no es qué tengo, sino cómo lo tengo.

2. Pero, ¿cómo lo tengo?
En la parábola, el insensato escucha la recriminación de Dios. ¿Por qué has puesto todas tus ilusiones en el dinero, en la gran cosecha que has tenido? Has sido inteligente derribando tus graneros y construyendo otros más grandes para guardar la cosecha, pero te has olvidado de lo principal para cualquier hombre, no sólo para el cristiano: el amor a los demás. El hombre está hecho para amar y ser amado, para dar y darse a los demás, y también recibir de ellos. Ahí radica la diferencia entre vivir para tener o tener para vivir. El que vive para tener tiene una única preocupación: tener, poseer más, enriquecerse más. ¿Para qué? En el fondo no lo sabe, pero tiene que tener, tener y tener. Si para lograr ese fin necesita pisotear a su prójimo, engañar a su conciencia, no ser honesto y sincero, da lo mismo. Todo con tal de tener yo, disfrutar yo y darme la buena vida yo. Primero yo, después yo, y si queda algún hueco, también yo. La postura contraria es la del que tiene para vivir. Se preocupa, sanamente y con paz, de los bienes materiales, necesarios porque somos cuerpo, además de alma. Sabe disfrutar de esos bienes, y no apoya sobre ellos toda su realización personal. Son necesarios, pero hay cosas mucho más importantes: los detalles de amor hacia el otro cónyuge, unas palabras de ánimo y apoyo para con los amigos, una colaboración sincera en la parroquia, en algún proyecto evangelizador o humanitario…

3. La hora de la verdad
El Evangelio también nos recuerda una de las pocas certezas que tenemos desde el día de nuestro nacimiento: que vamos a morir. ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? No sabemos, pero antes o después, dejaremos esta vida. Y no nos podremos llevar nada material. De ahí la importancia de atesorar bienes espirituales. Necesitamos comer, vestirnos… pero necesitamos mucho más que nuestro espíritu vaya atesorando las riquezas que no se acaban. Eso es lo que recriminó Dios al insensato. La conclusión de una buena cosecha significó para él comer, beber, darse la buena vida, disfrutar, y olvidarse de lo que merece la pena. Qué diferencia, a la hora de la muerte, entre el empresario materialista que ha vivido sólo para tener más, y el empresario sensato, que ha trabajado con su corazón puesto en amar a Dios y a los demás, en hacer el bien a sus semejantes, en poder dar trabajo a más personas. Uno morirá solo y olvidado, mientras el otro dejará un gran bien aquí en la tierra, y encontrará el Bien Supremo en el cielo.

MO PROPÓSITO PERSONAL

Examinaré, en un momento de oración, mi actitud ante los bienes materiales que poseo.

Fraternalmente tu hermano en la fe José Alirio Lagarejo Palomeque

"Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10).✍

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