Color: VERDE
11 de septiembre de 2019
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses
(3,1-11):
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de
allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los
bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida
está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra,
entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. En
consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación,
la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. Eso es
lo que atrae el castigo de Dios sobre los desobedientes. Entre ellos andabais
también vosotros, cuando vivíais de esa manera; ahora, en cambio, deshaceos de
todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca!
No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo, con sus obras,
y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta
llegar a conocerlo. En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y
gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres,
porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.
Palabra de Dios
Te alabamos Señor
Salmo
Sal 144,2-3.10-11.12-13ab
R/. El Señor es bueno con todos
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su
grandeza. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu
reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad
de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,20-26):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus
discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los
que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los
hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame,
por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque
vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros
padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis
vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque
tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros
padres con los falsos profetas.»
Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús
REFLEXIONANDO LA PALABRA
Las Bienaventuranzas
Las Bienaventuranzas, si no nos puede la rutina, son una
revolución, ponen patas arriba la escala de valores que manejan los mortales.
Ya no están en primera fila la violencia, la riqueza, el dominio, el prestigio
y cosas así. Quedan sustituidos por la paz, la mansedumbre y la pobreza del
Reino. Lo que era maldición se torna fuente de felicidad.
Hoy nos toca la versión de San Lucas. Ya sabemos que son más
populares las de San Mateo. Lucas se queda sólo con cuatro, y tienen un tono
más agresivo, menos matizado que Mateo y, en contrapunto, añade cuatro “ay”, a
modo de malaventuranzas, hacia los satisfechos y llenos de sí mismos.
Es de rigor comparar las Bienaventuranzas con los Diez
Mandamientos del Sinaí. Es el Viejo y el Nuevo Testamento frente a frente.
Recordamos esas cosas elementales: el Decálogo está escrito en piedra; aquí, en
el corazón del hombre, corazón que resulta nuevo. Allí, se trata de una ley de
mínimos; cerca del lago, se pretende el máximo de la ley, que se hace amor y
santidad. En el Sinaí, encontramos la ley por excelencia; en las Bienaventuranzas,
la liberación o superación de la ley. En fin, donde había normas morales, Jesús
coloca una realidad viva. Así, este espejo de vida moral es un ideal de vida
abierto a todo el mundo. Los que se sienten muy buenos nunca lo podrán alcanzar
en su plenitud; los que se sientan frágiles y pecadores sepan que tienen un
camino por donde comenzar a andar.
El esquema de su formulación es tripartito: una llamada a la
felicidad, los sujetos de esa felicidad y la razón de su felicidad. Jesús
comienza llamándonos a la felicidad; todos buscan la felicidad, aun los que
dicen que no la buscan. La novedad chocante radica en los sujetos de la misma:
los pobres, los hambrientos, los que lloran, los despreciados a causa del Hijo
del hombre. La luz aparece en la tercera parte, en la promesa de Jesús: porque
el Reino les pertenece, porque será grande la recompensa en el cielo.
Nosotros podemos adoptar diversas actitudes. Algunas
negativas. Por ejemplo, que, por repetir tantas veces las palabras de las
Bienaventuranzas, se nos hayan quedado sin color y sin sabor; no nos hieren, no
nos dicen. Otra cosa negativa sería pensar que son irreales; que no son manjar
para todos. Y, acaso, si no se piensa,
se actúa como si así se pensara.
Esperemos que nosotros seamos de los cristianos que nos sintamos felices
de verdad porque hemos encontrado la razón de esa felicidad. Dios nos ofrece un
Reino nuevo, y nosotros vemos lo que no ven los ojos del mundo. La vida en
Cristo, vivir en Cristo es vivir de los frutos de su Espíritu: paz,
mansedumbre, justicia, pobreza. Es decir, las Bienaventuranzas.
Fraternalmente tu hermano en la fe José Alirio Lagarejo
Palomeque
"Yo he venido para que tengan vida y vida en
abundancia" (Jn 10,10)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario