11 de marzo
de 2020
¿Se paga el
bien con el mal?
Desoír los
oráculos del profeta Jeremías, maquinar contra él, fue la respuesta del pueblo
tras Jeremías interceder por su desgracia ante Dios.
Jeremías, se
pregunta si el precio del bien es el mal. Y no es una mala pregunta ante un
mundo desagradecido. A lo largo de toda la historia de la salvación, se muestra
a un Dios convencido de que ha de ser el alfarero que recrea sus piezas de
barro cuando éstas le salen mal. Dios quiere destruir a su pueblo, pero se
arrepiente cuando éste se convierte.
De alguna
manera, Israel es un pueblo desagradecido con su Dios. No recuerda de cuánto lo
ha liberado. Siempre hay un ídolo, una maldad, un pecado al que se adhieren
antes que a Dios. Israel no agradece su liberación de la esclavitud.
Estamos
asistiendo a una generación similar. Abuelos que crían prácticamente a sus
nietos, y son olvidados después en su ancianidad, por hijos y nietos. El
egoísmo y la falta de agradecimiento, el utilitarismo, se muestran como las
causas, unidas al abandono irresponsable que viven los ancianos.
¿Es justo
pagar el bien con el mal? No, no lo es. Es una irresponsabilidad. Está en juego
el sentido de la justicia. El sentido de la vida. Además, es una forma egoísta
de expresarse en la vida. La ingratitud es la consecuencia del egoísmo. La
incapacidad de ver más allá de tus propios acontecimientos e intereses.
La
ingratitud es tener un corazón sin alma ni recuerdos de amor ofrecido con
generosidad, que olvida o desprecia los beneficios recibidos, es la ceguera del
amor, la utilización de lo donado, la infravaloración de cuanto te han amado.
Hacer daño a la persona que ha dado su vida por ti, optar por el mal, es
desdeñar la importancia de la vida compartida. Es vivir la vida sin Dios.
Oremos en
esta Cuaresma por cuantos abuelos son abandonados a su suerte por la ingratitud
de sus hijos. Pidamos para que en su soledad encuentren a Cristo consuelo de
los afligidos.
Dar la vida
en rescate por muchos
En
Andalucía, sur de España, se usa mucho la expresión “salir por peteneras”. Es
una expresión que significa que te sales del hilo de la conversación. Desviar
el discurso con una incongruencia, frecuentemente para no pronunciarse en una
cuestión comprometida.
En este
Evangelio sucede lo mismo. Mientras Jesús instruye a sus discípulos sobre lo
que le va a suceder de forma profética: de su pasión, muerte y resurrección, la
madre de los Zebedeos, pide los primeros puestos para sus hijos en el Reino de
los Cielos.
Es una forma
de no querer entender y aceptar el anuncio que Jesús les hace al pedir los
primeros puestos para sus hijos. Jesús aprovecha la ocasión para instruirlos en
el servicio. “No sabéis lo que pedís”, les dice. Y les pregunta si son capaces
de beber el cáliz de la amargura qué Él (Jesús) va a beber.
Aunque la
respuesta a la pregunta de Jesús fue afirmativa por parte de los Zebedeos,
Jesús les instruye sobre el servicio. El primero de todos es el que se pone al
servicio de los demás, y pasa por ser el último. No cabe el lenguaje de la
tiranía y la opresión en medio de la Nueva Iglesia establecida por la Sangre de
Cristo en la Cruz.
A veces
comprendemos las relaciones en la Iglesia como una forma de poder y prestigio.
No deja de ser un error seguir evitando el tema del servicio que estableció
Cristo con su lenguaje de cercanía y ternura de Dios para con los más
desfavorecidos. Un lenguaje universal e inclusivo de salvación. La Iglesia, con
sus instituciones caritativas abre oportunidades a los más necesitados. Los
gestos que el Papa Francisco está teniendo con los pobres, abriendo partes de
las propiedades de la Iglesia, para que sean atendidos, no deja de ser un gesto
proféticamente actual en la línea que predicó Cristo: El servicio. Dar la vida
en rescate por muchos.
Servir con
Cristo ha de ser nuestro compromiso. Hemos de mirar bien nuestro papel y
nuestro posicionamiento en la Iglesia. No podemos salir por peteneras para no
comprometernos con los más necesitados. En esta cuaresma se nos pide una
oración más reflexiva. Oremos para que nuestro servicio a los más necesitados
esté más presente en nuestros trabajos y actitudes.
JOSÉ ALIRIO
LAGAREJO PALOMEQUE
SACERDOTE
El Señor me
escuchó y tuvo compasión de mí. El Señor
se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11) ✍
Hechos que son Noticias
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