Color: Morado
7 de marzo de 2020
Primera lectura
Lectura del libro del Deuteronomio 26, 16-19
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Hoy el Señor, tu Dios, te manda que cumplas estos
mandatos y decretos. Acátalos y cúmplelos con todo tu corazón y con toda tu
alma.
Hoy has elegido al Señor para que él sea tu Dios y tú
vayas por sus caminos, observes sus mandatos, preceptos y decretos, y escuches
su voz. Y el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te
prometió, y observes todos sus preceptos.
Él te elevará en gloria, nombre y esplendor, por
encima de todas las naciones que ha hecho, y serás el pueblo santo del Señor,
tu Dios, como prometió».
PALABRA DE DIOS
TE ALABAMOS SEÑOR
Salmo
Sal 118, 1-2. 4-5. 7-8
R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor
Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la ley del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R/.
Tú promulgas tus mandatos
para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus decretos. R/.
Te alabaré con sincero corazón
cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus decretos exactamente,
tú no me abandones. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 43-48
«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo’ y
aborrecerás a tu enemigo”.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por
los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace
salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio
tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a
vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también
los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es
perfecto».
PALABRA DEL SEÑOR
GLORIA A TI SEÑOR JESÚS
REFLEXIONANDO LA PALABARA
«Hoy te has comprometido a aceptar lo que el Señor te
propone»
En la festividad de acción de gracias por las
cosechas, los judíos recitaban una confesión de fe que no era sino su propia
Historia, esa en la que el Señor se revela y compromete con su Pueblo y, al
mismo tiempo, propone una Alianza exigente que concreta en los Mandamientos.
Lo fundamental del Decálogo es el compromiso de Amor:
“Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y toda tu alma”. Los judíos no
solo tenían estos diez principios, sino otras muchas normas para regular su
vida de compromiso para con Dios y entre ellos. El problema era que fiaban más
en la literalidad que en el corazón de la Ley, más en la justicia humana que en
la misericordia, que es la “justicia de Dios”.
Dios nos amó primero y se reveló en nuestra historia
y, con Cristo, en nuestra propia carne. La verdadera Fe consiste no solo en
guardar y cumplir, sino en hacer vida ese Amor incondicional que nos entrega.
Ciertamente no es fácil, es un reto exigente, pero contamos con Él. Somos su
Pueblo.
Cada uno de nosotros estamos llamados a hacer presente
al Señor en nuestra historia y en la de todos los hombres, nuestros hermanos.
La Iglesia es el Nuevo Israel que se siente comprometida en la obra de
Salvación que es la construcción del Reino.
«Yo, en cambio, os digo»
Este texto de San Mateo conjuga perfectamente con el
del libro del Deuteronomio y aclara de manera definitiva lo que es el corazón
de la Ley. Jesús, el Mesías esperado, enseña con la autoridad de Dios porque es
Él mismo quien se hace presente en la vida de los hombres. Los escribas y
doctores de Israel habían hecho del Decálogo un conjunto de normas humanas en
la que “aprisionar” al Dios de la Alianza.
Por eso, en el Evangelio Jesús utiliza la expresión:
“Habéis oído que se dijo…” para enfatizar… “pero yo os digo” La Alianza tiene
su fundamento en el Amor y siempre es liberadora, pero, también, y al mismo
tiempo exigente y comprometida. El Amor a Dios, en este sentido, implica a
nuestros hermanos los hombres, incluso a los que no nos tienen por tal: los
enemigos.
Las palabras de Jesús suponen toda una actitud de vida
que Él mismo testimonió en la cruz: “perdónalos, Señor porque no saben lo que
hacen”. Dios es Amor y Misericordia infinitos e incondicionales. El mal que nos
rodea nos impide muchas veces percibir a Dios en el Amor, porque preferimos
“otros amores” que en realidad no son sino afectos, sentimientos que aprisionan
nuestro corazón y nos impiden “ver” más allá de mí mismo al hermano, hijo tan
querido como yo, por Dios.
El amor al que nos llama el Señor es ciertamente
difícil. Pero es un mandato expreso a cada uno de nosotros: “sed perfectos como
vuestro Padre celestial es perfecto”. Pero en este camino no estamos solos.
Dios nos sostiene y acompaña en el “huerto de los olivos” y en el “calvario” de
nuestra vida y de nuestra muerte.
TEXTO DE REFLEXIÓN
“ […] En el amor a Dios puede haber engaños. Puede
alguien decir que ama a Dios cuando lo único que siente es un calorcillo que le
gusta en su corazón. Puede alguien decir que ama a Dios y lo que ama es la tranquilidad
espiritual que ese supuesto amor le da. Amar al prójimo, en cambio, no admite
triquiñuelas: Se le ama o no se le ama. Se le sirve o se le utiliza. Se
demuestra con obras o es sólo una palabra bonita”.
(José Luis Martín Descalzo: “Razones para vivir”)
José Alirio Lagarejo Palomeque
SacerdoteEl Señor me escuchó y tuvo compasión de
mí. El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal
29,11 ✍
Hechos que son Noticias
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