27 de abril de 2020
El Evangelio de hoy en AUDIO
REFLEXIONANDO LA PALABRA
“No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu
con que hablaba”
Durante la cuaresma hemos podido escuchar en más de
una ocasión que la luz deja al descubierto las obras de las tinieblas y es una
de las cosas que podemos ver con claridad en este texto de los Hechos de los
Apóstoles. Nos encontramos con las estratagemas de aquellos que se ponen a
discutir con Esteban y “no sólo no pueden hacer frente a la sabiduría y al
espíritu con el que hablaba”, sino que urden un plan lleno de mentiras
acusándolo ante el pueblo y el sanedrín. Hacen con Esteban lo mismo que
hicieron con Jesús para que su acusación tuviera efecto y así el alboroto y la furia del pueblo fuera creciendo contra
los hijos de la luz y seguidores de Aquel que pasó por el mundo haciendo el
bien.
Esteban conoció a nuestro Señor durante su vida
terrena pero no fue eso lo que hizo de él un gran discípulo de Jesús. Los
Apóstoles habían recibido la fuerza del Espíritu Santo, ese Espíritu que
aleteaba sobre la tierra como nos cuenta el libro del Génesis, el Espíritu que
sostenía a los profetas en el Antiguo Testamento, el Espíritu del que habla
Jesús en el Evangelio, que asistirá a sus seguidores ante los ataques y las
fuerzas del mal, el Espíritu de Dios, tercera persona de la Santísima Trinidad.
Por eso los judíos que atacaban a Esteban no podían hacer frente a sus palabras
y a la fuerza de su testimonio. Es tiempo para pedirle a Dios una fuerte
unión con él y que nuestras vidas sean fuertes espiritualmente como el ejemplo
que se nos pone delante en este día con Esteban. El dejó su vida hablando de la
bondad de Dios, sin miedos a las mentiras que podían decir sobre él y sobre
todo sin miedo a la muerte, ya que Dios era su único y máximo valedor.
“La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que
él ha enviado”
Cuando el hombre tiene todas sus necesidades básicas
cubiertas le es más difícil elevar los ojos al cielo y buscar al Dios de la
vida que Jesús vino a manifestarnos y que era él mismo. La denuncia de Jesús en
este extracto evangélico es muy clara, no podemos buscar a Dios tan sólo para
cubrir nuestras necesidades humanas, que también son necesarias, pero no única
y exclusivamente. Lo podemos comprobar con claridad en la última frase del
texto que se proclama hoy.
La obra que Dios quiere es que creamos en el Enviado, en su Hijo Jesucristo. Creer en
Jesús no es cosa de ideas ni de discursos, ni siquiera de un momento esporádico
de nuestra vida. Creer en Cristo es una forma de vida y hacerlo vida en
nosotros. El cristiano, sea cual sea su estado de vida, debe hacer visible a
Cristo presente en cada ser humano. Hoy deberíamos no sólo volver a recapacitar
en nosotros cuál es nuestra conducta ante Dios y los hermanos, si son reflejo
de bondad o por el contrario son reflejo del individualismo al que la sociedad
nos invita.
A nivel mundial estamos viviendo circunstancias
dolorosas e inquietantes y ahí es donde Jesús como a sus contemporáneos nos
pone en jaque. Debemos de buscar a Dios para que fortalezca nuestro cuerpo y
nuestro espíritu para poder estar al lado de aquellos que más sufren, de
aquellos que la desesperanza no los deja levantar la cabeza. Las obras de
misericordia que nos propone la Iglesia como modo de santificación no son cosas
pasadas de moda, sino que es la hoja de ruta del seguidor de Cristo, ellas nos
ayudan a desalojar de nuestro corazón el egoísmo y dejar de mirarnos nuestro
propio ombligo para mirar los ojos de los otros, donde encontraremos al Dios
que quizás no nos pueda pagar la factura de la luz, pero sí nos dará la fuerza
necesaria para poder seguir adelante con la certeza y la alegría de pasar por
la vida haciendo el bien, a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo.
Pongámonos enfrente de este texto y digámosle al Señor
con sinceridad por qué lo buscamos, cuáles son nuestras motivaciones más
profundas y sin duda alguna Dios nos hará ver con claridad cuáles son las
conductas que se ajustan al quehacer de Jesucristo, Luz y Señor del mundo y de
la vida, y cuáles son las que, con espíritu de enmienda, debemos cambiar para
hacer con Él la tierra y los cielos nuevos, donde el amor crezca por toda la
eternidad.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
““La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el Señor: sea
nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal 117)✍
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