20 de abril de 2020
REFLEXIONANDO LA PALABRA
Los Hechos de los Apóstoles nos van narrando durante
toda la Pascua la vida de los discípulos y seguidores de Jesús, en esos
primeros tiempos de una iglesia viva, sin miedo
de nada ni nadie y confiada sólo en Jesús.
Pedro y Juan volvieron a la comunidad después de estar en la cárcel y les contaron
que les habían prohibido hablar en nombre de “ÉSE” y todos a una comienzan a orar, se dirigen al
único que pueda salvarlos de aquella situación y darles fuerza para afrontar
todo el sufrimiento que les amenaza y superar toda adversidad.
En su oración ardiente y confiada rezan con el salmo
segundo, igual que lo hiciera el rey David, “¿por qué se amotinan las naciones
y se alían los reyes de la tierra?”.
Como antaño también ahora se han aliado los reyes y los jefes, es decir
Herodes y Poncio Pilatos, contra tu siervo Jesús tu Ungido, y no sólo con Él,
ahora también contra los que creemos en
Él y queremos seguirle y anunciar su palabra.
Dios no se deja vencer en generosidad y su Espíritu
irrumpe con toda su fuerza y vehemencia para llenarlos de valentía y ardor y
así poder propagar el nombre de Jesús, su mensaje, sin miedo, con la libertad
de los hijos de Dios. Y dice el texto “tembló el lugar donde estaban reunidos”.
Ahora también necesitamos de ese Espíritu que haga temblar los cimientos de las almas.
En este tiempo de pascua parece que se siente más vivo y con más fuerza y hay
que tener valentía en no callar y
presentar a Jesús en una sociedad donde el no creer está de moda, pero se buscan otros medios para
interiorizar y buscar la felicidad que el hombre lleva impresa en su
ser y no se encuentra porque sólo Dios puede darla.
El Espíritu Santo
El evangelio de hoy nos presenta a un personaje que
siente la inquietud por el Maestro, las cosas que oye de Él, los milagros y
predicación, por eso le admira y cree que Él es de verdad el Mesías, “Rabí,
sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro porque nadie puede hacer
los signos que tú haces si Dios no está con él".
Nicodemo fue a ver a Jesús de noche, por miedo, por
respeto humano a todos los judíos. Tenía hambre de vivir en esa verdad que
buscaba y anhelaba, pero le faltaba el nacer de nuevo no en la carne sino en el
Espíritu Santo.
“Te lo aseguro”, esta afirmación la repite Jesús por
dos veces: Primero dice “el que no nazca
de nuevo”, después “el que no nazca del agua y del Espíritu”. La pregunta
desconcertante de Nicodemo es “¿cómo puede nacer un hombre siendo viejo?”. No
se trata, le dice Jesús, de nacer en la
carne sino en el espíritu.
Aquí comienza la conversión profunda del corazón y se
empieza a vivir la vida nueva que Jesús proclama, a vivir en el Espíritu Santo,
a nacer del agua purificadora del bautismo que nos hace hijos de Dios y deja su
huella en el alma para que podamos ir creciendo en la fe y el amor.
“El viento sopla donde quiere y oyes su ruido”, igual
que el soplo del Espíritu Santo en nuestras almas nos va dirigiendo casi sin
darnos cuenta, pero modela nuestro ser y nos va transformando en esa imagen
viva de Dios.
¡Ojalá ese Espíritu fuera en nuestra sociedad y en
todos los rincones el que moviera los corazones de todos para poder vivir en
justicia y paz, en igualdad de hermanos, borrando todo egoísmo y deseo de poder
y mirando el bien del otro!
Hoy celebra la Orden de Predicadores a Santa Inés de
Montepulciano, una mujer que desde su juventud se entregó al Señor. Fundadora
de dos conventos y alma contemplativa.
"Llena de carismas del Espíritu Santo, convertida
en lámpara refulgente de caridad y oración, sostuvo con la fuerza de su virtud
el espíritu de sus conciudadanos. Santa Catalina de Siena la llama madre
gloriosa".
JOSÉ ALIRIO LAGAREJO PALOMEQUE SACERDOTE
““La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra
alegría y nuestro gozo” (Sal 117)✍
Hechos que son Noticias
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