9 DE ABRIL DE 2020
Color: BLANCO
SAGRADO TRIDUO PASCUAL
REFLEXIONANDO LA PALABRA
TESTAMENTO
El marco de la celebración de hoy es la Pascua. Para
los judíos la pascua es un memorial en el que se recuerda y actualiza el amor de
Dios que salva a su pueblo. Esto se celebra en una reunión familiar en la que
se recuerda la liberación de sus antepasados, se comparte la comida y, sobre
todo, se da gracias a Dios, se le bendice, por su elección y protección.
Esto es lo que, aquella noche, celebraba Jesús con sus
discípulos y a lo que da un nuevo significado mediante sus gestos y palabras.
El paso de la esclavitud a la liberación del pueblo de Israel, se convierte en
el paso de la muerte a la vida de Jesús. Esta es su pascua, de la que nos hace
partícipes por nuestro bautismo y que hoy celebramos.
Jesús, con los más cercanos, en un encuentro familiar,
condensa lo que ha sido su vida y su enseñanza, les deja su testamento, lo
esencial.
ENTREGA
En torno a la mesa se gesta la nueva vida que nace de
la pascua. Los relatos de la institución de la eucaristía y del lavatorio de
los pies, son distintos pero cuentan lo mismo: la entrega de Jesús. Con ellos,
Jesús llena de sentido los acontecimientos que van a vivir después. No son
otros los que le quitan la vida sino que él mismo la entrega. No celebramos la
muerte de Jesús sino su entrega por nosotros.
El evangelio relata cómo Jesús se levanta de la mesa,
se quita el manto, se ciñe la toalla y se pone a lavar los pies a sus
discípulos. Él, que es el maestro, se deprende de todo y asume el servicio
humilde como camino para construir fraternidad, para construir el Reino de
Dios. Se trata de un gesto que les sorprende y que el mismo Jesús les explica:
«os he dado ejemplo para vosotros también hagáis lo que yo he hecho con
vosotros».
Estas palabras van también dirigidas a nosotros:
¿Cuáles son los mantos de los que nos tenemos que desprender y las toallas que
nos tenemos que ceñir? ¿Cuáles son los pies que tenemos que lavar? ¿Cómo hemos
de servir? Las respuestas siempre comienzan por aquí y ahora, y pasan por
nuestra vida cotidiana. Tal vez sea bueno comenzar por una mirada al espejo
para ver de qué hemos llenado nuestras vidas y qué nos impiden mirar,
acercarnos, servir a otros. También es necesario mirar alrededor y ver a
nuestros mayores, o los hijos, o los compañeros de trabajo, o los alumnos, o
los amigos, o las personas que viven solas a nuestro lado, o aquellos que
sufren la desigualdad o la injusticia que nosotros hemos contribuido a crear…
Cada uno ha de descubrir qué pies ha de lavar y cómo ha de hacerlo: puede ser
escuchando, acompañando, ayudando, defendiendo…
A veces, en este día, pensamos el servicio como algo
extraordinario en la vida. Sin embargo, la pretensión de Jesús es que se
convierta en una actitud permanente, que toda nuestra vida se configure desde
el servicio. Poner nuestra mirada, nuestras manos en los pies del hermano, nos
lleva a inclinarnos haciendo que él sea el centro de nuestra vida, que ocupe el
lugar de nuestro corazón.
El servicio no es un mandato sin más, es una forma de
prolongar lo que Jesús hizo por nosotros y por todos. Esta tarea es encomendada
a todos, como comunidad. El desafío no es pertenecer a la Iglesia sino ser
parte de ella, fecundar con nuestra actitud, nuestros criterios y nuestro
hacer, la fraternidad, la entrega generosa que Jesús realizó: «Esto es mi
cuerpo que se entrega por vosotros».
MEMORIA
Con el gesto de Jesús, el pan y el vino se convierten
en sacramento, en presencia permanente, en alimento para el camino que
realizamos hoy y aquí. El milagro de la eucaristía es la presencia real de
Jesús en medio de nosotros, siendo maestro, consuelo, salud, guía, alimento,
aliento… para el camino.
No podemos interpretar la eucaristía como un recuerdo
hermoso de aquella noche, algo que sucedió en el «ayer». La eucaristía es
memoria que realiza «hoy» lo mismo que sucedió entonces y que nos invita a
preparar el «mañana» de plenitud, de presencia de Dios.
En la eucaristía no somos espectadores sino
protagonistas. El «haced esto en memoria mía» es una invitación a escribir
nuestras propias historias configurándolas con Jesús de Nazaret, haciendo que
nuestra existencia sea también una pascua en la que la muerte da paso a la
vida. Despojarnos de nuestros mantos de seguridades, comodidades, miedos… para
vestirnos con las toallas del servicio, el amor, la entrega generosa... es la
consecuencia concreta de compartir el pan y el vino que se nos entrega.
El Jueves Santo nos trae muchos detalles y elementos
para mirar nuestra vida como personas y como creyentes. Me atrevo a resumirlas
con un mandato que pongo en labios de Jesús: ¡Sed hermanos, sed eucaristía!
El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí. El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11) ✍
Hechos que son Noticias
Mons.
Francisco Ozoria comparte reflexiones en torno a al momento de crisis que vive nuestro país y en
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