4 de abril de 2020
REFLEXIONANDO LA PALABRA
"Los congregaré de todas partes para conducirlos
a su tierra"
Ezequiel y Jeremías dan fe del perdón de Dios a su
pueblo. En su infinita misericordia, Dios, olvida el motivo que hizo que se
dispersaran por el mundo conocido. Dios propone no volver a permitir que Israel
se divida nuevamente en dos reinos; serán uno y estarán regidos por un único
rey.
Pero el pueblo santo volverá nuevamente a alejarse de
la alianza y, abandonando a Dios, se entrega en brazos de la maldad y la
idolatría y nuevamente volverán al exilio. Los reyes Josías, Joaquín y
Sedecías, se van a pervertir y, despreciando los avisos proféticos, van a caer
en manos de Babilonia, donde sufrirán el cautiverio anunciado por los dos
profetas, arrastrando con ellos al pueblo.
Dios ha elegido al Pueblo israelita y le ha impuesto
una ley sencilla, muy exigente en la observancia, pero fácil de seguir. El
pueblo, con sus reyes a la cabeza, van a depreciar la ley de Yahvé, tal vez por
ser demasiado simple, y se entregarán a las prácticas idolátricas de los
pueblos vecinos, desafiando las llamadas a la conversión y el arrepentimiento
de los enviados a corregir los desvíos.
Ante la contumacia del pueblo, Dios va a permitir que
Nabucodonosor derrote a los judíos, destruya el templo, esclavice a miles de
personas, y lleve cautivos.
Puede que nosotros estemos también en sintonía con
estos reyes y opuestos a los mensajes que los profetas de entonces y ahora nos
dirigen. Es posible que nos arriesguemos a la esclavitud que el consumismo y la
falta de solidaridad nos va a producir.
"Conviene que muera uno por el pueblo"
El Evangelio de Juan nos cuenta la situación entre el
pueblo después de resucitar Jesús a Lázaro. Muchos creyeron en él, nos dice,
pero otros fueron a contarlo a los fariseos, a los que faltó tiempo para
convocar el Sanedrín. Tienen miedo de que los invasores romanos acaben con su
acomodada vida y puedan destruirlo todo, pero especialmente el templo, acabando
con su elevado estatus social y su medio de vida ligada al sacerdocio.
Si lo pasamos a los tiempos actuales no será difícil
encontrar semejanzas con nuestras propias vidas, nuestros intereses, y así
llagaremos a justificar que sea conveniente que muera uno por el pueblo, no
importa que sea culpable o inocente, lo que interesa es que muerto el que
estorba, los demás vivamos tranquilos, felices y contentos. Nos lavamos las
manos ante los crímenes que se producen a nuestro alrededor o de los que nos
llegan noticias a través de los medios de comunicación, y no hacemos nada. Como
mucho puede que aplaudamos los actos que autoridades y sacerdotes quieren
imponernos, sin importar que sean acordes con el sencillo mensaje que Cristo
nos dejó y nos sigue dejando: Solo el amor podrá salvarnos.
Se están gestando y brotando leyes que se oponen a
Dios frontalmente y nos quedamos callados o las aplaudimos a veces solo porque
van contra la Iglesia o contra la jerarquía. Una jerarquía que a veces parece
que no tiene a Cristo como Maestro, o nos hacen ver que es así. Puede que el
uso de los medios esté dirigido a crear tipos de conciencia que nos hagan creer
que es bueno que muera uno por el pueblo, justificándolo con un supuesto
peligro general realmente inexistente.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí. El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11) ✍
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