jueves, 2 de abril de 2020

Comentario: Viernes, V Semana de Cuaresma (“El Señor está conmigo”)

Color: MORADO


3 de abril de 2020

Cuando Dios llamó a Jeremías a ser profeta para que anunciase su mensaje, se resistió en un primer momento, pero acabó seducido por Dios: “Me has seducido Yahvé y me dejé seducir, me has agarrado y me has podido”. Y dedicó toda su vida a proclamar la palabra de Dios. Hoy Jeremías nos recuerda cómo gran parte de su pueblo reaccionó ante su predicación: “Mis amigos acechaban mi traspiés: a ver si se deja seducir y lo violaremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él”.

Jeremías tuvo la tentación de renunciar a ser profeta de Dios: “Yo decía: no volveré a recordarlo, ni hablaré más en su nombre. Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía”. Y siguió adelante con su misión de profeta porque el Señor no le había dejado solo. “El Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo”.

Nos es fácil ver a Jesús reflejado en la situación de Jeremías. A Jesús muchos le acogieron y otros le rechazaron. Conocemos su desenlace final terreno. Aunque su Padre no dejó nunca de estar con él y le resucitó al tercer día. A partir de ahí, millones y millones de personas han seguido sus huellas.

“El Padre está en mí y yo en el Padre”
La pasión y muerte de Jesús no fue cuestión de los dos últimos días de su vida terrena, de los llamados jueves santo y viernes santo. Jesús desde que comenzó su vida pública, desde que comenzó a proclamar su buena noticia, su mensaje del reino de Dios… poco a poco se dio a conocer más y más. Sus oyentes, a través de sus palabras y de sus hechos, comenzaron a intuir que Jesús rebasaba los límites humanos y que además de ser hombre era Dios. Entre sus oyentes había personas que quedaban emocionadas con Él y le seguían, y otras que le rechazaban.

Como nos relata el evangelio de hoy, muchos judíos, sobre todos las autoridades religiosas, no estaban dispuestos a admitir tal dignidad para Jesús. Les resultaba blasfemo que Jesús se equipase con Dios. Jesús, en su intento de convencerles, acude al argumento que estaba a su alcance, acude a sus obras, a sus obras que realizaba delante del pueblo. “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí y yo en el Padre”. Pero reaccionan tratando de apedrearle y no cesaron hasta conseguir matarle, clavándole en la cruz de manera injusta.

Después de XXI siglos de la existencia terrena de Jesús, de su vida, muerte y resurrección, millones y millones de personas, entre las que nos encontramos los cristianos de 2020, reconocemos a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios, el que nos hace vivir con sentido y emoción. “Para mí, la vida es Cristo”.

José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote


El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí.  El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11)



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