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MORADO
3
de abril de 2020
Cuando Dios llamó a Jeremías a ser profeta para que
anunciase su mensaje, se resistió en un primer momento, pero acabó seducido por
Dios: “Me has seducido Yahvé y me dejé seducir, me has agarrado y me has
podido”. Y dedicó toda su vida a proclamar la palabra de Dios. Hoy Jeremías nos
recuerda cómo gran parte de su pueblo reaccionó ante su predicación: “Mis
amigos acechaban mi traspiés: a ver si se deja seducir y lo violaremos, lo
cogeremos y nos vengaremos de él”.
Jeremías tuvo la tentación de renunciar a ser profeta
de Dios: “Yo decía: no volveré a recordarlo, ni hablaré más en su nombre. Pero
había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos y
aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía”. Y siguió adelante con su misión de
profeta porque el Señor no le había dejado solo. “El Señor está conmigo, como
fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo”.
Nos es fácil ver a Jesús reflejado en la situación de
Jeremías. A Jesús muchos le acogieron y otros le rechazaron. Conocemos su
desenlace final terreno. Aunque su Padre no dejó nunca de estar con él y le
resucitó al tercer día. A partir de ahí, millones y millones de personas han
seguido sus huellas.
“El Padre está en mí y yo en el Padre”
La pasión y muerte de Jesús no fue cuestión de los dos
últimos días de su vida terrena, de los llamados jueves santo y viernes santo.
Jesús desde que comenzó su vida pública, desde que comenzó a proclamar su buena
noticia, su mensaje del reino de Dios… poco a poco se dio a conocer más y más.
Sus oyentes, a través de sus palabras y de sus hechos, comenzaron a intuir que
Jesús rebasaba los límites humanos y que además de ser hombre era Dios. Entre
sus oyentes había personas que quedaban emocionadas con Él y le seguían, y
otras que le rechazaban.
Como nos relata el evangelio de hoy, muchos judíos,
sobre todos las autoridades religiosas, no estaban dispuestos a admitir tal
dignidad para Jesús. Les resultaba blasfemo que Jesús se equipase con Dios.
Jesús, en su intento de convencerles, acude al argumento que estaba a su
alcance, acude a sus obras, a sus obras que realizaba delante del pueblo. “Si
no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque no me
creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está
en mí y yo en el Padre”. Pero reaccionan tratando de apedrearle y no cesaron
hasta conseguir matarle, clavándole en la cruz de manera injusta.
Después de XXI siglos de la existencia terrena de
Jesús, de su vida, muerte y resurrección, millones y millones de personas,
entre las que nos encontramos los cristianos de 2020, reconocemos a Jesús como
el Mesías, el Hijo de Dios, el que nos hace vivir con sentido y emoción. “Para
mí, la vida es Cristo”.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí. El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11) ✍
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