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BLANCO
21
de mayo de 2020
El Evangelio de hoy en AUDIO
“Razones para la alegría” (Jn 16, 12-15)
El tiempo de la Iglesia es, pues, el tiempo del
Espíritu Santo. Si ayer veíamos a éste
como el Espíritu de la verdad, hoy lo entendemos también como el Espíritu de la
alegría profunda de los creyentes. Idea que
se acentuará de nuevo en el texto que escucharemos mañana. La resurrección de Cristo fundamenta la
alegre esperanza de la nuestra. Y aunque
siempre será cierto que la fe pascual no es un calmante que suprima la dureza
de la vida ni la limitación de la muerte, ni las huellas de esta manifiestas en
el penoso caminar de los hermanos, también es constatable que el que cree y
espera en Cristo mantiene un talante distinto frente a las realidades negativas
de la existencia.
Todo ello porque el Espíritu del Señor resucitado vive
en nosotros, alimentando la esperanza y la alegría, ayudándonos a entender en
cristiano el mensaje positivo que paradójicamente se encierra en términos como
cruz y muerte y enseñándonos abiertamente que la última palabra no la tiene el
mal, sino el bien; no la muerte, sino la vida.
Porque Cristo vive, tenemos vida también nosotros por
su Espíritu. Por eso podemos repetir con
el salmista: No he morir, yo viviré para cantar las hazañas del Señor. Y con
san Pablo: Si nuestra vida está unida a Cristo en una muerte como la suya, lo
estará también en una resurrección como la suya (Rom 6, 5). Así estaremos prontos para dar razón de
nuestra fe y esperanza a todo el que nos la pide (I Pe 3, 15). ¡Espléndida formulación del estilo cristiano
que sabe conjugar la fe, la esperanza y el testimonio de la alegría en el
caminar diario!
Hoy hemos de examinarnos sobre la imagen cristiana que
damos ante los demás. En un mundo sin
espíritu, ¿sabemos los creyentes testimoniar el gozo del Espíritu y dar razón
de nuestra esperanza?
Con nuestro ejemplo de alegría, paz y amor fraterno
hemos de hacer buena la palabra bíblica: “Los que se dejan llevar por el
Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.
Han recibido no un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino
un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡Abba! (padre)” (Rom 8,
14-ss). No teman, decía Jesús a los discípulos
en su despedida; yo he vencido al mundo.
Pero necesitamos que el Espíritu se lo recordara para entenderlo. También nosotros.
Y para terminar quiero compartir contigo esta
secuencia de Pentecostés:
¡Envía tu Espíritu, Señor,
que renueve la faz de la tierra!
Mira el vacío del hombre si tú le faltas
por dentro;
Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
Lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
Doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el
sendero.
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito;
Salva al que busca salvarse y danos tu gozo
eterno. Amén.
“Elévate sobre el
cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria” (Sal
56)✍
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