domingo, 24 de mayo de 2020

Reflexionando




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25 de mayo de 2020

El Evangelio de hoy en AUDIO

“Es hora del Espíritu” (Jn 16, 29-33)

Si queremos definir el Espíritu con una expresión actual y bíblica, vital y única, tendremos que decir: es el don de Cristo resucitado a su Iglesia, que es su cuerpo; es el Espíritu de Jesús mismo en nosotros; es el “nosotros” trinitario y la conciencia eclesial; es el amor que Dios nos tiene, difundido en nuestros corazones, es nuestra nueva dimensión personal y comunitaria de discípulos de Jesús, cristianos, hijos de Dios y hermanos de los hombres.

En nuestros días asistimos con gozo al redescubrimiento del Espíritu en la Iglesia, que pone de relieve el protagonismo decisivo del Espíritu en la renovación interna del pueblo de Dios y en su misión evangelizadora del mundo.  Los carismas y la llama de pentecostés no se han apagado y son perceptibles en los constantes movimientos que de uno y otro signo vivifican a la Iglesia, tales como: comunidades neocatecumenales y carismáticas, cursillistas, Emaús, equipos matrimoniales, grupos juveniles, grupos de oración… además de los institutos de vida consagrada, tanto religiosos como seculares.

Estos institutos, órdenes y congregaciones religiosas, lo mismo masculinos que femeninos, así como los institutos seculares y sociedades de vida apostólica, ejercen un carisma propio para funciones concretas de la misión universal de la Iglesia.  Tales como: contemplación y oración, evangelización del pueblo fiel y de las naciones no cristianas; enseñanza y educación de niños, adolescentes y jóvenes, atención de enfermos, ancianos, pobres y marginados, trabajo en los medos de comunicación social (presencia en todas las redes sociales) al servicio de la fe y de la misión; testimonio y consagración a Dios de la vida y quehacer cotidiano en el mundo.

La fuerza y la acción del Espíritu se manifiesta no sólo en estos carismas que tienen ya forma institucional en la Iglesia, sino también en la vida de todo creyente, hombre o mujer, que secunda su vocación cristiana con un corazón dispuesto. Más todavía: como el Espíritu de Dios no es monopolio de nadie, también actúa fuera de la Iglesia, en tantos profetas laicos de la esperanza humana que entregan a los demás su talento y energía, su tiempo y su vida.

Envía, Señor, tu Espíritu que renueve nuestros corazones,
Envíanos, Señor, tu luz y tu calor,
que alumbre nuestros pasos, que encienda nuestro amor.
Envíanos tu Espíritu, y un rayo de tu luz
encienda nuestra vida en llama de virtud

Envíanos Señor, tu fuerza y tu valor,
que libre nuestros miedos, que anime nuestro ardor.
Envíanos tu Espíritu, impulso creador,
que infunda en nuestra vida la fuerza de tu amor.


Envíanos, Señor, la luz de tu verdad.
que alumbre tantas sombras de nuestro caminar.
Envíanos tu Espíritu, su don renovador
engendre nuevos hombres con nuevo corazón.

“Porque Dios es el Rey del mundo, toquen con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado” (Sal 46)



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