lunes, 25 de mayo de 2020

Reflexionado




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26 de mayo de 2020

El Evangelio de hoy en AUDIO


“La oración de Jesús” (Jn 17, 1-11a)

Tanto la primera lectura (Hc 20, 17-27) como el evangelio de hoy respiran un clima de despedida.  Pablo reúne a los presbíteros de Éfeso para decirles adiós, y Jesús se despide también de sus discípulos.  En ambos casos flota una atmósfera de oración.  A partir de hoy, durante 3 días, leeremos fragmentado el capítulo 17 de san Juan, que es uno de lo más sublimes del cuarto evangelio.  Jesús concluye su coloquio final con los discípulos dirigiendo su oración al Padre.  Una oración que resume el significado de toda su vida y que trasciende el tiempo y el espacio para alcanzar a los discípulos de Cristo de todos los tiempos.

A partir de siglo V, ya desde san Cirilo de Alejandría, se ha calificado esta oración de Jesús como “sacerdotal”, viendo en ella un himno de consagración en el que el Hijo se ofrece al Padre como sacrificio perfecto que, sobre el altar de la cruz, hará posible su glorificación.  Pero no se puede exagerar está línea sacrificial, pues el tema central, como iremos viendo, no es tanto el sacrificio de Cristo mediante la entrega de su vida cuanto su vuelta al Padre y la oración por la unidad de los suyos.

Los evangelistas sinópticos hablan muchas veces de los frecuentes y largos momentos de oración de Jesús; pero no nos dan su contenido, excepto en el texto del padrenuestro. Juan si lo hace en el capítulo 17, en el que distinguimos estas tres secciones: 1ra. Jesús pide al Padre ser glorificado, una vez concluida su obra reveladora.    Es propio de la cristología de Juan ver toda la vida de Cristo, desde el prólogo al final, incluso su muerte, como expresión de su propia gloria divina.  2da. El Señor ora al Padre por los que él le ha confiado y viven todavía en el mundo, para que los santifique en la verdad lo mismo que Cristo se consagra por ellos, y para que sean uno con él y el Padre. Es la oración por la comunidad presente.  3ra. Jesús, ora, finalmente, por cuantos creerán en él gracias por la palabra de los discípulos, para que, viviendo unidos con él y entre sí, el mundo crea que Cristo es el enviado del Padre.  Es la oración por la comunidad futura.

Padre, hoy nuestra oración se une a la de Jesús
en el cenáculo cuando era inminente su hora,
la hora de compartir el pan y el vino nuevos del Reino,
la hora de mostrar todo su amor con la mayor prueba:
entregando su vida por aquellos que amaba.

Así completó la obra que tú, Padre, le confiaste.
Glorifica ahora a tu Hijo Jesús.  Su hora es la nuestra,
y tu glorificación es la esperanza de cuantos sufrimos
anhelando un futuro de liberación y la vida nueva
que brota incontenible de la resurrección de Cristo.

“Porque Dios es el Rey del mundo, toquen con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado” (Sal 46)




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