viernes, 22 de mayo de 2020

Reflexionado

Sábado de la VI Semana de Pascua


Color: BLANCO

22 de mayo de 2020

El Evangelio de hoy en AUDIO

Orar juntamente con Cristo (Jn 16, 23b-28)

El secreto de la eficacia de la oración del cristiano es la unión con Cristo.  Varias veces, durante el discurso de despedida ha insistido Jesús en la eficacia de la oración hecha en su nombre, tal eficacia es el fruto de la comunión vital del discípulo con Jesús, en quien cree, a quien ama y cuya palabra, guarda, convirtiéndose así el creyente en morada de la Trinidad.

Pero hemos leído en el texto evangélico de hoy una frase de Jesús que parece excluir su intercesión como mediador entre Dios y nosotros cuando dice: “Aquel día pedirán en mi nombre, y no les digo que yo rogaré al Padre por ustedes, pues el Padre mismo les quiere porque ustedes me quieren y creen que yo salí de Dios”.

Esto se explica así: Aun siendo Jesús nuestro único mediador, la relación de amor que se establece entre el Padre y el creyente mediante la presencia de Jesús en los suyos por el Espíritu es tan intensa, que en adelante Jesús no puede ser considerado como un mero intermediario.  Pues el Padre ama al creyente con el mismo amor con que ama a Jesús, de manera que el Padre, Jesús y sus discípulos forman una unidad, como dirá Cristo en su “oración sacerdotal” que veremos la próxima semana, si Dios quiere.

Así la oración de los bautizados en Cristo es también oración de Jesús, nuestro hermano mayor.  Por eso nos escucha el Padre y nos dará lo que le pidamos para nuestra salvación, aunque no siempre sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu intercede con nosotros con gemidos inexplicables (Rom 8, 26).  “En su estado glorioso Cristo no pedirá por los suyos, pedirá con ellos y a través de ellos en su Iglesia.  Llegamos aquí a lo más profundo de la mística cristiana (A. Loisy).

Padre nuestro, en su despedida Jesús nos dijo:
Si piden algo al Padre en mi nombre, se lo dará.
Nosotros confesamos nuestra propia indigencia
y acudimos a ti, Padre, que nos quiere con ternura.

En nombre de Cristo y en unión con Él te suplicamos:
Danos, Señor, tu Espíritu, que es tu don por excelencia;
danos lo mejor de ti mismo, tu conocimiento y tu amor.

Y en la libertad de tu Espíritu haznos desear
lo que tú quieres y querer lo que tu deseas.
Que nuestro empeño sea cumplir siempre tu voluntad;
así tu amistad será nuestra alegría completa.  Amén.

Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria (Sal 56)




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