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17
de junio de 2020
“Buscando
agradar a Dios” (Mt 6, 1-6.16-18)
Jesús continúa exponiendo el alcance de la nueva
justicia religiosa ante Dios. La santidad
y fidelidad del discípulo de Cristo han de superar el nivel mínimo de la letra
de la ley, en el que se quedaban letrados y fariseos, para entrar en el campo
sin fronteras del reino de Dios. En el
evangelio de hoy establece Jesús un principio con 3 aplicaciones concretas.
El principio es actuar para agradar a Dios sin buscar
el aplauso de los demás. Las aplicaciones
se refieren a 3 de las más importantes obras, en las que los judíos de su
tiempo hacían consistir la religión y la piedad. Estas 3 obras son
la limosna, la oración y el ayuno. En cada
caso concreto Jesús contrasta la conducta publicitaria de los farsantes con la
actitud discreta del verdadero adorador del Padre, que le recompensará porque “ve
en lo secreto”. Los 3 ejemplos no son
exhaustivos, sino exponentes, entre otros, de 2 actitudes interiores contrapuestas:
la falsa o la sinceridad ante Dios.
Lo que da valor a nuestras prácticas cristianas es la
rectitud, la sinceridad ante Dios y la apertura al prójimo. La atención caritativa, por ejemplo, así como
la aportación económica para los necesitados, la oración y la práctica
sacramental, si son hechas para ser notado y aprobado por los demás, se quedan
en acciones vacías. Es el amor desinteresado
lo que le da la auténtica valía. El cristiano
no debe ser nunca un actor que trabaja para la galería; eso queda para los
hipócritas.
“Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta
por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con
el objetivo de ser honrados por los hombres, les aseguro que ya han recibido su
paga. Tú, en cambio, cuando hagas
limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha; así tu limosna
quedará en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te lo pagará”. Otro tanto continúa diciendo Jesús respecto
de la oración y del ayuno.
Dios Padre nuestro, que ve en lo hondo del corazón,
purifícanos con tu mirada de santidad infinita.
Infunde en nosotros tu Espíritu, que derrita el hielo
de nuestra mentira y falsedad, para que no busquemos
más que servirte con sinceridad probada.
Inclina, Señor, nuestra voluntad a cumplir la tuya
y vaciarnos de la hipocresía y de la tonta apariencia.
Transfórmanos por dentro para ser transparentes a tu
luz.
Haz, Señor, que el centro secreto de nuestra vida
esté escondido en ti con Cristo, nuestro modelo,
para que demos los frutos que tú quieres y aprecias.
¡Dichosa la persona que vive en la verdad,
porque el reino de Dios está ya operando en ella!
“Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la
sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío,
confío en ti” (Sal 90)✍️
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