Color:
VERDE
12
de junio de 2020
“Libertad
y fidelidad en el amor” (Mt 5, 77-32)
Mientras no nos sintamos liberados del legalismo tacaño
porque nuestro amor, como el de los santos, va mucho más allá de los límites de
la letra de la norma, no habremos captado el mensaje evangélico del discurso
del monte. La realidad de la ley de
Jesús es el dinamismo progresivo del amor.
Cobran así primacía las actitudes interiores y la opción fundamental por
Dios y su Reino, sobre los mismos aptos externos; aunque sin descuidar éstos,
para no incurrir en un espejismo laxista.
Cristo nos ha liberado para vivir en la libertad (Gál
5, 1): la libertad de los hijos de Dios.
En lo profundo de esta libertad enraíza la moral cristiana como respuesta
personal, fiel y agradecida al don y al amor de Dios en Cristo. “Hermanos, su vocación es la libertad; no una
libertad para que se aproveche el egoísmo, al contrario, sean esclavos unos de
otros por el amor… Anden según el Espíritu y no realicen los deseos de la carne
(Gál 5, 13).
La libertad en Cristo es para amar más y mejor. La libertad del que ama a Dios y a los
hermanos -la auténtica libertad cristiana- no es vivir sin ley, sino
identificación total de la voluntad con la de Dios, con el bien y la verdad,
con la ley evangélica, que se resume en amar.
El que ama no siente la ley en Cristo como una obligación pesada porque,
bajo la guía del Espíritu, la hace suya libremente; para él la ley del Señor es
su gozo y su fortaleza.
Por desgracia, hay cristianos minimalistas, herederos
de un fariseísmo hipócrita y casuista, que se contentan con el “yo no robo, ni
mato, ni hago más a nadie”. Eso es el
límite mínimo que no asegura que ame de verdad a los demás. El amor va más lejos que la justicia y el
derecho, aunque sin negarlos. Por eso el
cristiano que ama de verdad no se limita al mínimo indispensable para cumplir
los mandamientos con espíritu penal y de esclavo, sino que, a impulso del
Espíritu y del amor que Dios ha derramado en su corazón, como persona libre y
liberada por Cristo, se entrega a una obediencia amorosa de hijos
que responde a la ley interior de la gracia.
Gracias, Padre, porque Cristo Jesús, tu Hijo,
nos ha liberado para vivir en la libertad de los hijos
de Dios.
Con su palabra y su ejemplo él nos enseñó
el dinamismo progresivo del amor agradecido.
Concédenos, Señor, caminar según tu Espíritu
sin gratificar los deseos y las obras de la carne.
Queremos madurar en la libertad cristiana
para amar más y mejor a ti y a los hermanos.
Te pedimos vivir gozosamente la ley de Cristo
en libertad y fidelidad, al límite máximo y no al
mínimo,
Así tu ley será nuestro gozo y nuestra fortaleza. Amén.
“Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la
sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío,
confío en ti” (Sal 90)✍️
El Evangelio de hoy en AUDIO
Hechos que son Noticias
No hay comentarios.:
Publicar un comentario