Sábado, XXXI Semana. Tiempo Ordinario
5 de noviembre del 2022
Color: VERDE
"Ningún siervo puede servir a dos amos"
Las lecturas de hoy nos ponen en contacto con los medios y recursos que el Señor nos ofrece para hacer frente a nuestras necesidades materiales. La comunidad de Filipos hizo suyas las penurias que Pablo sufrió para su manutención y él les agradece la ayuda material que ellos le dispensaron. A ellos les dice “todo lo puedo en aquel que me conforta”.
Esta
aseveración es también mensaje para nosotros hoy. No importa la situación por
la que como familia estemos atravesando estamos llamados a apoyarnos y confiar
en Aquél que nos ama y que está atento a cada uno de nosotros, siempre que
hagamos lo que a Él le agrada con un corazón sincero, bondadoso, limpio y que
sepa amar y aceptar a los demás. El Señor no se deja ganar en generosidad. El
salmista nos dice: “Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón
sus mandatos”.
Por
otra parte, en el Evangelio para hoy encontramos una frase iluminadora: “No
pueden estar al servicio de Dios y del dinero”.
¿Por
qué es iluminadora? Porque Jesús sabe que es una realidad que estamos viviendo
hoy ¡Cuánta desunión en nuestras familias! ¡Cuánta falta de diálogo! ¡Cuántas
incomprensiones! ¡Cuánto egoísmo! Simplemente porque se tiene tiempo para todo…
¡menos para Dios! Vivimos un secularismo rampante.
Por
eso, hoy vemos esposos que casi ni se ven, que casi no comparten, que no
dialogan; que no sacan tiempo para revitalizarse como pareja… porque están
inmersos sólo en trabajo.
Poco a
poco nos vamos convirtiendo en “maquinitas de hacer dinero” porque el mundo nos
ha inculcado que ser una persona de “éxito” es aquella que tiene una abultada
cuenta de banco; aunque el enfrascarnos tanto en hacer crecer esa cuenta, vaya
en detrimento de lo que es nuestro matrimonio o nuestra vida de familia.
Con
esto no queremos decir que preocuparse por tener dinero sea malo; que luchar
por echar hacia delante un negocio sea malo. Lo malo está cuando esto se
convierte en nuestra primera prioridad, por encima de nuestra relación de
pareja; por encima de la relación con nuestros hijos e incluso, por encima de
nuestra relación con Dios.
Este es
el momento de reflexionar. Es el momento de poner en primer lugar aquellas
cosas que son verdaderamente importantes: Dios y mi familia.
Resulta
paradójico que a Aquél que nos lo da todo sea el que en ocasiones ocupe el
último lugar en nuestras vidas. Este es el momento de hacer una revisión de
nuestras prioridades en nuestras vidas y hacer de Jesús el centro de las mismas
para que redunde en beneficios de nuestras familias.
Dios
espera siempre la mejor versión de nosotros como personas y como familia.
Tengamos fe en el Señor y nos salvaremos junto a nuestra familia.
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