XXXII Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo C
Domingo, 6 de noviembre del 2022
Color: VERDE
Citas:
- Primera lectura: 2Mac 7,1-2.9-14: Nos anima la esperanza de la resurrección.
- Salmo Responsorial: 16: A la sombra de tus alas escóndeme.
- Segunda lectura: 2Tes 2,15-3,5: Que Cristo, el Señor, les abra el corazón al amor.
- Evangelio: Lc 20,27-38: Él no es un Dios de muertos sino de vivos.
"VIDA ETERNA EN DIOS"
Por
P. Wilkin
Castillo, San Juan de la Maguana
Un saludo cargado de bendiciones a todos. Estamos a
punto de finalizar este año litúrgico, ya en el Domingo Trigésimo Segundo del
Tiempo Ordinario. Cada celebración eucarística es una oportunidad para afianzar
nuestro amor por Dios y confirmar una vez más el sentido profundo de nuestra
fe.
Por su parte se nos dice hoy en el Evangelio: En aquel
tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y
preguntaron, Maestro, Moisés nos dejó escrito, “Si a uno se le muere su
hermano, dejando mujer, pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé
descendencia a su hermano”. Durante la vida pública de Jesús muchos se le
acercaron, algunos por con situaciones muy puntuales y concretas, en esta
ocasión el contacto con Jesús es para encontrar algún apoyo sobre su no
creencia en la resurrección.
Por lo
expresado más arriba nos damos cuenta que la descendencia era más importante
que el vínculo sanguíneo que unía a los hermanos, es decir, no existe moral alguna
en cuanto a relación íntima se refiere y mucho menos respeto en cuanto al trato
de familiaridad que debía existir con su hermano.
Es cuando le exponen al Maestro el caso en cuestión: “Pues
bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y
el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar
hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de
cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer”.
Jesús les dijo: “En este mundo los hombres se casan
y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de la vida futura
y de la resurrección de entre los muertos no se casarán”. Si nos detenemos
un poco, nos damos cuenta que Jesús en un lenguaje muy llano y sencillo
responde a la inquietud expresada por el grupo de los saduceos, puntualizando
que ya no pueden morir, ya que son como ángeles; son hijos de Dios, porque
participan en la resurrección.
Al parecer al resucitar ya estaremos en un plano muy
especial, un estado totalmente pleno, en donde ya no estaremos bajo las
necesidades que experimentamos como seres humanos sometidos a todo tipo de
limitaciones y por demás condenados a perecer las miserias del resto de los
mortales.
Y que resucitan los muertos, lo indicó el mismo Moisés
en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de
Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él
todos están vivos”.
Nos confirman una vez más por medio del Evangelio, la
realidad de la resurrección, como una promesa a cumplir y que se manifestara en
nuestros cuerpos mortales como garantía de vida eterna en Dios.
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