Color: VERDE/BLANCO
24 de octubre de 2019
He venido a traer fuego sobre la tierra
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma 6, 19-23
Hermanos:
Voy a hablarles de una manera humana, teniendo en
cuenta la debilidad natural de ustedes. Si antes entregaron sus miembros,
haciéndolos esclavos de la impureza y del desorden hasta llegar a sus excesos,
pónganlos ahora al servicio de la justicia para alcanzar la santidad.
Cuando eran esclavos del pecado, ustedes estaban
libres con respecto de la justicia. Pero, ¿qué provecho sacaron entonces de las
obras que ahora los avergüenzan? El resultado de esas obras es la muerte.
Ahora, en cambio, ustedes están libres del pecado y
sometidos a Dios: el fruto de esto es la santidad y su resultado, la Vida
eterna. Porque el salario del pecado es la muerte, mientras que el don gratuito
de Dios es la Vida eterna, en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor
SALMO Sal 1,
1-2. 3. 4 y 6 (R.: 5a)
R. ¡Feliz el
que pone en el Señor toda su confianza!
¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche! R.
El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien. R.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento,
porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal. R.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 49-53
Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo
desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué
angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la
tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante,
cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra
tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la
hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la
suegra.»
Palabra del Señor.
REFLEXIONANDO LA PALABRA
San Pablo ha empleado la imagen de la esclavitud para
hablar de la «obediencia a Dios», de la «docilidad a las inspiraciones del
Espíritu». Pablo sabe muy bien que éste no es, el lenguaje conveniente; pero
ningún lenguaje humano puede traducir perfectamente la relación del hombre con
Dios. Pablo juega con la oposición «esclavo» y «libre».
Antes de su bautismo, los destinatarios de esta carta
habían vivido como paganos. Pablo apela a sus recuerdos. En otros tiempos,
ofrecieron sus miembros como esclavos a la impureza y llegaron al desorden.
Ahora los invita a hacer de sus miembros, esclavos de la justicia para llegar a
la santidad.
La experiencia del pecado es el medio pedagógico de
conducir al pecador a la santidad. Nadie puede salir del pecado si se complace
en él.
“Someterse a la justicia”, “ser justo”, es para un
hombre; “ser verdaderamente hombre”; es corresponder exactamente a «la imagen
que Dios tiene de él», siendo así que es Dios el que lo ha creado. «Llegar a la
santidad» es una especie de sinónimo de alcanzar la justicia. El único que
realiza esta perfección del hombre es Jesús: la perfecta realización del
hombre, según Dios.
Si en verdad hemos aceptado que el Señor nos libere de
nuestra esclavitud al pecado, no podemos continuar siendo esclavos de la
maldad. Quien continúe sujetando su vida al pecado, por su servicio a él,
recibirá como pago la muerte. Porque el salario del pecado es la muerte; pero
el don de Dios es la vida eterna, en Cristo Jesús.
Antes “hacíamos el mal” y los frutos de esa esclavitud
nos llevaban a la muerte; ahora, entregados a Dios, “producimos frutos que
llevan a la santidad y acaban en vida eterna”. A eso conduce nuestra unión con
Cristo, que es el que ha vencido al mal y al pecado con su entrega en la cruz.
Lucas utiliza la imagen del fuego para describir el
impacto que debe producir en el corazón del creyente la predicación de Jesús.
El fuego, el agua son elementos que hacen referencia a la transmisión de la
vida, pero también pueden ser causa de destrucción y muerte.
La imagen del fuego simbólicamente habla de
purificación. Con el fuego, en el crisol, se separa el oro de la escoria. Las
palabras de Jesús anunciando que ha venido a traer fuego a la tierra se
refieren a esta purificación que Dios quiere hacer en su pueblo. El tiempo está
cumplido, el evangelio y la pasión, tienen que crear el proceso de división
para que sea quemado todo lo que no sirve, todas aquellas estructuras de pecado
y condicionamientos que son destructoras de la vida del hombre y se oponen al
plan de salvación.
Dios ha venido para un juicio, y en este evangelio
aparece el ansia del Enviado por llevar a término su misión. Pero se trata de
un juicio de salvación, a pesar del endurecimiento brusco del discurso de Jesús
que anuncia la muerte irremediable del Justo.
Las palabras de Jesús no alcanzan para convencer al
hombre; será necesario que el juicio se manifieste en la pasión del Hijo.
Sumergidos en la muerte de Cristo, lavados por su sangre será posible para los
que creen alcanzar la salvación, participar de la resurrección.
El Evangelio es fuego. La Iglesia no es un grupo de
amigos ni un “club”. El abrazo de la paz que nos damos unos a otros no es una
simple cortesía, ni el bautismo es rito de admisión social. Quien toma sobre sí
el yugo de Jesús, sabe que es un yugo ligero, porque Jesús fue el primero en
conocer el bautismo de sangre, sólo El tiene derecho a exigir lo mismo a los
demás porque se ofrece como garantía.
Jesús desea que su fuego esté ardiendo. Con esta frase
se dirige a Jerusalén, y ahora a nosotros invitándonos pasar la prueba del
fuego. El amor es pasión. La Iglesia, necesita encenderse en el fuego del amor,
y aceptar ser bautizada en la muerte para proclamar la resurrección. Fue el
camino del Cristo. Es el camino que deberá seguir la Iglesia si quiere ser fiel
a su Señor. Cuando prende el fuego, se corre el riesgo de perder el control si
sopla el viento. La Iglesia, que se anima con su Señor al bautismo del fuego,
no podrá poner trabas al soplo del Espíritu. La Iglesia que se deja poseer por
la palabra, revela la desmesura del amor de Cristo y se hace portadora de ese
mismo amor que es el único que salva.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
"Yo he venido para que tengan vida y vida en
abundancia" (Jn 10,10)✍
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