8 de
diciembre de 2019
Primera
lectura
Lectura del
libro del Génesis 3, 9-15. 20
Después de
comer Adán del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo:
«Dónde
estás?».
Él contestó:
«Oí tu ruido
en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor
Dios le replicó:
«¿Quién te
informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te
prohibí comer?».
Adán
respondió:
«La mujer
que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor
Dios dijo a la mujer:
«¿Qué has
hecho?».
La mujer
respondió:
«La
serpiente me sedujo y comí».
El Señor
Dios dijo a la serpiente:
«Por haber
hecho eso,
maldita tú
entre todo
el ganado y todas las fieras del campo;
te
arrastrarás sobre el vientre
y comerás
polvo toda tu vida;
pongo
hostilidad entre ti y la mujer,
entre tu
descendencia y su descendencia;
esta te
aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».
Adán llamó a
su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Palabra de
Dios
Te alabamos
Señor
Salmo
Sal 97, 1-4
R/. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
porque ha
hecho maravillas.
su diestra
le ha dado la victoria,
su santo
brazo. R/.
El Señor da
a conocer su salvación,
revela a las
naciones su justicia.
Se acordó de
su misericordia y su fidelidad
en favor de
la casa de Israel. R/.
Los confines
de la tierra han contemplado
la salvación
de nuestro Dios.
Aclama al
Señor, tierra entera;
gritad,
vitoread, tocad. R/.
Segunda
lectura
Lectura de
la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 15, 4-9
Hermanos:
Todo lo que
se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a
través de nuestra paciencia y del consuelo os conceda tener entre vosotros los
mismos sentimientos, según Cristo Jesús, de este modo, unánimes, a una voz,
glorificaréis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Por eso,
acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Es decir, Cristo
se hizo servidor de la circuncisión en atención a la fidelidad de Dios, para
llevar a cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas y, en cuanto a los
gentiles, para que glorifiquen a Dios por su misericordia; como está escrito:
«Por esto te
alabaré entre los gentiles
y cantaré
para tu nombre».
Lectura del
santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel
tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de
David; el nombre de la virgen era María.
El ángel,
entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se
turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le
dijo:
«No temas,
María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás
a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del
Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo
al ángel:
«Cómo será
eso, pues no conozco varón?».
El ángel le
contestó:
«El Espíritu
Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente
Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban
estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María
contestó:
«He aquí la
esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel
se retiró.
Palabra DEL
Señor
Gloria a ti
señor Jesús
REFLEXIONANDO
LA PLABARA
El Señor
hizo en mí maravillas ¡Gloria al Señor!
La
festividad de la Inmaculada, en medio del Adviento, desata, religiosamente
hablando, todos los resortes más sensibles y utópicos de lo que ha perdido la
humanidad. Si analizamos todo ello psicológicamente, habría que recurrir a
muchos elementos culturales, ancestrales, pero muy reales, del pecado y de la
gracia. El contraste entre la mujer del Génesis que se carga de culpabilidad y
la mujer que aparece en la Anunciación, resuelve, desde el proyecto del Dios
del amor, lo que las culturas antifeministas o feministas no pueden resolver
con discusiones estériles.
El egoísmo
del pecado
La primera
lectura de Génesis 3,9-15.20 es la exposición catequética y teológica de un
autor llamado "yahvista" (la tesis más extendida), que se limita a
poner por escrito toda la tradición religiosa de siglos, en ambientes
culturales diversos, sobre la culpabilidad de la humanidad: Adán-Eva. Lo
prohibido o lo vedado nos abruma, nos envuelve, nos fascina, nos empapa en
libertad desmesurada, hasta que vemos que estamos con las manos vacías.
Entonces empiezan las culpabilidades: la mujer, el ser débil frente al fuerte,
como ha sucedido en casi todas las culturas, carga con más culpa por parte del
varón, pero no por parte de Dios. Y por medio aparece el mito de la serpiente,
como símbolo de una inteligencia superior a nosotros mismos, que no es divina,
pero lo parece.
Es muy
razonable que debamos desmitologizar muchas cosas del relato, pero eso no
quiere decir que esté falto de sentido. Es verdad que hoy no podemos concebir
que el "pecado original" consista en comer o no comer de un árbol
prohibido. Pero el relato deja ciertas pistas que son elocuentes: el ser
humano, instigado por la serpiente, quiere absolutizar su vida, quiere
absolutizarse a sí mismo y apoderarse de lo creado como un ser divino,
prescindiendo del Dios creador. A la vez, la "experiencia de alteridad"
se muestra en que el otro es peor que yo; esto sí que explica muchos males en
la historia de la humanidad. Así comienza un camino de despropósitos,
sencillamente porque el ser humano, con su chispa divina en el corazón y en el
alma, no es nada sin Dios. ¿Quién podrá devolver a la humanidad todo su
sentido? Dios mismo, pero cuando la humanidad se abra profundamente a su
creador.
El mal
siempre ha sido descrito míticamente. Pero en realidad el mal lo hacemos
nosotros y lo proyectamos al que está frente de nosotros, especialmente si es
más débil, según la una visión cultural equivocada. ¿Quién podrá liberarnos de
ello? Siempre se ha visto en este texto una promesa de Dios; una promesa para
que podamos percibir que el mal lo podemos vencer, sin proyectarlo sobre el
otro, si sabemos amar y valorar a quien está a nuestro lado; en este caso el
hombre a la mujer y la mujer al hombre.
Perseverancia
y consuelo
Nuevamente
en este domingo, en la carta a los Romanos, Pablo hace referencia a las
Escrituras, en este caso al Antiguo Testamento, para que de ellas podamos sacar
unas consecuencias inmediatas: perseverancia y consuelo. Son dones que proceden
de Dios. Perseverancia, porque hay que tener en cuenta que Dios no falta a su
alianza y a sus promesas; ha prometido un mundo mejor, nuevo, justo, (sería en
este caso la promesa de la primera lectura de Isaías) y si perseveramos en
fiarnos de esa promesa, la verán nuestros ojos.
Consuelo,
porque cuando verificamos lo lejos que estamos de ese estado ideal y casi olímpico;
la actitud cristiana no puede ser la desesperación; debemos consolarnos porque
algo absolutamente nuevo nos viene de parte de Dios. Y el Adviento es un tiempo
propicio para ello. El ejemplo que propone es Cristo, servidor de judíos y
paganos, de magnitudes irreconciliables, de mentalidades opuestas. Cristo es el
futuro de todos los hombres. Este ideal no puede perderse para los seguidores
del evangelio, para las comunidades cristianas que viven en cualquier parte del
mundo. El Adviento es un tiempo ideal, es su idiosincrasia, porque es un tiempo
de promesas que adelantan un futuro de lo que un día debe ser lo que Dios ha
querido para toda la humanidad.
La respuesta
a la gracia, cura el pecado
El evangelio
de la "Anunciación" es, sin duda, el reverso de la página del
Génesis. Así lo han entendido muchos estudiosos de este relato maravilloso
lleno de feminismo y cargado de símbolos. Aunque aparentemente no se usen los
mismos términos, todo funciona en él para reivindicar la grandeza de lo débil,
de la mujer. Para mostrar que Dios, que había creado al hombre y a la mujer a
su imagen y semejanza, tiene que decir una palabra definitiva sobre ello. Es
verdad que hay páginas en el mundo de la Biblia que están redactadas desde una
cultura de superioridad del hombre sobre la mujer. Pero hay otras, como este
evangelio, que dejan las cosas en su sitio. Cuando Dios quiere actuar de una
forma nueva, extraordinaria e inaudita para arreglar este mundo que han
manchado los poderosos, entonces es la mujer la que se abre a Dios y a la
gracia.
Se han hecho
y se pueden hacer muchas lecturas de este relato asombroso. Puede ser
considerado como la narración de la vocación a la que Dios llama a María, una
muchacha de Nazaret. Todo en esta aldea es desconocido, el nombre, la existencia,
e incluso el personaje de María. Es claro que, desde ahora, Nazaret es punto
clave de la historia de la salvación de Dios. Es el comienzo, es verdad, no es
final. Pero los comienzos son significativos. En el Génesis, los comienzos de
la "historia" de la humanidad se manchan de orgullo y de miedo, de
acusaciones y de despropósitos. Aquí, en los comienzos del misterio de la
"encarnación", lo maternal es la respuesta a la gracia y abre el
camino a la humanización de Dios. María presta su seno materno a Dios para
engendrar una nueva humanidad desde la gracia y el amor. ¿Cómo? Entregando su
ser humano a la voluntad de Dios. Querer decir más sería entrar en una
elucubración de conceptos y afirmaciones "dogmáticas" que nos
alejarían del sentido de nuestro relato.
El relato
tiene todo lo mítico que se necesita para hablar de verdades profundas de fe
(si aparece un ángel es por algo); no debemos ser demasiado
"piadosillos" en su interpretación. En realidad todo acontece de
parte de Dios, pero no en un escenario religioso. Por eso es más asombrosa esta
narración que, sin duda, tiene de histórico lo que le sucede a María en su
vida. Ella es una criatura marginal que ha sido elegida por Dios, y esto es tan
real como histórico. Su hijo será también un judío marginal. Es un relato que
no está compuesto a base de citas bíblicas, pero sí de títulos cristológicos:
grande, Hijo del Altísimo, recibirá el trono de David su padre. Todo eso es
demasiado para una muchacha de Nazaret. Y todo ocurre de distinta manera a como
ella lo había pensado; ya estaba prometida a un hombre. Ella pensaba tener un
hijo, ¡claro!, pero que fuera grande, Hijo del Altísimo y rey (Mesías en este
caso), iba más allá de sus expectativas. Pero sucede que cuando Dios
interviene, por medio del Espíritu, lo normal puede ser extraordinario, lo
marginal se hace necesario. Esa es la diferencia entre fiarse de Dios como hace
esta joven de Nazaret o fiarse de "una serpiente" como hizo la mítica
Eva.
María de
Nazaret, pues, la "llena de gracia", está frente al misterio de Dios,
cubierta por su Espíritu, para que su maternidad sea valorada como lo más
hermoso del mundo. Sin que tengamos que exagerar, es la mujer quien más siente
la presencia religiosa desde ese misterio maternal. Y es María de Nazaret, de
nuestra carne y de nuestra raza, quien nos es presentada como la mujer que se
abre de verdad al misterio del Dios salvador. Ni los sacerdotes, ni los
escribas de Jerusalén, podían entenderlo. La "llena de gracia" (kejaritôménê
), con su respuesta de fe, es la experiencia primigenia de la liberación del
pecado y de toda culpa. Dios se ha hecho presente, se ha revelado, a diferencia
del Sinaí, en la entraña misma de una muchacha de carne y hueso. No fue
violada, ni maltratada, ni forzada... como otras como ella lo eran por los
poderosos soldados de imperio romano que controlaban Galilea. Fue el amor
divino el que la cautivo para la humanidad. Por eso, en un himno de San Efrén
(s. IV) se la compara con el monte Sinaí, pero el fuego devorador de allí y la
llama que los serafines no pueden mirar, no la han quemado. Esta
"teofanía" divina es otra cosa, es una manifestación de la gracia
materna de Dios.
José Alirio
Lagarejo Palomeque
Sacerdote
"Yo he
venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10)✍
Hechos que
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