sábado, 11 de enero de 2020

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Color: BLANCO

Domingo, 12 de enero de 2020

TERMINA EL TIEMPO LITÚRGICO DE NAVIDAD

INICIAMOS PRIMERA PARTE DEL TIEMPO ORDINARIO

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 42, 1-4. 6-7

Esto dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, en quien me complazco.
He puesto mi espíritu sobre él,
manifestará la justicia a las naciones.
No gritará, no clamará,
no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
la mecha vacilante no la apagará.
Manifestará la justicia con verdad.
No vacilará ni se quebrará,
hasta implantar la justicia en el país.
En su ley esperan las islas.
Yo, el Señor,
te he llamado en mi justicia,
te cogí de la mano, te formé
e hice de ti alianza de un pueblo
y luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la cárcel,
de la prisión a los que habitan en tinieblas».

Palabra de Dios
Te alabamos Señor

Salmo
Sal 28, 1b y 2. 3ac-4. 3b y 9c-10

R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.

El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.

Segunda lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34-38

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».

Palabra de Dios
Te alabamos Señor


Lectura del santo evangelio según san Mateo 3, 13-17

En aquel tiempo, vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
«Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?».
Jesús le contestó:
«Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia».
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él.
Y vino una voz de los cielos que decía:
«Este es mi Hijo amado, en quien me complazco».

Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús

REFLEXIONANDO LA PALABRA

Celebrar esta solemnidad del Bautismo del Señor Jesucristo nos sumerge en el misterio cristológico de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios y portador del Espíritu del Padre; a la vez que reclama que sea la nuestra una vida verdaderamente cristocéntrica para hacer de Él nuestra referencia constante y la clave de nuestro vivir y obrar.

El Espíritu de Dios se posaba sobre él
Por esta razón, porque Él es el Hijo de Dios y el portador de su Espíritu, en medio de la dispersión y diversidad de reclamos que nos invaden, suenan como fuerte llamada de atención las palabras del profeta Isaías: “Mirad a mi siervo… sobre él he puesto mi espíritu”. Nuestra vida como creyentes en Él y discípulos suyos, bautizados también en su nombre, nos exige esta atenta mirada a su persona y la encarnación de su palabra en nuestra vida para continuar la misma obra a la que le impulsó el Espíritu de Dios, instaurar la justicia y la paz, liberar de toda maldad y opresión, en un mundo roto, dividido y confrontado; lacerado por la violencia destructora y envenenado de codicias, y que aún continúa dramáticamente así.

Después de su bautismo el Señor Jesucristo inicia el anuncio de su Evangelio, la proclamación de la Buena Noticia de la llegada del Amor del Padre Dios que quiere hacerlo presente en todas sus hijas e hijos, particularmente a quienes el dolor y las adversidades de la vida, y la indiferencia excluyente de tantos otros, les han robado la dicha deseada por Él.

Volver nuestra mirada atenta al Señor Jesucristo, bautizado por Juan en el Jordán, reclama hacer nuestro su proceder.
En su magnífica obra sobre el profetismo en el antiguo Israel, el autor judío, Abraham Heschel, se interroga sobre cuál fue el mayor riesgo de Yahvé en la obra de su manos; para responder que no fue en la naturaleza, la cual sigue de forma cadenciosa y cíclica su devenir, sino en la historia, que, fruto de la libertad humana, se vuelve tantas veces de forma contraria sobre los designios del Creador. La obra titánica, y con frecuencia altamente arriesgada, de los profetas es reconducir el desarrollo de la historia por las sendas trazadas por Dios, sendas de justicia y paz, de comunión y esperanza, de vida dichosa para todos. El Señor Jesucristo, bautizado en el Jordán e impulsado por el Espíritu de Dios, asume esta misma en verdad humanizadora tarea, haciendo realidad lo expresado en el salmo responsorial: “El Señor bendice a su pueblo con la paz”.

Pasó haciendo el bien
San Pedro, con inspirada concisión, lo expresó en términos de bondad y de liberación del poder del Maligno, “porque Dios estaba con Él”.

La lucha entre el bien y el mal sigue formando parte de nuestra vida, en el interior de cada uno de nosotros y en el ámbito de todas nuestras relaciones.

Hoy se nos presenta una gran oportunidad para renovar nuestra apuesta por el bien. En ella se encierran tareas cotidianas: ceder, perder para que el otro gane, perdonar, tender puentes, escuchar, servir, acoger, incluir, comprender, abrazar, regalar dicha, consolar… y tantas otras acciones que nos saldrán al paso; aceptando como muy cierto aquello que se ha dicho: “de todos los excesos, el menos peligroso es el exceso de bondad”. ¡Y sin temer dar la mano a quienes comparten el mismo ideal: “Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la condición que sea”, se nos dice en Hechos de los Apóstoles, en la segunda lectura de hoy.

Buena ocasión para renovar las promesas de nuestro bautismo y crecer en confiado abandono en el Amor de Dios manifestado en su Hijo, amado y predilecto. Y para que el impulso de su Espíritu nos encamine siempre por veredas de bondad, con una mirada muy atenta a los más necesitados de amor, dignidad y paz. Solo así, con este renovado compromiso, el nuevo año recién comenzado podrá ser mejor para todos que el que hemos dejado atrás

José Alirio Lagarejo Palomeque

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