sábado, 15 de febrero de 2020

VI Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo A




Color: VERDE

16 de febrero de 2020

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico 15, 16-21

Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras.
Ante los hombres está la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera.
Porque grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo.
Sus ojos miran a los que le temen, y conoce todas las obras del hombre.
A nadie obligó a ser impío, y a nadie dio permiso para pecar.

PALABRA DE DIOS
TE ALABAMOS SEÑOR

Salmo
Sal 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34

R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor
Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R/.

Tú promulgas tus mandatos
para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus decretos. R/.

Haz bien a tu siervo:
viviré y cumpliré tus palabras;
ábreme los ojos,
y contemplaré las maravillas de tu ley. R/.

Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu ley
y a guardarla de todo corazón. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2, 6-10

Hermanos:
Hablamos de sabiduría entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
Sino que, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman».
Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.

PALABRA DE DIOS
TE ALABAMOS SEÑOR


Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo. Habéis oído que se dijo:
“No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que se repudie a su mujer, que le dé acta de repudio.” Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

PALABRA DEL SEÑOR
GLORIA A TI SEÑOR JESÚS

REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 16 DE FEBRERO DE 2020

Continuamos hoy con el Sermón de la Montaña que a lo largo de estos domingos del año litúrgico venimos proclamando. Las enseñanzas que nos presenta Jesús en este sermón son también recogidas, desde una perspectiva diferente, por Lucas en el capítulo 6 de su Evangelio. Se tratan de las conocidas Bienaventuranzas seguidas de unos preceptos que parecen ir contra la lógica habitual de las relaciones humanas y de la Ley de Moisés.

En esto último, precisamente, es en lo que pone el acento Mateo hoy. Recordemos que Mateo dirige su Evangelio a cristianos mayoritariamente provenientes del judaísmo. De ahí su interés en demostrar que las enseñanzas de Jesús no están en contradicción con la Ley de Moisés y con las doctrinas de los Profetas. Los mandamientos del Antiguo Testamento -quiere dejar claro Mateo- no están siendo abolidos por Jesús, sino perfeccionados. Sus enseñanzas no olvidan las promesas del Antiguo Testamento, sino que las realizan. Algo que trasluce de manera muy clara la especial sensibilidad de Mateo hacia las tradiciones y costumbres judías es el repetido uso de la expresión “Reino de los Cielos”, en lugar de la expresión “Reino de Dios”. Para la mentalidad judía, referirse directamente a Dios resultaba irreverente.

El Espíritu (Santo) y la letra
La comparación entre la “ley antigua” y la “ley nueva” es una cuestión relevante en la Biblia. A Mateo le interesa por las razones señaladas. También San Pablo se ocupa de la cuestión, en su caso presentándolas en oposición, pero como un recurso para argumentar acerca de la novedad de Jesucristo.

“Habéis oído que se dijo a los antiguos… pero yo os digo”, repite Jesús. Su autoridad está por encima de la de Moisés, máxima autoridad para los judíos, el “amigo de Dios” (Ex 33, 11), de quien recibió las tablas de la Ley. Esta vez, Mateo no trata de amortiguar en modo alguno el mensaje: Cristo es la revelación definitiva del Dios del Sinaí.

En Santo Tomás de Aquino encontramos una explicación de la relación que existe entre la “ley antigua” y la “ley nueva” que arroja mucha luz. Según el Aquinate, ambas tienen como fin conducirnos al Reino de Dios, la diferencia estriba en que gracias a la ley nueva (que se realiza plenamente en Jesucristo) se nos introduce definitivamente en ese Reino que a los antiguos se les había prometido. La distinción, por tanto, no está tanto en la letra, sino en el Espíritu, en el Espíritu Santo que nos ayuda a descubrir el sentido último que debe inspirar toda norma moral. La ley nueva no consiste en cumplir unos preceptos, sino en obrar guiados por el amor.

La distinción entre ley antigua y ley nueva -advierte también Santo Tomás- tampoco es estrictamente cronológica, aunque la denominación pueda inducirnos a pensar así. Hubo personas en la época del Antiguo Testamento que quisieron vivieron desde el amor, como el mismo Moisés. “Amarás al prójimo como a ti mismo”, leemos ya en Lv 19, 18. Estas personas recibieron el don del Espíritu Santo también por mediación de Cristo. Esto supone, consecuentemente, que ha habido, hay y habrá personas que contribuyen a que el Reino de Dios continúe desarrollándose aun no siendo cristianas. La acción del Espíritu de Cristo no se da sólo en una época o en un grupo determinado. Puede estar presente implícitamente en la vida de muchas personas sin que ellas sean conscientes de ello

De la perfección del cumplimiento a la perfección de la caridad
Nadie podía ganar a los escribas y a los fariseos en el conocimiento y el cumplimiento de las normas recogidas en la “ley antigua”. Conocen hasta la “última letra o tilde de la Ley” y la siguen a rajatabla. ¿En qué consiste, entonces, tener una justicia mayor que la de los “expertos” de la Ley? En saber que entrar en el Reino de Dios no es cumplir normas y ritos, sino aceptar la gracia transformadora del amor de Dios. La nueva ley nos pide, antes que nada, pureza de corazón. Por eso, aunque es más liviana que la ley antigua en lo exterior, es más exigente en lo interior.

Es importante que no perder esto de vista. Los cristianos nos hemos liberado de la carga ritualista porque Jesús nos ha enseñado que eso es secundario, pero si olvidamos que el mandamiento principal es amar como Cristo amó, sólo podremos ser motivo de escándalo para los demás.

Gracia y libertad
¿Cómo alcanzar un ideal tan elevado? San Pablo nos avisa de que estamos hablando de una “sabiduría que no es de este mundo” que “Dios nos ha revelado por el Espíritu”. La pureza de corazón no se logra por la adecuación de nuestra voluntad a una norma, sino desde la aceptación de la gracia de Dios en nuestras vidas. Es un don que recibimos por la fe.

Las palabras de San Pablo están dirigidas a quienes en su época creían que los seres humanos podían llegar, por sí mismos, al conocimiento de lo divino y, de este modo, a la perfección. Eran los llamados “gnósticos”. Vana presunción, advierte San Pablo. Sólo quien acoge al Espíritu, que viene de Dios, podrá comprender y vivir según la “ley nueva”, que es Cristo mismo.

El libro del Eclesiástico, por su parte, parece invitarnos, a la luz del Evangelio, a no quedarnos en la ley antigua, sino aspirar a la nueva; a que nuestra voluntad se aúne y coopere con la gracia. Nos invita a pedirle a Dios que nos ayude a vivir como Jesús vivió.

JOSÉ ALIRIO LAGAREJO PALOMEQUE
SACERDOTE

Que Dios llene de paz tu casa y bendiga tu vida rica y abundantemente

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