29 de marzo de 2020
REFLEXIONANDO LA PALABRA
En un cuadro plástico de gran belleza, se nos pintan
la Vida y la Muerte enfrentados en el sepulcro de Lázaro. La resurrección del
amigo es parábola y profecía de futuras victorias sobre todo tipo de muertes:
Cristo ha venido para que «tengamos vida y la tengamos en abundancia» (Jn 10,10)
y la conservemos para siempre. Él nos repite: «Amigo mío, pueblo mío, yo abriré
vuestros sepulcros» (Ez 37,12); yo abriré todos los sepulcros.
En el evangelio de hoy destacan los sentimientos
humanos y el poder divino, Jesús que llora (Jn 11,35) y a la vez se proclama
«resurrección y vida»(Jn 11, 27). Ambas dimensiones nos convencen de su verdad.
Betania era el lugar donde Jesús se quedaba cuando iba
a Jerusalén. Así lo atestigua la tradición sinóptica, y hace razonable la
suposición de que era en aquella casa Lázaro donde se hospedaba y que sus
moradores eran verdaderamente amigos íntimos de Jesús.
Cuando, avisado de la muerte de su amigo, Jesús llega
a Betania, Marta, hermana del amigo difunto, sale al encuentro de Jesús y le
dice con dolor: «¡si tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto! Pero
sé que cualquier cosa que pidas a Dios, Él te la concederá» (Jn 11, 21-22).
Marta pide de manera confiada un milagro; pide a Jesús que resucite a su
hermano Lázaro, que devuelva a la vida a uno de sus seres más queridos aquí en
esta tierra.
Jesús responde con palabras que se refieren a la vida
eterna: «el que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees tú esto?» (Jn
11, 26).
Marta hace una afirmación de fe: “SI, Señor: yo creo
que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.,
pero, aunque la pronuncia parece que no entiende el alcance de la expresión “el
que tenía que venir al mundo” … En realidad, no ha entendido que la luz y la
vida ya han venido al mundo. Marta no sabe bien lo que dice. Ella piensa
siempre en un tiempo futuro, pero no comprende que ese tiempo ya ha comenzado.
El futuro, que ella espera, lo tiene corporalmente
delante: Mi hermano resucitara (futuro) enel último día, dice Marta, ante el
“yo soy(presente) la resurrección y la vida” que le responde Jesús. Marta no
sabe que Jesús trae el futuro al presente, a su presente. Jesús la ayuda a
poder creer esto. Lo hace transformando su saber acerca de la resurrección
futura en una fe en él, “que es la resurrección y la vida”. El saber de Marta
se transforma en un creer en Jesús
Jesús ora al Padre, “Yo sé que siempre me escuchas”
(Jn 11,42): Jesús confía absolutamente en el Padre porque hace siempre lo que
agrada al Padre. (Mi alimento es hacer la voluntad del Padre” (Jn 4, 34) Sabe
que cuanto pide es conforme a la voluntad del Padre y que por ello precisamente
es siempre escuchado. Exige a sus seguidores esta misma confianza en la
oración.
La descripción del milagro no es espectacular. Los
testigos y los lectores tenían/tenemos los ojos fijos en la tumba, al quitar la
piedra y en la salida de Lázaro, pero los ojos de Jesús se elevan al cielo.
Lázaro sale con las vendas, pero no habla. Y no nos cuenta, -no sabemos- nada
sobre el más allá. La intención del evangelista no es satisfacer la curiosidad
sobre el más allá, sino poder simbolizar la vida. Y la resurrección a la vida
eterna hay que simbolizarla desde la resurrección a la vida natural.
La resurrección de Lázaro tiene sentido a la luz de la
resurrección de Jesús. Los fariseos están preparando la muerte de Jesús.
Finalmente lo van a matar, pero el Padre no lo abandonará en la muerte, sino
que lo resucitará. En la muerte se encuentra la definitiva vida de Dios. El
relato nos recuerda que esta vida de Jesús se comunicara a todos los que creen
en él.
La fe en la victoria de la gracia sobre el pecado, en
la victoria de la vida sobre la muerte del cuerpo y del alma, es explicada por
San Pablo en su carta a los Romanos que hemos escuchado en esta liturgia.
Jesús, en efecto, dijo en Betania: «Yo soy la resurrección y la vida, quien
cree en mí no morirá eternamente». (Jn 11, 25-26)
«¿Crees tú esto?», pregunta Jesús a Marta. Y con esta
pregunta está interrogando a los discípulos de todos los tiempos; pregunta a
cada uno de nosotros en este quinto domingo de Cuaresma, cuando ya estamos tan
cercanos al día de la Pascua. ¿Qué respondes…?
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote
El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí. El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11) ✍
V Domingo de Cuaresma
Ciclo A
29 de marzo de 2020
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