miércoles, 31 de julio de 2019

Jueves, XVII Semana. Tiempo Ordinario

(san Alfonso María de Ligorio)

Color: BLANCO

1 de agosto de 2019

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (40,16-21.34-38):

En aquellos días, Moisés hizo todo ajustándose a lo que el Señor le había mandado. El día uno del mes primero del segundo año fue construido el santuario. Moisés construyó el santuario, colocó las basas, puso los tablones con sus trancas y plantó las columnas; montó la tienda sobre el santuario y puso la cubierta sobre la tienda; como el Señor se lo había ordenado a Moisés. Colocó el documento de la alianza en el arca, sujetó al arca los varales y la cubrió con la placa. Después la metió en el santuario y colocó la cortina de modo que tapase el arca de la alianza; como el Señor se lo había ordenado a Moisés. Entonces la nube cubrió la tienda del encuentro, y la gloria del Señor llenó el santuario. Moisés no pudo entrar en la tienda del encuentro, porque la nube se había posado sobre ella, y la gloria del Señor llenaba el santuario. Cuando la nube se alzaba del santuario, los israelitas levantaban el campamento, en todas las etapas. Pero, cuando la nube no se alzaba, los israelitas esperaban hasta que se alzase. De día la nube del Señor se posaba sobre el santuario, y de noche el fuego, en todas sus etapas, a la vista de toda la casa de Israel.

Palabra de Dios
Te alabamos Señor

Salmo
Sal 83,3.4.5-6a.8a.11

R/. ¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!

Mi alma se consume
y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza; caminan de baluarte en baluarte. R/.

Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,47-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús

REFLEXIONANDO LA PAPABRA

Una dimensión más que interesante del evangelio de hoy es la de poder aplicar las palabras de Jesús no a un Juicio Final sino al proceso de conversión de cada una de nuestras vidas.

Es decir que podemos leer el evangelio en clave de proceso de fe y maduración personal. No lo queremos referir a personas “buenas y malas”, sino más bien a las dimensiones “buenas y malas” de mi propia persona, de mi propia historia y de mi propio corazón.

Porque la verdad es que los hombres no somos todo bondad o todo maldad absoluta. Por lo menos es mi experiencia, en la cual si me miro a la luz de la Palabra y examino mi vida , me doy cuenta que en el fondo de mi corazón hay una ; y guerra a muerte entre el buen espíritu y el mal espíritu. Bien y mal se disputan una guerra sin cuartel pero en un único campo de batalla: mi propio corazón.

Por eso es que la lectura del evangelio es nuevamente la propuesta de Jesús, Dios derretido en caridad, que nos invita a una profunda conversión de corazón. Conversión que implica dos dimensiones fundamentales: dejarme amar, sanar y liberar por el poder de la gracia de Jesús y colaborar con mi esfuerzo y voluntad para quitar todo lo que responde más bien al mal espíritu y hacer que Dios lo queme en un fuego ardiente.

Convertirnos también significa el proceso no sólo por el que empezamos a creer en Jesús, sino también por el cual vamos, ayudados por su gracia, configurando nuestro corazón a imagen del Corazón de Jesús, No es sólo empezar a creer. Esa es una parte. Lo otro es mantenerse cada vez creyendo más y desterrando de nuestro corazón toda esa dimensión de sombra, de oscuridad, de muerte, de mal espíritu que no responde al Plan de Amor que Dios piensa permanentemente para mí y para mis hermanos.

Convertirnos es también humanizar nuestra vida. Es no poder conformarnos con lo que somos, sino descubrir una y otra vez la grandeza de la vocación a la que estamos llamados y poder vivir dándole respuesta. Cuanto más avanzamos en el camino de la conversión nos volvemos más hombres: se despeja la turbia imagen de un hombre que vive con el corazón enquistado, cerrado y autorreferenciado sobre sí y empieza a entregarse la vida por amor y especialmente por amor a los más pobres.

El “más allá” del Reino tiene que ver con un “más acá” de la Historia. Por eso, lo que hago tiene eco de eternidad. Demos un paso más entonces y salgamos de la fe de chiquitos de pensar en la severidad de un Juicio Final tremendo y terrible en el “más allá” y pensemos más bien en la posibilidad de abrirnos a la misericordia de Dios en un “más acá” para poder salir de los engaños del propio corazón, pasar por alto el miedo y animándonos a la conversión; esa que saca el buen espíritu y quema todo lo de mal espíritu que quiere reinar en nuestro corazón. Y amemos. Para que el corazón no se enquiste. Para ser imagen de Dios. Para ser cada vez más humanos.

Fraternalmente tu hermano en la fe José Alirio Lagarejo Palomeque

"Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10).✍

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