viernes, 27 de marzo de 2020

Comentario: Sábado, IV Semana de Cuaresma

Color: MORADO

28 de marzo de 2020

REFLEXIONANDO LA PALABRA

"La soledad se consuela en las manos de Dios"
Jeremías siente cómo sus exhortaciones al Pueblo para que siga los caminos de Yahvé le complican la vida. No es fácil ir contracorriente. Denunciar la idolatría de los sacerdotes y responsables del Templo por celebrar los cultos atávicos de los pueblos circundantes le crea enemigos. La moda es seguir las creencias astrales e invocar a las fuerzas naturales para sentir la protección de los dioses de la naturaleza.

Jeremías les reprocha haber olvidado que el verdadero Dios es Yahvé. Que la promesa viene por el Dios creador que les dio una tierra, les eligió como Pueblo y estableció una Alianza con ellos. Ser fiel al Señor es seguir sus pasos, cumplir sus preceptos, invocar su amparo. Y ese compromiso le supone al profeta afrontar la persecución y la amenaza de muerte.

Sus advertencias proféticas desmontan el mercadeo, la manipulación y apoderamiento que los principales tienen construido. No quieren depender de nadie ni dar cuenta o respuesta de sus actos. No soportan un profeta que les contradiga. Sobra, debe eliminarse. Y en esa soledad e incomprensión general, Jeremías clama al Dios fiel para que le salve.

Abanderar la verdad, ponerse del lado del Dios justo, del camino de la Alianza salvífica, acarrea incomprensión y desaliento. Pero nuestra esperanza está en ese Dios fiel, que cumple sus promesas y acoge a quien se refugia en Él.

"¿También vosotros os habéis dejado embaucar?"
Vemos en este evangelio la figura de un Jesús contradictorio. Su presencia y sus discursos generan admiración y rechazo. Sus palabras son chocantes. Para unos son las de un profeta de Israel, que incluso suscita la esperanza de tener al Mesías esperado.

A los oídos del pueblo fiel y sencillo, Jesús llena sus expectativas, los acoge en la nueva alianza que él predica. Sin embargo, para los oídos de los sumos sacerdotes y fariseos, es un impostor, sacrílego, embaucador, que debe ser eliminado. Ni por su origen galileo, ni por razón de estirpe, ni por lo que predica (el reino para los pobres y desheredados), ni por su enfrentamiento con la estrechez legalista puede ser respetado.

Jesús, el verdadero profeta de Israel, es denostado como lo fue Jeremías y la mayoría de profetas en la historia del Pueblo. Pero la llamada y la misión del Padre no pueden quedar retenidas. Cualquier excusa sirve a sus enemigos para contradecirle y buscar su ruina. No es de Belén, no sabe de la Ley, es un embaucador. Pero Jesús se enfrenta al poder. La verdad del Padre es anterior a todas las dificultades que pretendan plantearle. Ni el desaire y la persecución pararán su andadura.

Está condenado, pero debe cumplir la voluntad del que le ha enviado. Así nos enseña que la llamada al servicio de Dios provoca enemistades y rechazos. Que defender el mensaje del Reino supone apostar por la verdad y por la misericordia. Que frente a las adversidades y descalificaciones que nos plantee el mundo, la semilla de la caridad y el amor a la verdad deben refrendarse con toda la sencillez y radicalidad que Dios nos pide.

El único temor que se nos permite es el de no ser fieles pregoneros de la verdad de Dios. Somos profetas, elegidos de Dios para proclamar su Reino.

¿Intentamos ser verdaderos predicadores de la Palabra de salvación que Jesús vino a traer a este mundo, especialmente para los más indefensos y necesitados? Pidamos fuerzas al Señor para llevar adelante esta misión.

José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote

El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí.  El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11)

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